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Andrés Pajares, en la portada de la revista 'Semana'

La caída a los infiernos de Pajares y el consejo de Pérez-Reverte

El actor se considera una víctima del «terrorismo televisivo», que destruyó su carrera

Ya se sabe: todo lo que sube, baja. Lo sabe bien Andrés Pajares. Fue, a dúo con Esteso, el actor más taquillero del cine español. Después se puso serio y ganó el Goya a mejor actor principal por ¡Ay, Carmela!, de Carlos Saura. El éxito continuó entre interjecciones, esta vez en televisión, con la primera serie de una cadena privada que superó a la televisión pública, ¡Ay, Señor, Señor!, de Fernando Colomo y emitida por Antena 3. Y después llegó la caída a los infiernos. El cuarto episodio del documental Pajares & Cía (Atresplayer) se dedica, en buena parte, a este descenso en picado.

¿Qué ocurrió? ¿Cómo pudo caer tan bajo? Pues en parte por la irrupción de las televisiones privadas. Se empezó a hacer un periodismo del corazón más agresivo, que no solo se nutría de glamur. Y fue en ese momento en el que entraron en la rueda rosa una nueva generación de famosos, «los hijos de». La de Rocío Carrasco, por ejemplo. Y los de Pajares, de nombre Andrés (hijo de su primera mujer, fallecida en 1973) y Mari Cielo, que se convirtieron en unos personajes televisivos. Para más inri, el cómico tuvo problemas con su mujer Chonchi Alonso, su pareja durante más de veinte años y madre de la citada Mari Cielo. Y, no, no fue una gozada de divorcio, como el que titulaba la película que él protagonizó en 1981. Novios y ex novios de sus hijos condimentaron los escándalos. Su familia estaba todo el rato en la tele, y no precisamente en los programas más prestigiosos.

«He sufrido el terrorismo televisivo. Noches en vela con personajes y personajes y personajes en distintas cadenas haciendo terrorismo televisivo me han destrozado», se quejaba el actor en una entrevista de Jaime Cantizano en ¿Dónde estás corazón? que se recupera en el documental. Entonces, se sentía acosado y acusado.

Pero no se convirtió en el pim pam pum de los programas del corazón por causalidad. No habría llegado hasta ahí de haber escuchado atentamente a Esteso, su pareja cinematográfica más rentable: «Cometió un error, que fue contestarles. Lo mejor es no darles carnaza. Porque si no, eso no acaba nunca», le había aconsejado.

El momento más dramático tiene fecha: 29 abril de 2008. Las noticias hablan de que Pajares ha asaltado en un despacho de abogados próximo al Santiago Bernabéu. Es en el que le llevaban sus cuentas. Llegó cubierto y con una pistola, que después se supo que era falsa. Pasa horas en comisaría, donde le da un ataque de ansiedad. Es trasladado al hospital. Sale en libertad con cargos. Le hacen pruebas de todo tipo. No había tomado nada. Estaba limpio de todo.

¿Qué le había ocurrido? Según el documental, actúo así porque a «una depresión de caballo» se sumó «un ataque de ansiedad». Estuvo un mes en una clínica barcelonesa. Y salió sano. Hoy, prefiere olvidar aquello. En su única intervención actual en este cuarto capítulo, Pajares opta por el regate verbal: «Hay una etapa en mi vida de cuyo nombre no quiero acordarme. Hubo quien se lucró miserablemente y me hizo sufrir».

Añade que un día se encontró con Arturo Pérez-Reverte, «mi querido y admirado autor, vecino mío». Le dio un consejo que, desde entonces, se ha aplicado: «Andrés, sé que esto es un término taurino, pero no entres al trapo». Le ha hecho caso a don Arturo.