Clint Eastwood, en un fotograma de El jinete pálido
Cine
El remake con el que Clint Eastwood (casi) superó a uno de los mejores wésterns de la historia
Su película y la de George Stevens están íntimamente relacionadas, pero presentan algunas diferencias que hacen difícil decidir cuál de ellas es mejor
Después de revolucionar el wéstern de la mano de su amigo Sergio Leone, Clint Eastwood regresó a Estados Unidos en 1965 convertido en estrella. Pero la actuación no le era suficiente. Y poco tiempo después, la influencia del italiano y del otro gran director con el que haría media docena de películas, Don Siegel, le animan a ponerse detrás de la cámara.
Eastwood crea su propia productora, Malpaso Productions, y metido muy en serio en su rol de director, entre 1971 y 1983 realiza nueve películas, a cuál mejor, como Infierno de cobardes, El fuera de la ley, Bronco Billy, Firefox: El arma definitiva e Impacto súbito. Filmes espléndidos con algunos momentos poderosos que le llevaron a dirigir en 1985 la que es la primera de sus grandes obras maestras, El jinete pálido.
En ella, un misterioso predicador llega a un pueblo donde los colonos están siendo sometidos por un cacique local que pretende quedarse con toda la explotación minera. Pero cuando intima con una familia, el jinete, que trata de evitar a toda costa caer en la violencia, no tendrá más remedio que tomar partido.
No fueron pocos los que, en el momento de su estreno, después de maravillarse con la temática, la propuesta y la factura de la cinta, encontraron un montón de similitudes entre El jinete pálido de Clint Eastwood y Raíces profundas de George Stevens de 1953. En esta última, un pistolero misterioso se emplea en la granja de los Starrett dispuesto a empezar de cero y olvidar su pasado. Pero un granjero poderoso está presionando a todos los campesinos para arrebatarles sus tierras por lo que Shane, que trata de evitar la violencia a toda costa, deberá tomar partido. ¿Les suena?
Son muchas las similitudes entre ambos filmes. El protagonista misterioso en ambos casos, sin pasado, sin futuro, con un halo enigmático que siempre le acompaña, es el más evidente. Y ambos serán los salvadores providenciales en sendas películas. En las dos, una población oprimida se verá acosada por los poderosos, en Raíces profundas por unos ganaderos ricos y en El jinete pálido por unos empresarios. Por eso, en ambos filmes, la violencia final es casi inevitable como lo es el vínculo personal que nace entre el jinete misterioso y la familia en que se integra y ese final sobrecogedor en que el pistolero se aleja condenado a terminar su vida en soledad.
Alan Ladd en el papel de Shane, en Raíces Profundas
Pero quizá es en sus diferencias donde radica la importancia y trascendencia de ambas historias. Raíces profundas es una película resplandeciente, con toda la artificiosidad del cine de estudios de los años 50 y la estética de la Paramount de una época en que cosechaba un éxito tras otro con títulos como El mayor espectáculo del mundo, Navidades blancas o Cuando ruge la marabunta. El jinete pálido, sin embargo, es una película oscura, sombría, casi tenebrosa, que favorece a crear el halo de misterio que se cierne en torno al protagonista mientras que, en Raíces profundas, su esplendorosa estética contribuye a enfatizar el contraste entre la luminosidad de lo narrado y el alma atormentada de Shane. Es más, éste siempre se verá acompañado de un pasado oscuro, pero terrenal, mientras que al personaje de Eastwood siempre le rodea un aura sobrenatural.
Todo esto contribuye a que Raíces profundas sea un ejemplo nítido de wéstern clásico de los años 50 con una visión algo optimista de la construcción de nación, de la vida comunitaria y la familia. Mientras que El jinete pálido es un ejemplo igual de nítido de lo que es un wéstern crepuscular, pesimista y descarnado, donde la violencia de muestra de manera más áspera y el tono es más melancólico. Porque la violencia de la película de Stevens es trágica, pero necesaria para recuperar el orden, para sentar las bases de la civilización y la convivencia, mientras que en la de Eastwood, es una especie de castigo inevitable y merecido teñido de un fatalismo descorazonador.
Fotograma de El jinete pálido
Y otra de las grandes diferencias es la relación del héroe con la familia. Si bien en Raíces profundas la esposa y el hijo demuestran una admiración ingenua y emocional hacia Shane al que el pequeño Joey suplica en la escena final, mientras el pistolero se aleja a caballo, «¡Shane! ¡Vuelve, Shane!», en El jinete pálido parece que madre e hija se sienten atraídas por el predicador de forma menos ingenua. De hecho, la joven Megan se despide de él gritándole «¡Predicador! ¡Predicador, no se vaya! ¡Le necesito!» mezclando la admiración con una especie de amor frustrado adolescente.
En definitiva, y sin ser un remake al uso, se pude decir que El jinete pálido reescribió Raíces profundas con unos códigos narrativos y estéticos nuevos que se vieron influidos por la fuerza del spaghetti western que el propio Clint Eastwood contribuyó a construir. Y si bien las diferencias visuales son más que evidentes, lo que más las distancia es la representación misma del héroe, pues en una es profundamente humano y protector y en la otra, una especie de ángel vengador espectral.
Por eso, después de años de lecturas e interpretaciones, el propio Clint Eastwood sacó de dudas al público tras ser preguntado por enésima vez por la naturaleza de su predicador: «Sí, absolutamente, es un fantasma».