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Paul Newman, en una imagen de archivo

Paul Newman, en una imagen de archivo

Cine

La actriz que se negó a volver a trabajar con Paul Newman: «No le soporto, es ególatra y falso»

A pesar de tener la imagen de galán impecable, cuando coincidieron en un rodaje, la admiración brilló por su ausencia

Dícese del egoalta: actor o actriz que no actúa, sino que interpreta su propio reflejo. Alguien que convierte cada alfombra roja en un escenario y cada entrevista en un monólogo ensayado.

Dícese también del falso: encantador en pantalla, pero hueco en la vida real; especialista en frases de guion fuera de plano y promesas con fondo de cartón piedra.

Dos calificativos que ningún intérprete quiere en su biografía artística, pero que en Hollywood abundan más que las estatuillas en las vitrinas. Uno vive del aplauso fácil; el otro, del personaje permanente. Ambos pueden seducir al público con carisma y talento, pero basta una mirada entre bastidores para comprobar que lo que brilla... no siempre tiene profundidad.

Eso lo sabía bien Ava Gardner, nacida en Carolina del Norte en 1922, hija de granjeros y criada entre el barro y los sueños del sur profundo de EE. UU. A los 18 años, un cazatalentos descubrió su fotografía en el escaparate del estudio de su cuñado y, sin haber tomado una clase de interpretación en su vida, aterrizó en la Metro-Goldwyn-Mayer. Con el tiempo, se convirtió en una estrella de primera línea gracias a títulos como Pandora y el holandés errante (1951), La condesa descalza (1954), Mogambo (1953) o La noche de la iguana (1964). Pero más allá del glamour, fue sinónimo de autenticidad salvaje, y eso incluía decir siempre lo que pensaba, sin importar el quién ni el dónde.

Durante el rodaje de El juez de la horca (1972), Ava no se guardó nada sobre su opinión de Paul Newman, la estrella del filme. Newman, nacido en Ohio en 1925 y con una carrera impecable desde Marcado por el odio (1956), era ya por entonces un actor consagrado gracias a papeles en El buscavidas, Dos hombres y un destino o La leyenda del indomable. También era admirado por su activismo político, su carisma ante la cámara y sus ojos azul hielo. Pero nada de eso impresionó a Gardner. Todo lo contrario. «No soporto a ese hombre. Es un ególatra y un falso, siempre está actuando», sentenció la actriz con su habitual contundencia.

Vídeo Ava Gardner

En la película, dirigida por John Huston, Newman interpretaba a Roy Bean, un forajido que se autoproclama juez en un pueblo del oeste de Texas y comienza a aplicar una justicia surrealista e impredecible, siempre guiado por su devoción ciega a la actriz de cine mudo Lily Langtry, a quien nunca ha conocido en persona. Ava Gardner, como un guiño poético del destino, fue elegida para interpretar justamente a Lily Langtry, el objeto idealizado de Bean. Su aparición era breve, en los minutos finales del filme, pero su aura era esencial para sostener la mitología que envolvía al personaje de Newman.

Ubicada en el noveno puesto del reparto, Gardner no tuvo un papel protagonista, pero su sola presencia en el set fue suficiente para provocar tensiones. Algunos informes de producción apuntan a que la actriz, ya entonces con problemas reconocidos de alcohol, se mostraba irritable e impaciente durante las escenas compartidas con Newman. Aun así, quienes la conocían sabían que no era una reacción impulsiva. Simplemente, lo detestaba.

Y mientras ella decía de sí misma: «No soy más que una chica sencilla salida de una granja. Nunca quise ser otra cosa», la realidad es que Gardner fue mucho más: actriz con magnetismo de estrella, mito erótico, amante de las noches largas, el jazz, las palabrotas... y de Frank Sinatra, a quien amó con furia y sin tregua. Una mujer libre, sin maquillaje emocional.

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