Javier del Valle
Entrevista a Javier del Valle, doctor en Geografía
«No existe una emergencia global del agua, pero sí crisis regionales cada vez más graves»
El agua es el bien más necesario para la vida en la Tierra y se ha convertido en uno de los grandes temas del siglo XXI. Pese a ser un recurso abundante y renovable a escala global, su desigual distribución y la mala gestión la transforman en motivo de escasez, conflicto y preocupación creciente.
Por ello, Javier del Valle, doctor en Geografía y docente de la Universidad de Zaragoza, ha publicado este 15 de octubre el libro Los conflictos del agua, una obra que se presenta para analizar «el gran reto geopolítico de los próximos años». Su autor concede una entrevista a El Debate para adelantar rasgos del libro y comentar algunas de las preocupaciones más abundantes en lo que respecta a la gestión hídrica.
–En su libro cuestiona la idea de una «crisis mundial del agua». ¿Hasta qué punto considera que la escasez de agua es un problema real y no una construcción mediática o política?
–El agua a escala global es un bien abundantísimo y además renovable gracias al ciclo del agua. Por ello a escala planetaria no hay escasez, pero en muchos lugares del planeta sí que hay escasez real. La visión cambia según la escala que utilicemos para analizar el problema.
Esta escasez real puede deberse a varios factores, principalmente climáticos, como en las zonas áridas que carecen de corrientes externas de agua; a la mala gestión, cuando usuarios o Estados se apropian de gran parte del recurso; y a problemas de calidad, derivados de la contaminación o la salinización, que impiden su uso, especialmente en aplicaciones que requieren altos estándares de agua.
–Usted afirma que el agua es un recurso «abundante y renovable». ¿Cómo se concilia esa afirmación con los episodios de sequía que viven algunas regiones?
–Los datos demuestran que a escala planetaria es muy abundante y, si sumamos el agua del mar, que es potable tras su desalación, se convierte en un recurso prácticamente inagotable. El ciclo del agua que conecta prácticamente todo el agua del planeta en sus tres estados hace que sea renovable de forma natural. Eso es perfectamente compatible con la situación de sequía o escasez, pues la distribución del agua en el planeta tiene grandes irregularidades, que son espaciales, que hacen que algunas zonas sean muy ricas en agua y otras muy pobres, y temporales, que hacen que en muchos climas del mundo haya periodos muy lluviosos y otros de lluvias escasas que provocan sequías.
El agua tiene su ciclo y sus mecanismos de distribución por el planeta que los establece la naturaleza, pero no siempre coinciden con las necesidades del ser humano. Es decir, el agua en conjunto es muy abundante, pero no siempre disponemos de ella cuando y donde la necesitamos.
–El libro aborda las tensiones geopolíticas en torno al control del agua. ¿Cuáles son los puntos más conflictivos del planeta en este momento?
–Todos los Estados se esfuerzan por asegurar el abastecimiento de su población e intentan obtener el mayor beneficio de sus aguas. Son muchos los recursos hídricos, tanto superficiales como subterráneos, compartidos entre varios Estados, lo que es una enorme oportunidad para la cooperación, de la que hay numerosos ejemplos, pero también es un peligroso punto de fricción. Actualmente, los mayores puntos de fricción a mi juicio son:
-El control de la mayor parte de las cabeceras de los ríos del sur y sudeste de Asia por China (Indo, Bramaputra, Mekong, Irawadi, afluentes del Ganges, etc) que está aumentando la tensión con los países situados aguas abajo (India, Paquistán, Bangladesh, Vietnam, etc.).
-El control de las cabeceras de los ríos Tigris y Éufrates por parte de Turquía sin acuerdo con los países situados aguas abajo (Iraq y Siria) aprovechando sus aguas para aumentar la superficie de regadío y disminuyendo los caudales circulantes por los mencionados ríos en una región árida.
-La construcción por Etiopía de una gran presa en el Nilo Azul (el principal afluente del Nilo por su aporte de caudal) que ha provocado la protesta e incluso las amenazas de Egipto que se considera perjudicado.
-El Sahel. En esta región de África se une a la variabilidad natural de las precipitaciones una situación de pobreza generalizada y fragilidad de los Estados, lo que se traduce en conflictos entre grupos religiosos y étnicos por los recursos, entre ellos el agua.
No obstante, en muchos conflictos abiertos, aunque la razón principal no sea el control del agua, éste subyace como una de las causas. Los casos de la conflictividad en Oriente Próximo y su relación con el control del Jordán y de los altos del Golán o la tensión no resuelta entre India y Paquistán son ejemplos.
–En los últimos años se ha hablado de «guerras del agua». ¿Estamos realmente ante un riesgo de conflictos bélicos por este recurso?
Muchas veces se ha repetido que «la próxima guerra mundial será por el agua». Afortunadamente, no estamos en esa situación ni cerca de ella, pues el agua también es una enorme oportunidad de cooperación internacional. Sin embargo, el aumento de la presión sobre los recursos para los numerosos usos del agua (abastecimiento, regadío, generación de hidroelectricidad, industria, refrigeración de centrales térmicas y nucleares, etc.) genera conflictos de intereses entre usuarios y Estados. De momento se mantiene en disputas diplomáticas, económicas y en el peor de los casos amenazas o ruptura de acuerdos de forma unilateral pero puntual, pero no estamos en un escenario de conflicto generalizado de alta intensidad por el recurso.
