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John Wayne, en un fotograma de Río Bravo

John Wayne, en un fotograma de Río Bravo

Cine

El wéstern perdido de John Wayne: «Lo he buscado por todo el mundo»

El actor rodó más de 80 westerns, pero hay uno que nunca podrás ver y que ha pasado a la historia no por su calidad, sino porque se esfumó como el polvo del desierto que tantas veces pisó el ‘Duque’

Hablar de John Wayne es hablar del hombre que personificó el espíritu del Oeste en la gran pantalla. Nacido como Marion Robert Morrison, su salto a la fama llegó en 1939 con La diligencia de John Ford, una película que no solo lo convirtió en estrella, sino que consolidó el western como uno de los géneros más influyentes de Hollywood. Con su imponente presencia, su voz grave y esa forma inconfundible de caminar, el «Duque» se convirtió en el arquetipo del héroe rudo pero íntegro, símbolo de la América profunda.

El western, nacido en los albores del cine mudo, se había transformado en la gran mitología fundacional de Estados Unidos. Sus relatos de colonos, forajidos y tierras salvajes no solo entretenían, también exaltaban los valores del expansionismo. Wayne, con más de 80 películas de este género, se convirtió en su máximo embajador. Bajo la dirección de maestros como John Ford y Howard Hawks, el icono del Oeste llevó al público a enamorarse de esos paisajes áridos, los duelos al amanecer y los personajes curtidos a golpe de polvo y pólvora.

Sin embargo, no todos los westerns que protagonizó el «Duque» alcanzaron el prestigio de Centauros del desierto o Río Bravo. Antes de su consagración en La diligencia, el actor californiano rodó cintas mucho más modestas. Entre ellas destaca La gran jornada (1930) de Raoul Walsh, una epopeya rodada en 70 mm que fracasó en taquilla por la Gran Depresión. Ese tropiezo lo relegó a la llamada Poverty Row, los estudios de bajo presupuesto, donde trabajó en títulos menores como El camino de Oregón (1936), dirigida por Scott Pembroke para Republic Pictures.

Esta última producción, estrenada apenas tres años antes de su gran éxito, es hoy uno de los grandes misterios del cine clásico. No se sabe si era una buena película porque ha estado perdida más de 75 años. ¿Cómo pudo desaparecer un western sonoro cuando ya había sistemas de archivo mucho más organizados? La respuesta no está clara. Bob Sigman, director del museo de Lone Pine, explicó en una entrevista a la BBC en 2013 que probablemente la película fue archivada con un título equivocado. «Puede que esté en una lata de película con otro nombre escrito en la tapa», señalaba.

El Camino de Oregon duraba apenas 59 minutos y narraba la historia de un oficial del ejército estadounidense que perseguía al asesino de su padre. Entre su reparto destacaban Ann Rutherford —que más tarde participaría en Lo que el viento se llevó— y el legendario especialista Yakima Canutt. No era una superproducción; de hecho, Republic Pictures la concibió para obtener beneficios rápidos y sin demasiadas pretensiones. Pero, como tantas otras cintas de la época, las copias físicas se perdieron o se desintegraron con el paso del tiempo.

El problema de la conservación cinematográfica en los primeros años de Hollywood fue enorme. Las películas se proyectaban, se archivaban sin cuidado en bodegas y, con el tiempo, muchas se degradaban o directamente se destruían. Martin Scorsese ha estimado que el 90 % del cine estadounidense anterior a 1929 se ha perdido, junto con el 75 % del cine mudo. Por eso resulta tan sorprendente que un western de la estrella del Oeste de 1936 —una época en la que ya se había avanzado en conservación— haya desaparecido por completo.

Tan solo se conservan varias imágenes de la película

Tan solo se conservan varias imágenes de la película

El intérprete de True Grit tiene otros dos títulos que también se consideran «perdidos»: Adventure’s End (1937) y Baby Face (1933), aunque de esta última apareció una copia en 2004 en la Biblioteca del Congreso. Si la historia se repite, algún día podría hallarse El camino de Oregón, pero los expertos son escépticos: probablemente las últimas copias se destruyeron hace décadas o se han desintegrado.

«Lo he buscado por todo el mundo. Es uno de los tesoros que todos desean», explicaba Sigman. Y es que esta producción menor se ha convertido en una especie de santo grial para los amantes del western. Su pérdida no solo priva a los cinéfilos de una pieza más del legado de la leyenda de Hollywood, sino que recuerda lo frágil que es el patrimonio cinematográfico.

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