Un residente lucha contra un incendio forestal cerca del pueblo de Abejera, en la provincia de Zamora, España, el 13 de agosto de 2025.
España pudo evitar la tragedia de los incendios con un sistema que Cataluña rechazó por ser «demasiado militar»
Ideado por el Astillero BAZAN Ferrol, gran parte del éxito de este sistema se debía a la constante medición de la temperatura y la ubicación mediante sensores infrarrojos conectados a cámaras con GPS y equipos de triangulación
Sin ningún tipo de duda, 2025 se ha convertido en un año tristemente catastrófico en lo que a los incendios forestales se refiere. 358.890,45 hectáreas calcinadas –7,3 veces más que en 2024– son las prueba más clara de una gestión forestal realmente ineficiente por parte del Ejecutivo español.
Mucho se ha hablado en los últimos meses de posibles soluciones para prevenir estos fuegos. Desde medidas de prevención más idóneas hasta productos milagrosos. Sin embargo, la solución podría haber estado en un sistema antiincendios creado hace décadas.
Conocido como Sistema Bosque, este proyecto fue ideado por el Astillero BAZAN Ferrol –predecesor de la actual Navantia– para la detección rápida de incendios en la década de los 90. Sin embargo, a pesar de las efectos positivos que presentaba el sistema en la detección de incendios forestales, la tecnología acabó rechazándose.
«El sistema Bosque nació de una idea brillante dentro de la Armada española. Se trataba de aprovechar los sistemas de defensa de doble uso, los que sirven tanto para la defensa como para fines civiles. Si un sensor es capaz de detectar la firma infrarroja de un misil, que viaja a 1.400 kilómetros por hora, ¿por qué no podría detectar un foco de calor en un bosque?», señaló a El Debate Francisco Gámez, periodista especializado en temas de Defensa y una de las personas que pudo observar los beneficios de esta iniciativa.
Gámez, quien se puso en contacto con El Debate tras los incendios que han diezmado gran parte del terreno forestal español el pasado verano, detallaba que en las distintas pruebas realizadas hace décadas, este sistema fue capaz de detectar un cigarrillo ardiendo a un kilómetro de distancia, con una precisión de apenas diez centímetros
«Funcionaba incluso de noche, cuando el humo no se ve, solo por la señal térmica. Eso significaba que podías saber, en tiempo real, el punto exacto en el que empezaba un fuego, antes incluso de que se convirtiera en incendio. Era una revolución», señala.
Gran parte del éxito de este sistema se debía a la constante medición de la temperatura y la ubicación mediante sensores infrarrojos conectados a cámaras con GPS y equipos de triangulación. De igual manera, cada observatorio Bosque podía llegar a cubrir unas 30.000 hectáreas.
«Con eso, una región entera como el Bierzo o la zona de Sanabria podría haberse vigilado sin interrupciones. Era una tecnología de defensa aplicada a la protección de los bosques», destacaba Gámez.
La gran pregunta que surge, viendo el gran éxito revelado en las pruebas, es por qué motivo no fue aplicado por las autoridades: «Cuando el sistema se presentó, los ingenieros lo llevaron a las administraciones competentes, pero me temo que no hubo respuesta».
Ante esta situación, Gámez decidió enviar en 1994 una carta a la consejera de la Generalitat de Cataluña, María Eugenia Cuenca, tras los incendios de aquel año –con más de 65.000 hectáreas calcinadas en la comunidad–. Sin embargo, la Generalitat lo dejó pasar.
«Decían que era un producto de la industria de Defensa y que no estaban por la labor. Les sonaba a demasiado militar, a mentalidad de cuartel. Hubo incluso quien dijo: 'Nosotros no somos partidarios de comprar sistemas mancomunados con otras ramas del Estado'. Y, por supuesto, evitando siempre decir la palabra España», se lamentaba.
Sin ir más lejos, la propia consejera llegó a señalar en septiembre de 1994 a medios de la capital condal que desconfiaba de los equipos antiincendios «mancomunados con otras Administraciones».
«En el fondo, se rechazó porque el sistema venía de una empresa de defensa del Ejército español. En cuanto escuchaban que lo había diseñado gente de la Armada o de los astilleros de Ferrol, bajaban la persiana. No querían saber nada. Esa es la verdad. No fue un problema técnico ni económico, fue ideológico y político», concluye Gámez.