–Dedica un capítulo a las inundaciones y riadas, con mención especial a los daños ocurridos en la dana de hace un año. ¿Qué lecciones podemos extraer de ese episodio?
–El triste capítulo de las inundaciones de Levante de 2024 (C. Valenciana y Castilla-La Mancha) permite extraer algunas conclusiones. Las riadas no son un hecho inédito, ya que el litoral mediterráneo español cuenta con un historial amplio de este tipo de catástrofes. Los sistemas de alerta climática e hidrológica no lograron llegar a la población con la claridad y antelación necesarias para evitar situaciones de riesgo. Además, el agua arrastró numerosos elementos sólidos que dificultaron las labores de limpieza y agravaron las consecuencias. La presencia de zonas residenciales, fábricas y centros comerciales en áreas inundables intensificó aún más los daños, mientras que la coordinación entre los distintos actores de las administraciones central y autonómica resultó insuficiente.
–Habla también de tecnologías emergentes, como la desalación o la explotación del hielo antártico. ¿Qué viabilidad real tienen y cuáles son sus implicaciones éticas y ambientales?
–La desalación es una técnica de potabilización del agua de mar perfectamente consolidada que ya da de beber a millones de personas, entre ellas muchos españoles de Canarias y litoral mediterráneo. Es perfectamente viable y no plantea problemas éticos ni de soberanía, pues cada país toma los caudales de sus propias aguas territoriales. Sí que plantea problemas ambientales, especialmente la gestión de los residuos (salmueras) que, por su elevada concentración de sal y posible presencia de contaminantes, deben ser gestionados y diluidos de nuevo en el mar para no causar daños.
La explotación del hielo antártico es legal según el Tratado Antártico actualmente vigente. La cantidad de hielo allí acumulada es enorme, pero su extracción no es fácil desde el punto de vista técnico y tampoco es viable económicamente. Se ha planteado de forma teórica en numerosas ocasiones, pero no se ha llegado a la práctica. A mi juicio, hay muchas otras formas de satisfacer las necesidades de agua de la humanidad mucho más sensatas. Disponer de un enorme continente cubierto de hielo con escasísima transformación del ser humano creo que debe ser considerado prioritario.
– ¿De qué manera la Inteligencia Artificial está impactando la demanda de agua a nivel global?
–La IA puede ser un instrumento muy útil para ayudar a una adecuada gestión del agua, pues facilita el almacenamiento e interrelación de gran cantidad de información, pero su generalización también supone una actividad que demanda recursos de una cierta entidad para sus centros de datos, al igual que todas las industrias. Su crecimiento va a ser imparable, por lo que es necesario optimizar las ventajas frente a los aspectos más negativos.
Cualquier uso del agua no supone una destrucción del recurso, sino una transformación
–Los conflictos del agua incluye mapas, fotografías y gráficos detallados. ¿Qué importancia tiene la visualización geográfica para comprender los desafíos del agua en el siglo XXI?
–La geografía es muy importante para comprender muchos hechos. Determina qué países tienen más o menos recursos, quién controla los cursos altos de los ríos, etc. Actualmente, estamos olvidando los atlas y la cartografía de calidad y nos centramos en instrumentos on line al alcance de todos instalados en cualquier móvil. Son muy útiles, pero no facilitan tener una visión de conjunto, por lo que muchos ciudadanos ya no tienen en su cabeza la localización de las principales cordilleras, dónde nacen los ríos y su recorrido, los países que atraviesan o el reparto de su cuenca entre regiones. Por ello, incorporar algún mapa, aunque sea esquemático, me parece muy importante para conseguir que llegue la información al lector.
–¿Qué mensaje o reflexión le gustaría que el lector se llevara después de terminar el libro?
–Creo que esta es la pregunta más difícil de contestar. En el libro expongo que cualquier uso del agua no supone una destrucción del recurso, sino una transformación. Eso no debe ser interpretado como una llamada a la falta de responsabilidad en el uso del agua, que siempre debe ser optimizada al máximo para que discurra en la mayor medida posible por sus cursos naturales.
La gestión, tanto de la cantidad como de la calidad, es fundamental para conseguir el necesario equilibrio entre satisfacer las necesidades sociales y mantener la calidad de los ecosistemas fluviales y lacustres.
No existe una situación de emergencia global en el planeta ante una posible falta de agua, pero sí que la situación puede volverse muy difícil en algunas zonas, especialmente cuando se combinan varios factores, como la escasez natural de agua, la debilidad de los Estados para gestionar adecuadamente los recursos o la incapacidad de alcanzar acuerdos con otros países con los que los comparten. Igualmente también influyen los rápidos cambios en la disponibilidad hídrica derivados de la construcción de grandes presas o sistemas de riego a gran escala, los sistemas de depuración inadecuados que dejan gran parte del agua inutilizable por falta de calidad, y el fuerte crecimiento de la demanda para abastecimiento urbano, agrícola e industrial.
En muchos países en vías de desarrollo, especialmente de África y del Sur y suroeste de Asia, se dan muchas de estas circunstancias, por lo que sobre estas regiones hay que concentrar la atención e intentar adelantarse a las posibles crisis futuras.