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Clint Eastwood en la serie Rawhide, en los inicios de su carrera

Clint Eastwood en la serie Rawhide, en los inicios de su carreraGTRES

Cine

El famoso personaje de la literatura española al que Clint Eastwood pudo dar vida

El papel que casi interpreta Eastwood en los años 60 poco tenía que ver con el desierto de Almería o los duelos al sol

La historia del cine está llena de películas que nunca llegaron a rodarse. Algunas ideas se quedaron en el cajón por falta de presupuesto, otras por desencuentros creativos, y unas pocas por ser sencillamente imposibles. Entre estas últimas se encuentra una de las fantasías más curiosas que cruzaron la mente de Sergio Leone, maestro italiano del spaghetti western y autor de clásicos como Érase una vez en América: ver a Clint Eastwood, el hombre del poncho, convertido en el caballero de la triste figura. Sí, Don Quijote de la Mancha.

La idea nació en los años 60, justo cuando Leone y Eastwood se convirtieron en pareja artística inseparable gracias a la mítica «trilogía del dólar»: Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966). Fue entonces cuando al director italiano se le ocurrió trasladar la novela de Cervantes al terreno que mejor dominaba: el western. No en vano, los molinos podían transformarse fácilmente en gigantes del desierto, y los duelos al sol tenían algo de caballería andante.

En su visión, Clint encarnaría a un Don Quijote serio, alto, seco, casi estoico. A su lado, el inseparable Sancho Panza tendría el rostro de Eli Wallach, actor neoyorquino de larguísima trayectoria en Hollywood. La combinación prometía: un caballero hierático enfrentado a un escudero gritón, vulgar y adorable. Como dijo años más tarde el biógrafo Christopher Frayling, «era una gran idea, maravillosa. El contraste perfecto: el hombre ruidoso, escandaloso, gordo, que come, eructa y maldice, y el caballero alto y silencioso».

El proyecto, sin embargo, nunca llegó a concretarse. Leone hablaba de él con entusiasmo en los sesenta, lo retomó en los setenta e incluso volvió a mencionarlo hacia el final de su vida. Pero tras rodar Érase una vez en América (1984), película mastodóntica que lo dejó exhausto, ya no volvió a dirigir. «Esa película lo mató», recordaba Frayling.

El narrador era perfeccionista hasta el límite, se implicó en absolutamente todos los detalles de producción, desde el vestuario hasta la iluminación, y aquella dedicación lo consumió. Falleció en 1989, con apenas 60 años, dejando en el aire el que habría sido uno de los experimentos más fascinantes de la historia del cine.

¿Podemos imaginar a Clint Eastwood, el implacable forajido del desierto, luchando contra molinos? Lo cierto es que no resulta tan descabellado. Don Quijote no deja de ser otro hombre fuera de lugar, un solitario que desafía a todos con una fe irracional en sus ideales. Y Clint, con esa mirada fría y esa voz seca, podría haber llevado al caballero cervantino al terreno de los iconos modernos, convirtiéndolo en un héroe crepuscular más cercano a Sin perdón que a la parodia.

Clint Eastwood utilizó el mismo poncho en las tres películas de la trilogía del dólar

Clint Eastwood utilizó el mismo poncho en las tres películas de la trilogía del dólarGTRES

El cine, al final, se quedó sin ver esa unión improbable entre Cervantes, Leone y Eastwood. Años más tarde, Terry Gilliam intentaría su propia odisea con El hombre que mató a Don Quijote (2018), tras décadas de rodajes fallidos, maldiciones financieras y accidentes. La película se terminó, sí, pero con una recepción tibia. Quizá porque algunos sueños, como el del actor californiano cabalgando por La Mancha, pertenecen más al terreno de la imaginación que al de la pantalla. Y en esa dimensión, siguen vivos y brillando.

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