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24 de abril de 2024

Henry Fonda en una escena de 'Mi nombre es Ninguno'

Henry Fonda, en una escena de 'Mi nombre es Ninguno'

Historias de película

La muerte de Henry Fonda que salvó a las leyendas del Oeste

El actor aceptó «sacrificarse» para poner el broche a la edad dorada del wéstern

Prácticamente todos los grandes actores de Hollywood fueron protagonistas de algún wéstern. El género que ayudó al cine estadounidense a convertirse en un fenómeno de masas contó con figuras de la talla de John Wayne, James Stewart, Gary Cooper o Henry Fonda. Gigantes de la gran pantalla que se enfundaron las pistolas para rodar varias de las mejores películas de la historia.
Títulos como La diligencia, Solo ante el peligro o Fort Apache marcan la edad dorada del wéstern. La figura de John Ford está estrechamente ligada al aumento de la calidad de una serie de cintas que consiguieron hacer de los duelos entre vaqueros o la lucha contra los indios historias con fondo y centradas en la propia condición humana.
Pero el género ha sabido reinventarse con el paso de los años. Ya en la década de los 60 se comenzó a perfilar un nuevo tipo de personaje, con muchos más grises y que encumbró a figuras como Clint Eastwood. El siguiente hito en este recorrido por el Oeste lo marcan dos hombres, Bud Spencer y Terence Hill. El spaghetti western dio otra vuelta de tuerca y restó seriedad a las películas de vaqueros. Las balas se tornaron en puñetazos y Le llamaban Trinidad convertía a los héroes del Far West en figuras risibles.
Bud Spencer y Terence Hill en una escena de 'Le llamaban Trinidad'

Bud Spencer y Terence Hill, en una escena de 'Le llamaban Trinidad'

Es en este punto donde resurge la figura de Henry Fonda y su relación con los mitos del wéstern. En 1973 se estrenaba Mi nombre es Ninguno, película que unió en la gran pantalla a dos generaciones de 'vaqueros' con la presencia del propio Fonda, Terence Hill y la siempre genial banda sonora de Ennio Morricone.
Aunque impera un fuerte carácter cómico, la cinta también puede leerse como el cara a cara entre dos formas de entender el género. Los clásicos, personificados en un veterano Henry Fonda, frente a la novedad que representa Terence Hill. La trama avanza en paralelo a los intentos de Ninguno (Hill) por encontrar a Jack Beauregard (Fonda), un legendario pistolero al que idolatra. Tras enfrentarse juntos a toda una banda de forajidos, en una escena cargada de épica y con elementos característicos del Viejo Oeste como los asaltos al tren, las explosiones y las cargas de caballería, el viejo Beauregard (el viejo Fonda) entiende que es el momento del adiós.
En un duelo que no es tal cosa, «el más rápido del Oeste» se deja vencer por el estrambótico Ninguno, que se alza así con el honor de ser el «más buscado». La caída de Henry Fonda, con fotógrafos de por medio, es la imagen que sella la cesión del testigo. El tiempo de los iconos de Hollywood daba paso a las nuevas estrellas y el actor quiso darle un final a la altura.
Henry Fonda y Terence Hill en 'Mi nombre es Ninguno'

Henry Fonda y Terence Hill en 'Mi nombre es Ninguno'

El final de la película es una carta de despedida que firma Jack Beauregard en nombre de todos esos vaqueros que, como él, no estaban tan muertos. Un alegato en favor de los clásicos y una advertencia a las nuevas generaciones: «De ahora en adelante, caminarás con mis botas, y tal vez ya no te reirás tanto. Pero aún puedes hacer una cosa, puedes preservar un poco de esa ilusión que hizo funcionar a mi generación».
El adiós de los pilares sobre los que se construyó el mito del Oeste debilitó su estructura. Con el paso de los años el género languideció. Sin embargo, como en el caso de Mi nombre es Ninguno, no fue una despedida definitiva. El wéstern resurgió con títulos como Sin perdón y, haciendo gala de su capacidad para adaptarse a los tiempos, ha sabido conectar con los más jóvenes a través de nuevas plataformas. Una historia protagonizada por vaqueros, Red Dead Redemption, está considerado por muchos como el mejor videojuego publicado hasta la fecha.
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