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El horario 996 ha entretenido este verano a los expertos en gestión del talento del sector tecnológico. Empresas emergentes de Silicon Valley se han lanzado a aplicar este modelo de trabajo de 9 a 9 durante seis días a la semana, como respuesta a las nuevas condiciones del mercado. La situación se ha endurecido en lo que se refiere al acceso al capital, en un entorno de tipos de interés menguantes, tensiones geopolíticas que no animan a las aventuras y, sobre todo, de incertidumbres sobre el desarrollo de la inteligencia artificial.

Todavía no llega ese modelo de negocio claro que despeje todas las dudas sobre su verdadero potencial como tecnología capaz de transformar el ciclo tecnológico. Y en buena medida retrasa su aparición porque la inteligencia artificial es hoy un sofisticado y deslumbrante Ferrari que debe avanzar sobre un empedrado de datos de poca calidad, sin formatos unificados y encerrados en silos.

La IA es hoy un sofisticado y deslumbrante Ferrari que debe avanzar sobre un empedrado de datos de poca calidad

En esas circunstancias, hay quienes piensan que hay que volver a los orígenes del sector tecnológico: desarrolladores que se duermen frente a la pantalla tras jornadas interminables de trabajo. Lo curioso es que la propia China decidió prohibir el modelo 996 hace unos años, aunque en el país de Xi Jinping la diferencia entre lo que se dice y la realidad, incluidos muchos de los datos oficiales de su contabilidad nacional, resulta muchas veces estratosférica.

Los detractores de esa fórmula para exprimir plantillas alegan que puede ser extremadamente perniciosa porque ahuyenta al talento de calidad, a esos profesionales sénior que valoran la conciliación familiar. Gente que puede proporcionar a una empresa en 40 horas semanales mucho más de lo que consigue un joven ingeniero en 80 horas. Lo cual nos lleva a la llamativa cuestión de la pérdida de interés de muchas empresas tecnológicas por los recién salidos de la universidad.

Gente que puede proporcionar a una empresa en 40 horas semanales mucho más de lo que consigue un joven ingeniero en 80 horas

Un informe de la consultora SignalFire advierte de que «la contratación de personal de nivel inicial está colapsando». Solo el 7 % de las contrataciones de las grandes tecnológicas son recién graduados, están fichando a un 25 % menos de personal joven que en 2023. La proporción de recién graduados que consiguen empleo en Alphabet, Amazon, Apple, Meta, Microsoft, NVIDIA y Tesla se ha reducido a más de la mitad desde 2022, hasta el 12 %.

En un viaje en tren entre Milán y Como este verano coincido con una estudiante china de Beijing que está a punto de terminar su semestre de estudios en Europa. Está matriculada en una carrera llamada Digital Humanities. No tengo claro que exista una definición clara y unívoca del término, con años ya de recorrido, pese a que hoy inspira estudios universitarios también en nuestro país y aparece en el frontispicio de institutos, fundaciones y organizaciones de todo tipo a nivel global.

La estudiante china me explica que su carrera se enfoca hacia todo lo referido al uso humano de la tecnología. Cómo construir productos y servicios pensados para las personas y cómo facilitar su uso. El mundo de las interfaces humano-máquina atrae volúmenes ingentes de atención en la actualidad, porque de la comodidad de uso dependerá mucho de nuestro interés futuro por los dispositivos cargados con inteligencia artificial. En la reciente feria de IFA Berlín, el principal evento sobre electrónica de consumo de Europa, ha quedado claro (se ha confirmado, podemos decir quienes venimos advirtiéndolo) que la voz tiene muchas papeletas.

«¿Qué impresión te llevas de Europa?», pregunto finalmente a nuestra universitaria del gigante asiático. «Aquí todo va muy lento», responde de inmediato. La velocidad es la clave, en efecto. Qué crudo escucharlo de una personita de apenas 20 años que aún acude a las aulas para terminar la carrera de Digital Humanities.

«¿Qué impresión te llevas de Europa?», pregunto finalmente a nuestra universitaria del gigante asiático. «Aquí todo va muy lento», responde

En esta era de alta tecnología, la velocidad marca la diferencia en la innovación y en buena parte de la economía. No hay que dejarse engatusar con los shows de humanoides, no son verdad (son tremendamente lentos, de hecho, por ahora). El verdadero desafío de la industria China es su capacidad de introducir innovaciones, y de certificar nuevos productos de los proveedores para introducirlos en la cadena de montaje, cada tres meses.

Podemos entretenernos en esas discusiones fuera y dentro del sector empresarial (el diletantismo en la política española destila puro pánico) que no conducen a acciones prácticas y fomentan la procrastinación. Mientras tanto, los compatriotas de mi joven amiga china siguen corriendo, haciéndolo mejor y más rápido. La pregunta no es si debemos aplicar el horario 996, sino por qué vamos tan despacio.

Eugenio Mallol es periodista especializado en innovación tecnológica, autor, conferenciante y columnista. En la actualidad es director de estrategia y comunicación de Atlas Tecnológico, el primer ecosistema de la industria 4.0 en España, y coordinador y analista de la Cátedra Ciencia y Sociedad de la Fundación Rafael del Pino.