Hay películas que, si las ves por primera vez a la edad adecuada, tienen la capacidad redentora de inspirarte. El club de los poetas muertos es una de ellas. Sincera, idealista, esperanzadora, solo hace falta un verso para apreciar su impacto cultural desde 1989. ¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! ya no evoca tanto al poema que Walt Whitman compuso como elegía al entonces presidente de Estados Unidos, Lincoln, sino a Robin Williams. Nadie mejor que él para interpretar a John Keating, ese profesor poco convencional que transforma la vida de unos cuantos estudiantes de la escuela masculina de Nueva Inglaterra. Su apropiación de la poesía es el mejor testimonio de su legado perdurable y esta escena en particular una de las que quedan grabadas a fuego en la memoria.