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04 de mayo de 2024

Sam Bankman-Fried, fundador de FTX

Sam Bankman-Fried, fundador de FTXAFP

La semana tecnológica

El crimen financiero de Sam Bankman-Fried que empezó en una partida de póker

El rey de la criptos pasará 25 años en prisión por robar 8.000 millones de dólares y el riesgo de que «pueda hacer algo muy malo en el futuro»

Un tipo raro. Despeinado. Que jugaba a videojuegos mientras asistía a reuniones por Zoom. Un programador sin talento que tomó el camino del trading medio en broma, medio en serio. Había algo dentro de su cabeza que le hacía bueno en algo muy concreto, pero no sabía qué era.
Lo de negociar acciones, valores, fondos... «alguien me dijo que muchos licenciados en Física van a trabajar a Wall Street y pensé quién sabe, pero seguro que no saldrá nada», cuenta el escritor Michael Lewis en el libro Hacia el infinito, ascenso y caída de Sam Bankman-Fried, fundador de FTX (Deusto, 2024).

Sam solo sabía que tenía que subirse a un tres camino de Nueva Jersey para una entrevista de trabajo

Sam todavía no sabía que la estafa se iba a convertir en su medio de vida, ni que las criptomonedas fueran a convertirse en la base de operaciones de FTX. Sam solo sabía que tenía que subirse a un tren camino de Nueva Jersey para una entrevista de trabajo de lo más surreal con un proceso de selección basado en partidas de póker.

Metapóker

Cuenta Lewis que en la primera partida metieron a Sam en una sala con otros dos candidatos y un operador de la empresa que buscaba empleados. El operador repartió una mano de póker y les pidió que mostraran una sola carta. Después empezó a proponer extrañas variaciones de las reglas de póker como «puedes pagar cuatro fichas para poder cambiar una de las cartas por otra nueva» o «¿alguien quiere apostar a que la siguiente carta es de corazones?», «¿cuántos tréboles tenéis entre todos?». Una especie de metapóker en el que Sam entendió enseguida que la clave del juego era tomar decisiones rápidas sobre el valor esperado en situaciones extrañas, y actuar en consecuencia. Pero, ninguna situación le resultaba extraña, «lo que me sorprendió de ellos es que no hicieran nada sorprendente».

Sam entendió enseguida que la clave del juego era tomar decisiones rápidas sobre el valor esperado en situaciones extrañas

Al final de la primera ronda, Sam tenía muchas más fichas que los otros candidatos y sus entrevistadores le separaron del resto y le sometieron a otras cinco rondas de 45 minutos cada una. En ese instante, el futuro rey de las criptos descubrió en qué era bueno y decidió explotar aquello sin límites hasta el punto de cometer «el mayor fraude de la década», como lo calificaron muchos medios y el propio fiscal del caso.

Culpable

El resto es la historia de Sam Bankman-Fried mil veces contada. Un tipo sin dotes para socializar que puso en marcha FTX para captar dinero e invertirlo en criptomonedas con el riesgo que eso suponía en 2018 y que sigue suponiendo en 2024, donde las fluctuaciones son enormes y el dinero queda en el aire.
Sam es culpable de todos los cargos. Ha evitado 110 años de cárcel, pero nada le salvará de pasar 25 entre rejas. Tampoco los ricos y famosos con los que se codeó y a los que pidió 7.000 millones de euros en un grito desesperado cuando ya todo estaba perdido. Ese «la cagué» en un mail a su equipo y el arrepentimiento en sede judicial no le han servido porque el juez asegura que «existe el riesgo de que este hombre pueda hacer algo muy malo en el futuro» y añadió que «no es un riesgo trivial».

Ese «la cagué» y el arrepentimiento en sede judicial no le ha servido

Sam Bankman-Fried no tiene ese gen del guerrero que desemboca en comportamientos asesinos, pero su mente funciona bien para hacer el mal con toda esa nueva tecnología que se nos escapa de las manos y que él domina en su particular castillo de arena.
Una figura de ajedrez tumbada sobre su teclado en la cabaña 27 de la selva de Bahamas es lo que queda de su imperio. Todo sigue intacto, así lo han querido los liquidadores de esa isla donde fue detenido. Su cementerio sagrado a la espera de lo que pueda pasar dentro de un cuarto de siglo.
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