El ballet de los perros
Un perro entrenado en la muestra no es un simple andarín del campo que queda paralizado ante una emanación. El perro de muestra debe tener pasión por lo que hace
Perro de caza en Galicia
La sensibilidad, la capacidad de emocionarse ante hechos, actos o sentimientos, es algo muy humano. Hacerlo con la música, una película, un baile es algo relativamente nuevo en los cientos de miles de años en la historia del ser humano. Pero la sensibilidad humana también es capaz de excitarse ante hechos naturales, como un paisaje, una puesta de sol o amanecer, el vuelo de un gran ave... y también por el simple comportamiento animal.
El actual hombre urbanita se ha ido alejando de muchas de estas causas de excitación de la sensibilidad y, por más que existe una actual tendencia a volver a disfrutar de la naturaleza, se encuentra lejos de recuperar su capacidad de volver a esos orígenes de hace apenas unos decenios. En la caza hay múltiples ocasiones en las que podemos emocionarnos y seguiremos haciéndolo, le pese lo que le pese a la imposición woke de lo que debe o no debe ser. Hoy les hablaré de los perros de muestra.
Un perro entrenado en la muestra no es un simple andarín del campo que queda paralizado ante una emanación. El perro de muestra debe tener pasión por lo que hace. No es que le divierta, porque en ese caso abandonaría ante el cansancio o el dolor y son muchas las veces en las que hay que parar a los canes cuando se observa que su instinto les lleva a un agotamiento, o cuando el suelo pedregoso ha causado alguna lesión en sus almohadillas. Y el perro querría seguir.
Si la pieza hace un lento avance de huida, el perro acompasará su movimiento, tanto en ritmo como en la distancia entre ellos
Simplemente, el perro se apasiona con la búsqueda llevándole casi a una obsesión. Cuando capta una emanación entra en algo parecido a un trance; su inmovilismo no es por entrenamiento sino resultado de ese ensimismamiento casi hipnótico que le lleva incluso a hacerle temblar y a que la mandíbula le castañetee. El desarrollo de esa alteración psicológica, casi onírica, variará según el comportamiento de la pieza origen de la emanación, pudiendo llegar a un verdadero ballet animal. La quietud puede evolucionar a un acercamiento casi felino en el que el perro bajará la altura de su espalda, tensionará sus extremidades, incluido su rabo y empezará a dar pequeños pasos, agachándose y poniendo especial cuidado para plantar cada una de sus patas con suavidad supina y minimizar el ruido de cada pisada, y se irá acercando todo lo que pueda. Si la pieza hace un lento avance de huida, el perro acompasará su movimiento, tanto en ritmo como en la distancia entre ellos. Si da pasos rápidos para preparar su escape, el perro, siempre más grande, dará pequeños pasos en la misma frecuencia, que finalizarán de golpe en otra situación de absoluta quietud en cuanto la pieza se detenga. Si en vez de esos pequeños pasos rápidos, la pieza intenta su huida con lentísimos movimientos, el perro hará otro tanto.
Y lo más sorprendente de todo es que en la mayoría de las ocasiones, toda esa sincronización no se consigue por la vista, puesto que en las mas habrá entre ellos una maraña vegetal que les separe. La detección de la pieza, su distancia y movimientos se consigue exclusivamente por la nariz, captando los efluvios, que el perro distingue de una u otra forma según estén parados o en movimiento, según se muevan lenta o rápidamente. Es difícil de creer si no se ha visto, pero es así.
Y yo me emociono, sí, le pese a quien le pese, porque me parece algo mucho más bello que un perro corriendo y saltando para coger en el aire un frisbi, o haciendo zig zags para superar un obstáculo de agility, porque esto último es producto de un muy elogiable y difícil entrenamiento, mientras que la muestra y la guía son puro instinto que no se hace a la orden; el dueño se ha limitado a poner al perro en esa situación para que él descubra sus ancestrales capacidades.
Es curioso que haya muchas más personas que hayan visto un comportamiento similar por medio de documentales televisivos sobre grandes felinos africanos que en las acciones de caza patrias, siendo España, desde hace siglos, cuna y reino de los perros de muestra. Y resulta paradógico que muchos de ellos disfruten de una fría imagen en pantalla, pero expresen nulo interés en experimentar la sensación de verlo en vivo y en directo y que incluso lo desprecien, quizás porque lleva el apellido «caza». Es, para mí, un prejuicio absurdo y una contradicción, pero eso es algo demasiado habitual en la España de hoy, en la que muchos no piensan mas que lo que los filtros ideológicos de otros les permiten y no tienen otra coherencia que el resultado de ese pensamiento tamizado por terceros.
En cualquier caso, yo confieso que la imagen de uno o varios perros parando y guiando a perdiz o a codorniz me sigue emocionando y que es la causa principal por la que seguiré saliendo a cazar en mano mientras mis piernas me lo permitan.
Antonio Conde Bajén es miembro del Real Club de Monteros y de la Asociación Española del Perro Perdiguero de Burgos