La paradoja del lobo: cómo su caza llevó a la recuperación de la especie

La UE ha iniciado el camino de eliminar la sobreprotección del lobo y favorecer así la supervivencia de un sector ganadero imprescindible y cada día más agotado, dando así marcha atrás a años de políticas basadas en el sentimentalismo y no en la ciencia con terribles consecuencias

Ejemplar de lobo ibérico en España

Ejemplar de lobo ibérico en EspañaEuropa Press

El lobo está de actualidad. La reducción de su protección, promovida por la Unión Europea, genera opiniones encontradas entre quienes defienden la supervivencia de la especie y su coexistencia con la ganadería, puesta en peligro tras el incremento de sus poblaciones durante las últimas décadas, y quienes miran al lobo desde un punto de vista más romántico que ecológico y desconocen que su correcta gestión es lo que llevó al lobo a escapar de la extinción.

A finales de 1960, el lobo era considerado alimaña en España, enemigo del campo y por el ser humano, perseguido sin tregua. Estuvo, a principios de los 70, al borde de la extinción, desapareciendo de la práctica totalidad de la Península Ibérica y quedando reducido a algunas zonas del norte y puntos remotos de sierras del sur.

La gran determinación e importante labor divulgativa de Félix Rodríguez de la Fuente, entre otros, y la entrada en vigor de la Ley de Caza de 1970 convirtieron al lobo en especie cinegética, pasando de ser un enemigo a eliminar, a un recurso aprovechable y apreciado y cumpliendo con la máxima de que, lo que tiene valor, se cuida.

Es así como el lobo se convierte en esa especie emblemática en España y como cesa su persecución, incrementando de manera continuada desde ese momento sus poblaciones gracias a una ejemplar gestión, que permitía extraer algunos ejemplares allí donde su acumulación provocaba daños, generando riqueza en la zona y permitiendo a la especie recuperarse y, al mismo tiempo, su convivencia con la ganadería.

50 años de calma

Han sido 50 años de calma que han permitido que España pasara, de tener apenas unos ejemplares a principios de los años 70, a unos 2.800 a día de hoy, según los datos recogidos en el informe El lobo ibérico en España: poblaciones y efectos en la ganadería, elaborado por Fundación Artemisan gracias a los datos aportados por las distintas administraciones autonómicas.

Medio siglo de convivencia que se puso en riesgo tras la decisión del Ministerio de Transición Ecológica, en el año 2021, de incluir al lobo en el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial (LESPRE), lo que llevaba a la prohibición de su caza en el norte del Duero, única zona permitida en el momento, y a una sobreprotección de la especie que, lejos de favorecer su recuperación, la ponía de nuevo en el punto de mira de quienes temían, como así ha sucedido, que aumentaran de nuevo los ataques al ganado y los consecuentes daños económicos, y también sociales, en el mundo rural.

La inclusión del lobo en el LESPRE se confirmó como una traición al mundo rural, que se llevó a cabo bajo criterios como su valor cultural o su singularidad o rareza, sin tener en cuenta la situación real de la especie o los criterios técnicos y científicos que deben regir decisiones que tienen graves consecuencias para el medio ambiente y para una parte importante de la población, especialmente en la España que lucha contra una imparable despoblación, contra la desaparición de actividades tradicionales y el abandono del campo.

26 por ciento de incremento de población, 8.000 ataques al ganado y 10.000 cabezas depredadas

Tras tres años de incremento de la población de la especie, que aceleraba el ya registrado durante las últimas décadas, un 26 por ciento según el informe elaborado por Fundación Artemisan, de los daños producidos al ganado con cifras que alcanzan los 8.000 siniestros con 10.000 cabezas depredadas al año y un gasto anual de en torno a 3,5 millones de euros en compensaciones y más de 4 millones de euros en medidas preventivas solo en España, la Unión Europea inició el camino de eliminar la sobreprotección del lobo y favorecer así la supervivencia de un sector ganadero imprescindible y cada día más agotado, dando así marcha atrás a años de políticas basadas en el sentimentalismo y no en la ciencia con terribles consecuencias.

El Congreso de España se sumaba a la línea europea en marzo de este año, aprobando rebajar el exceso de protección del lobo y revirtiendo la decisión de incluir al lobo en el LESPRE, permitiendo de nuevo su control en el norte del Duero e, incluso, abriendo las puertas a recuperar su gestión en el sur, para volver a un modelo que funcionó y que era ejemplo a seguir en la recuperación de una especie que llegó a estar al borde de la extinción y se salvó gracias a la caza.

Éste es un ejemplo más de la distancia entre el mundo rural y la ciudad, del riesgo de legislar desde la ideología y el sentimentalismo y no desde criterios ecológicos y técnicos. Un ejemplo más de cómo las decisiones tomadas desde los despachos sin poner los pies en el campo, conllevan nefastas consecuencias. Pero también es un ejemplo de que es posible dar marcha atrás, rectificar y volver al camino y de que la voz del campo esta vez no ha quedado silenciada y tiene futuro.

«Que el lobo viva donde pueda y donde deba vivir, para que en las noches españolas no dejen nunca de escucharse los hermosos aullidos del lobo», Félix Rodríguez de la Fuente.

Luis Fernando Villanueva es director de Fundación Artemisan

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