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Stanley Kubrick

Stanley Kubrick, en una imagen de archivo

Cine

La mejor película de la historia del cine español, según Stanley Kubrick

En sus 70 años de vida, el director confesó tan solo en dos ocasiones cuál era su filme favorito

Stanley Kubrick dedicó casi cincuenta años de su vida al cine. Realizó su primer cortometraje en 1951 y su última película en 1999. Entre medias, su ópera prima, Atraco perfecto (1956) le abrió las puertas de un olimpo cinematográfico en el que se ganaría un sitio por derecho propio. Aquel fotógrafo que comenzó en la revista Look su carrera profesional para después pasarse al cine hizo todo lo posible para evitar la mediocridad en sus obras, intentando que perdurasen y no cayesen en el olvido.

En cada uno de sus proyectos, su principal preocupación era encontrar la historia adecuada. Algunas le llegaron rápidamente, como por ejemplo, la de La naranja mecánica (1971), quizás la más icónica de su carrera junto a El resplandor (1980) o 2001: Una odisea en el espacio (1968). Recibió de manos de Terry Southern un ejemplar del libro de Anthony Burgess en la década de los sesenta y su convencimiento fue tan inmediato que consiguió que Warner comprase al instante los derechos. Otros, en cambio, llegaron con más lentitud o fueron lamentablemente abandonados.

Sea como fuere el dominio técnico y audiovisual de sus trece obras lleva a pensar que en una lista de las mejores películas de la historia del cine al menos una de ellas debería estar firmada por él. Que no reconozcan ninguna de las anteriormente mencionadas u otras como Espartaco (1960), Lolita (1962), ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1964), La chaqueta metálica (1987) Barry Lindon (1975) o Eyes Wide Shut (1999)parece un auténtico sacrilegio.

Sin embargo, cuando Kubrick tuvo que responder a la pregunta de cuáles eran las grandes obras maestras jamás creadas le pudo la humildad. Ya fuera por modestia propia o pura admiración a otros cineastas, seleccionó diez que no formaban parte de su filmografía. Fue hace más de sesenta años en una revista estadounidense incipiente llamada Cinema. Aunque dejó de publicarse en 1976, dejó para la historia un ranking de clásicos del cine según el mítico director, siendo Los inútiles (1953), de Federico Fellini, su favorita.

Su segunda película como realizador fue un auténtico dolor de cabeza para el italiano, pero también supuso su consagración ante la crítica tras otogarle el León de Plata en el Festival de Venecia de 1953. Por aquel entonces, su primera película en solitario, El jeque blanco había sido un fracaso en taquilla y necesitaba un guion que revitalizase su carrera si quería que continuase. Lo consiguió con esta historia sobre cinco vitelloni, hombres sin empleo que malviven perezosamente en un pequeño pueblo en plena posguerra.

Fotograma de 'Los inútiles'

Fotograma de 'Los inútiles'

Junto a Los Inútiles, Kubrick destacó nueve filmes imprescindibles: Fresas salvajes (1957), de Ingmar Bergman; Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles; El tesoro de Sierra Madre (1948), de John Huston; Luces de la ciudad (1931), de Charlie Chaplin; Enrique V (1944), de Laurence Olivier; La noche (1961), de Michelangelo Antonioni; Detective a la fuerza (1940), de Edward F. Cline; Roxie Hart (1942), de William A. Wellman; Los ángeles del infierno (1930), de Howard Hughes.

Teniendo en cuenta que fue elaborada 36 años antes de su muerte, lo lógico sería pensar que Kubrick se arrepintió de nombres alguna de estas películas como sus favoritas. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Poco después de su fallecimiento su hija Katharina confirmó que seguía sintiendo la misma admiración que entonces por cada una de ellas, pero, había añadido algunas más: Trenes rigurosamente vigilados (1966), de Jirí Menzel; Un hombre lobo americano en Londres (1981), de John Landis; ¡Al fuego, bomberos! (1967), de Milos Forman o Metropolis (1927), de Fritz Lang.

Fotograma de 'El espíritu de la colmena'

Fotograma de 'El espíritu de la colmena'

No faltaban tampoco Los hombres blancos no la saben meter (1992) de Ron Shelton; (1946), La bella y la Bestia, de Jean Cocteau; El padrino (1972), de Francis Ford Coppola; La matanza de Texas (1974), de Tobe Hooper; Tarde de perros (1975), de Sidney Lumet; Alguien voló sobre el nido del cuco (1975), de Milos Forman; Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles; Abigail’s Party (1977) de Mike Leigh y El silencio de los corderos (1991), de Jonathan Demme. Sin olvidar, además, una joya del cine español, El espíritu de la colmena (1973), de Víctor Erice. En vida, también se mostró seguidor del trabajo de Max Ophuls, Elia Kazan, François Truffaut, Francis Ford Coppola o Andrei Tarkovsky.

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