Todo es doma
Con esa curiosidad insana que me caracterizaba, abrasaba a preguntas a todo perrero o dueño de rehala que podía. Saqué poca información. Al igual que un cocinero no te cuenta toda la receta, todos ellos me contaban algo, pero se reservaban mucho

Sebastián Pérez Arjona llegando a la suelta con los perros acollarados
La primera vez que escuché hablar de doma fue a Sebastián Pérez Arjona. Con poco más de doce años, tuve la suerte de que me dejara acompañarle a montear. Pronto vi que en aquellos perros había algo distinto. Respondían a las distintas voces y entonaciones de Sebastián, como si él diese instrucciones concretas y ellos atendiesen. Me sorprendió también la rapidez con la que recogió la rehala. Soltaría más de treinta perros en aquellos barrancos y no creo que juntásemos más de dos en todo el día. De camino a la casa, en su furgoneta, le pregunté: «Sebastián, ¿me explicas esto?». Con su mirada viva y su particular sorna, me sonrió y me dijo: «Todo es doma, querido amigo Diego».
Ese día comprendí que una rehala es más que un conjunto de perros. Que la labor de un perrero es más amplia que la que tenía en mi cabeza. Que lo que se hace en las perreras con ellos, desde cachorros, se refleja en el monte.
Con esa curiosidad insana que me caracterizaba, abrasaba a preguntas a todo perrero o dueño de rehala que podía. Saqué poca información. Al igual que un cocinero no te cuenta toda la receta, todos ellos me contaban algo, pero se reservaban mucho.
En 2010, cuando «nos echamos al monte» Jorge Torrubias y yo, descubrí algo que no sabía... Jorge y mi buen amigo Pedro Pozuelo eran alumnos muy aventajados de Sebastián en estas artes, así que tenía las respuestas a mis preguntas al alcance de la mano. A través de la escuela de Sebastián, de la experiencia que fue adquiriendo y de su sensibilidad, Jorge me enseñó la doma. Cómo es, cuándo empezar y qué se consigue.Jorge me enseñó la doma. Cómo es, cuándo empezar y qué se consigue.

Coque Torrubias recogiendo en la temporada pasada
La RAE la define como la acción y el efecto de domar, lo que implica hacer dócil a un animal a través del ejercicio y adiestramiento. Podemos aplicarlo a lo que hacemos, pero en nuestro caso tiene mucho más fondo. Eso sí, está muy lejos de la interpretación animalista, que solo ve sometimiento o dominio.
Antes de empezar a domar, tenemos que realizar una importante y paciente labor de análisis y observación de cada uno de los perros de manera individualizada y en conjunto. Entendiéndolos, la adaptaremos para sacar lo mejor de ellos.
La doma será siempre en positivo. Con mucha paciencia y tratándolos con mucho cariño. La voz es nuestro gran aliado. El perrero es el macho alfa dentro de la rehala. Es quien cuida a los perros y los provee de alimento, bebida y cuidados. Quien les da seguridad y ostenta el liderazgo. Un liderazgo que ha de ganarse y no imponerse. Y eso lo haremos con mimo, generosidad, afección y querencia. Que nos quieran y respeten supone una labor diaria y constante.
Se acerca la temporada y tenemos que trabajar con ellos. Habrá que afianzar conceptos con los cachorrones que ya cazaron la temporada pasada y empezar de cero con los cachorros que queremos incorporar en esta.
Durante la primavera, sacarlos a pasear por las cercanías de la perrera es algo muy valioso. Nos apoyaremos en algún perro maestro que salga con ellos. Un perro veterano con buen carácter y paciencia que admita su intensidad. Le seguirán e imitarán y, sin darse cuenta, aprenderán a seguir nuestro rastro y el del resto de perros, así como a bandear obstáculos: zanjas, gateras o muros de piedra. Se familiarizarán con las voces y silbidos que utilicemos y aprenderán lo que cada uno significa. Es un aprendizaje modelado que aporta muchísimo a esos diamantes en bruto.
Los perros piensan en base a causa y efecto, pero tardan en adquirir ese «uso de razón». Varía según la raza, casta o genética. Para mí, de media se alcanza entre los seis y los ocho meses. Es entonces cuando les pondremos, por primera vez, un collar, algo que les cuesta pues supone llevar encima algo que nunca han tenido. Tras ello, les enseñaremos a ramalear y a que se sientan cómodos paseando con la correa. Superadas estas fases, hay que ayudarles a que perciban su medio de transporte como algo positivo, que sepan que es aquello que los lleva a cazar y los trae de vuelta a casa. Al montear es su único punto de referencia en las manchas y hay que crear una querencia, lo que ayudará en la recogida.
Sacar a los perros al monte sin doma previa es una temeridad y puede tener consecuencias. Esa educación previa crea un vínculo especial entre el perro y el perrero, y los adelanta cognitivamente. Es un desarrollo extra que mejora mucho su desempeño en el monte desde edades tempranas, que es cuando mejor se aprenden las cosas.
Cuanto más les das, más te devolverán. No escatimar en tiempo, cuidados y manejo es muy positivo para todos. En esta importante labor, Jorge y yo contamos con la inestimable ayuda de sus dos hijos, Marcos y Coque. Desde que son cachorritos, juegan con ellos y se crea un fuerte vínculo, suavizándolos y haciendo que entren a la doma rápida y fácilmente.
El remate de todo lo anterior llega con el campeo. Aquí comprobamos las enseñanzas aportadas, incidiremos en lo que les haga más falta y terminaremos su educación antes de la temporada mientras vamos poniendo a todos en forma. Y así es la pretemporada.
- Diego Gómez-Arroyo Oriol es perrero