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La edad de la inocencia (Movistar+)

La edad de la inocencia (Movistar+)

Cine

¿Qué hace un director como tú en una película como esta?

Estos cineastas demuestran que saben desenvolverse en cualquier género cinematográfico

Asociamos a John Ford al wéstern, a Alfred Hitchcock, al misterio, a Martin Scorsese, al drama violento y a Frank Capra, a la comedia romántica. Pero todos ellos se atrevieron a cambiar de género… ¡y cómo!

'La edad de la inocencia' (Martin Scorsese)

A muchos sigue pareciéndoles mentira que el director de Taxi driver, Toro salvaje o Uno de los nuestros dirigiera la delicada adaptación de la famosa novela de Edith Wharton. Daniel Day Lewis, Michelle Pfeiffer y Winona Ryder se dieron cita en este drama de época sobre un hombre atrapado entre su honor y sus deseos en un relato donde el diseño de producción y el vestuario tan apabullantes casi nos hacen olvidar que quién puso la cámara es uno de los directores que mejor han sabido reflejar la crueldad y la violencia.

Quizá sabiendo esto entendemos mejor un filme donde la violencia psicológica a la que se ven sometidos unos personajes atrapados en un mundo, unas normas y una sociedad crueles, es tan asfixiante como la de Infiltrados o Shutter Island.

'Matrimonio Original' (Alfred Hitchcock)

El director que ha pasado a la historia como el mago del suspense no pudo resistirse, en plena década de los 30, al género de moda, la screwball comedy. Para ello, contó con una de las actrices más cómicas y elegantes que ha habido jamás, Carole Lombard, y con el desternillante Robert Montgomery para dar vida a un matrimonio que descubre que, a causa de un error burocrático, no han estado casados jamás y que llevan años viviendo «en pecado».

Ello les hará redefinir su relación y la vida que llevaban hasta ese momento dando lugar a una divertida comedia de enredo en la que, como en algunas de las mejores películas de Hitchcock, la relación entre sus personajes masculinos y femeninos son el eje de la trama –desde Encadenados a Psicosis–. Es una comedia romántica, sí, pero más Hitchcock de lo que parece de entrada.

'Días de vino y rosas' (Blake Edwards)

El director de La pantera rosa, La carrera del siglo o El guateque dirigió uno de los dramas más profundamente dolorosos sobre el alcoholismo. Y lo hizo con mano maestra. No sólo porque supo reflejar la desesperación y el dolor de un matrimonio que sólo consigue comunicarse a través de la bebida, sino porque sacó de su protagonista, Jack Lemmon, la interpretación más desgarradora de toda su carrera. No puede verse su rostro de tristeza a cada plano sin que se retuerzan las entrañas.

'Ben-Hur' (William Wyler)

En la industria de Hollywood no se daba crédito cuando el productor de la ambiciosa epopeya, Sam Zimbalist, le ofreció la dirección al responsable de La loba, Vacaciones en Roma o La heredera, filmes espléndidos, pero lejos de la magnificencia y el presupuesto que barajaban con Ben-Hur. Sin embargo, el resultado no pudo ser más acertado, pues Wyler –que había sido ayudante de dirección en la versión de Ben-Hur de Fred Niblo de 1924– hizo todo un despliegue de talento y genialidad al saber combinar, precisamente, la grandeza de una historia poderosa con la de un relato íntimo. El Oscar que recibió al mejor director y a la mejor película, además de otros nueve, así lo demuestran.

'Cabriola' (Mel Ferrer)

Sí, han leído bien. Mel Ferrer, el Mel Ferrer que se casó con Audrey Hepburn, el Mel Ferrer bailarín, el de Guerra y paz, el de Scaramouche, se vino a Madrid a mediados de los 60 para satisfacer su deseo de dirigir y lo hizo con la estrella nacional del momento: Marisol.

La película es una comedia sencilla sobre una muchacha de gran corazón y mejores dotes para la música, que conoce a un torero que acaba metiéndola en el mundo del espectáculo. El productor, Cesáreo González, contrató al actor americano para darle un aire más internacional a la película, pero lo cierto es que de las doce que protagonizó la niña/adolescente/joven prodigio en la década de los 60, esta es de las más flojas.

'Mogambo' (John Ford)

No era su género natural. John Ford, que sigue siendo uno de los mejores cineastas -si no, el mejor- de todos los tiempos, se movía cómodamente en el wéstern y en el cine bélico, cuando no, en el drama. Por eso, cuando en 1952 decidió dirigir una película de aventuras en África sumándose así a uno de los géneros de moda de la década, muchos lo miraron con cierta reticencia.

Y eso que contaba con las grandes estrellas del momento: Grace Kelly y Ava Gardner, además de un canoso Clark Gable que se apoderaría de la pantalla a cada plano. El resultado es una película única sobre uno de los triángulos amorosos más poderosos de la historia del cine con todas las pasiones de la sabana refulgiendo a su alrededor. Puro fuego.

'Arsénico por compasión' (Frank Capra)

Sí, era un director de comedias. ¡Y qué mejor comedia que Arsénico por compasión! Pero Frank Capra, el gran director católico de Hollywood, se sentía interpelado por las historias de redención, además de por las costumbristas y aquellas en que tuviera la oportunidad de mostrar la grandeza del espíritu humano y las bondades del sueño americano. Todas esas cosas están presentes en sus grandes obras: ¡Qué bello es vivir!, Un gánster para un milagro, Vive como quieras o Sucedió una noche. Sin embargo, para muchos, su mejor película es ésta, una comedia negra ambientada en la noche de Halloween en que un crítico teatral –inmenso, inconmensurable Cary Grant– descubre que sus adorables tías han matado poco a poco a doce ancianitos y que los tienen enterrados en el sótano. Es todo negro, macabro… y desternillante.

'Quien tiene un amigo tiene un tesoro' (Sergio Corbucci)

Uno de los mejores directores de spaghetti wéstern, el de Django, El gran silencio, Los compañeros o Salario para matar, fue también director de películas «menores» como El blanco, el amarillo y el negro, Par-Impar, El superpoderoso o Quien tiene un amigo tiene un tesoro. Pero en palabras de su mujer, que nunca lo entendió, ello obedecía a su necesidad de dirigir, dirigir, dirigir a toda costa. Pero lo cierto es que esos títulos populares en Italia y algunos países mediterráneos, ensombrecieron las inmensas aportaciones que hizo Corbucci a un género tan apasionado como el spaghetti wéstern.

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