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02 de mayo de 2024

El oficio de aprender

El oficio de aprender se estrena en los cines este viernes 28 de octubre

Crítica de cine

'El oficio de aprender': el trabajo como vía de sanación

El cineasta François Favrat dirige un agradable filme sobre la familia, la inmigración y el trabajo

El cine francés es especialmente sensible a la cuestión de la integración social de los descartados (inmigrantes, parados, discapacitados…). Las bolsas de inmigrantes desocupados que proliferan en las periferias de las grandes ciudades son un caldo de cultivo de delincuencia, drogadicción y prostitución. La fórmula del 'gueto' es una forma fallida de aparcar el problema en perímetros 'malditos'. En los últimos tiempos varias películas francesas se han acercado a esta cuestión desde la perspectiva de la integración laboral: Alta Costura (Sylvie Ohayon, 2021), La brigada de la cocina (Louis-Julien Petit, 2022) o Especiales (Olivier Nakache y Eric Toledano, 2019) son excelentes ejemplos muy recientes. La película de la que hoy hablamos, dirigida por el siempre interesante François Favrat, es una más en esta línea de cine social optimista.
Naëlle (Najaa Bensaid) es una joven de diecinueve años que vive en un barrio problemático de Nantes. Arrastra un pasado complicado, y tiene asignado un educador de los servicios sociales que le hace un seguimiento. Naëlle vive con su madre y su hermana pequeña, a la vez que asiste obligatoriamente a un taller de integración. Allí conoce a su monitora, Hélène (Agnès Jaoui), que enseguida va a mostrar cierta predilección por ella y va a decidir apostar por su futuro. Pero Naëlle es la primera que no cree en sí misma. Y por si fuera poco, unas deudas contraídas con un camello de barrio van a hacer muy difícil el salto de Naëlle hacia un futuro esperanzador.
Si en Alta Costura era el mundo de la moda el que se abría como posibilidad ante los ojos de la protagonista, y en La brigada de la cocina era el universo de la restauración, aquí va a ser el minoritario mundo de las vidrieras ornamentales. Naëlle, destacada grafitera de barrio, va a descubrir un oficio en el que podría llegar a ser alguien… si tuviera fe en sí misma. En ese recorrido va a ser muy importante la figura de Paul (Pio Marmai), el maestro artesano que la tiene que enseñar. La trama principal se desarrolla en el ámbito de Les Compagnons Du Devoir, una organización de escuelas de oficios muy tradicional en Francia, con más de setenta años de antigüedad y con cierto aire masónico en sus ceremonias y costumbres.
El camino de recuperación de Naëlle se levanta sobre dos pilares: sus amigos y la gente que le apoya y su familia. Solo cuando ella se siente incondicionalmente afirmada y acogida es cuando se pone en condiciones de confiar en sí misma, superar sus miedos y dar pasos adelante. Estos planteamientos son calcados de las películas anteriormente citadas y por ello pueden parecer poco originales. Pero no por ello son menos verdaderos, y la interpretación de Najaa Bensaid, que está cargada de autenticidad, contribuye a hacer plausible la historia.
A la trama principal descrita se añade la historia familiar de la mentora de Naëlle, Hélène, con cuya hija ha roto cualquier tipo de relación. Curiosamente Naëlle será un improvisado factor en la evolución de ese vínculo materno-filial herido. En definitiva, un agradable filme que trata de inmigración, familia, trabajo, amistad… en un cóctel cuyo ingrediente principal es una concepción luminosa del ser humano.
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