Fundado en 1910
John Ford

John Ford

Cine

La frase que revela el carácter de John Ford: «Que ese imbécil no sepa que he pagado la operación de su mujer»

La personalidad pública y gruñona de Ford contrasta con una oculta y profunda generosidad

John Ford se ganó en vida el título, o el sobrenombre o la fama de ser uno de los directores más importantes y trascendentes de la historia del cine, cuando no uno de los más sensibles o de los más poéticos o de los que mejor han reflejado, como diría Garci, «la melancolía del tiempo y la vida que se va». Y él, antipático, iracundo, despreciaba -y despreciaría hoy en día- tales etiquetas.

En el libro entrevista que Peter Bogdanovich escribió sobre el cineasta, quedó de manifiesto cómo rechazó siempre términos como artista, maestro o narrador, y priorizó la importancia del cine como trabajo colaborativo quitándose mérito a sí mismo. Lo cierto es que, a lo largo de los años, en cada palabra de Ford pareció dejar claro que era un hombre huraño y de carácter difícil que se reía del mito del Oeste tanto como de sus actores, a los que gustaba fastidiar en los rodajes.

Sin embargo, algunas anécdotas desvelan la verdadera naturaleza del director que, en muchas ocasiones, dio muestras de un carácter compasivo con los demás. Y una de las que mejor revelan esa ambivalencia entre mito y realidad se retrotrae a la ayuda que prestó a un operario y que él se esmeró en ocultar, aunque años más tarde su hijo Patrick Ford la diera a conocer.

Durante un rodaje que las diferentes biografías del cineasta no terminan de confirmar, uno de los trabajadores se acercó a Ford para hacerle una petición personal. Temblando y avergonzado solicitó al director que le prestara 200 dólares pues no tenía dinero para pagar una operación que su mujer necesitaba y no conocía a nadie más que pudiera disponer de esa cantidad.

Según explican sus biógrafos Joseph McBride y Scott Eyman, el cineasta reaccionó a gritos y pidió que echaran del set a aquel hombre que se había humillado mendigando dinero además de reprenderle por haberle interrumpido con un problema personal que no le importaba nada. Sin embargo, ese mismo día, Ford llamó a su ayudante y le ordenó: «Llama a la mujer de ese estúpido y ocúpate de pagar la operación y las facturas del hospital. Pero que ese imbécil no sepa que he pagado la operación de su mujer». Dile que es un pago del estudio o que ha ganado el dinero en una rifa, me da igual, ¡pero que nunca sepa que el dinero vino de mí!”.

Mediante este acto de caridad, Ford ayudó a salvar la vida de aquella mujer al tiempo que mantenía su imagen de hombre duro y temperamental que ante una petición pública de ayuda reaccionaba de manera tan distante y despreciativa.

En otra ocasión también quiso ocultar sin éxito su carácter altruista. Era 1945 y Ford dirigía No eran imprescindibles, la primera película de ficción que hacía después de su participación como oficial de los servicios cinematográficos de la Marina durante la Segunda Guerra Mundial. El filme, que es todo un canto al honor y al heroísmo de una compañía americana durante la campaña del Pacífico, le marcó profundamente. Tanto, que el director donó la totalidad de su salario que, habida cuenta de que era una película de la Metro Goldwyn Mayer debía ser cuantioso, a un fondo de rehabilitación y apoyo a los veteranos de la Field Photographic Unit, OSS (la unidad de fotografía de campo) que él mismo había dirigido durante la contienda y que sufrió muchas bajas.

Este acto de generosidad, que se relata en las biografías que sobre él escribieron los citados McBride y Eyman, además de en la de Tag Gallagher no fue, pese a todo, secreto, ya que acabó filtrándose y publicándose en el Hollywood Reporter ante lo que el director reaccionó de forma colérica. Con todo, el paso del tiempo ha ido rescatando otras anécdotas que han demostrado cómo Ford se aseguró de que tuvieran trabajo en sus películas algunos actores secundarios del cine mudo que no encontraban su hueco en la era sonora, el primero de ellos, su hermano Francis o aquella ocasión en que el actor Ward Bond, que hizo más de veinte películas para el director, se rompió una pierna en una de ellas y Ford mandó reescribir sus escenas para que las hiciera sentado y pudiera percibir su salario completo. O una más que afirma que durante el rodaje de La legión invencible la producción tuvo problemas de presupuesto y varios técnicos no estaban recibiendo su salario semanal tras lo que el cineasta cubrió la diferencia de su propio bolsillo y se ocupó de invitar a todo el equipo a cenar en la cantina del rodaje en más de una ocasión.

Y así fue cómo, aquel creador inagotable, aquel narrador poético y magnífico, único en la historia del cine, prefirió quedar como un tirano irascible antes que como un hombre de profunda sensibilidad ante el dolor ajeno. Y es que el verdadero padre del wéstern siempre prefirió que se imprimiera la leyenda.

Temas

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas