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05 de mayo de 2024

'Muerte de un miliciano' (1936)

'Muerte de un miliciano' (1936)Robert Capa

La Realidad Fragmentada

Un recorrido fotográfico que atraviesa el «momento decisivo», la memoria visual, la pandemia, el compromiso y la ética

La fotografía fragmenta la realidad. Así lo señalaba en el título de su tesis doctoral –y en su preceptivo desarrollo argumentativo0 el profesor Rodríguez Merchán: La realidad fragmentada. Una propuesta de estudio sobre la fotografía y la evolución de su uso informativo (1992). A su manera, también aborda este concepto Muñoz Molina cuando, en uno de sus artículos (Junto al barranco), explica que: «En cada foto está contenido un mundo de información y otro de desconocimiento. Lo que se ve en la foto linda por sus cuatro lados con lo que no se ve y no se verá nunca. Lo visible engaña porque hace olvidar lo que no puede verse».

Lo que Cartier-Bresson denominó el «instante decisivo»

Sin duda alguna, en esta debilidad descrita radica también la fortaleza de la imagen fotográfica. La que se construye a partir de su capacidad de síntesis. La que permite congelar un momento en el que podemos detenernos hoy y siempre. La que ofrece la posibilidad de agrupar un cúmulo de sensaciones capaces de despertarnos, aunque sea por un momento, de la anestesia de la rutina de la cotidianeidad. Lo que Cartier-Bresson denominó el «instante decisivo». Y así, desde su invención, hemos disfrutado de su vertiente documental y, especialmente desde la aparición de la cámara Leica y del desarrollo de la imagen digital, el fotoperiodismo ha levantado acta notarial de los grandes acontecimientos de la historia. Hemos podido ver el símbolo de la Gran Depresión de los 30 en EE.UU. a través de la mirada de Lange en la foto Migrant Mother; el desembarco de Normandía el Día D gracias al trabajo de Robert Capa publicado en Life (1944); el simbólico beso inmortalizado por Doisneau en París; al hombre pisando la Luna (Aldrin fotografiado por Armstrong, en 1969) y un largo etcétera de los grandes momentos históricos y de la vida cotidiana desde la primera fotografía de Niépce: Punto de vista desde la ventana de Le Gras (1826).
Robert Doisneau, Montrouge (1992)

Robert Doisneau, Montrouge (1992)Bracha L. Ettinger

Pero, con independencia del necesario respeto a la intimidad y de la conveniencia de huir de tanta saturación audiovisual actual, qué pasaría si nos robaran nuestra memoria visual; qué pasaría si alguien decidiera por nosotros que, a pesar del derecho a la información recogido en el artículo 20 de nuestra Constitución, no estamos preparados para ejercer dichos derechos constitucionales. La respuesta es lógica; nuestras libertades estarían en peligro. O, peor todavía, ya no seríamos libres. Y algo de esto ha pasado con la pandemia que hemos sufrido. En la época más complicada del Covid, las cámaras de los fotoperiodistas únicamente tenían acceso a las calles vacías, a los balcones y a los momentos dedicados a los aplausos. El epicentro de las noticias estuvo cerrado desde el punto de vista institucional y, en lo que respecta a los medios –también plegados al mismo criterio–, de las dramáticas consecuencias pandémicas tan solo se vio una imagen publicada por el diario El Mundo. Una fotografía del Palacio de Hielo de Madrid convertido en morgue. Instantánea que, paradójicamente, fue muy criticada en redes sociales.

Fotoperiodismo de siempre

Ironías del destino, muchas veces de una crisis surge una oportunidad. Y, gracias a ese binomio enunciado, la capacidad de síntesis de la imagen fotográfica junto al evidente relato gráfico secuestrado, nos encontramos un Pulitzer. El concedido al español Emilio Morenatti por una serie de fotografías –conmovedoras e icónicas– realizadas a los mayores que sufrieron la pandemia en España. El trabajo del fotoperiodista de la agencia de noticias estadounidense Associated Press (AP) es, simplemente, impresionante. Reconocimiento, por cierto, que no es algo casual. El fotoperiodismo español acumula ya cuatro premios Pulitzer con el conseguido por Morenatti en el presente 2021, ya que hay que sumar los obtenidos por Javier Bauluz (1995), Susana Vera (2020) y Manu Brabo (2013).
Con el mismo origen, también se puede señalar la interesante iniciativa denominada Archivo Covid. Una cápsula del tiempo. Un proyecto que responde al alma del fotoperiodismo de siempre, y que es posible gracias al trabajo desinteresado de grandes profesionales –más de 400– en colaboración con la Universidad de Alcalá. Por cierto, dicho proyecto se elabora sin ánimo de lucro, constituye un archivo de libre acceso y consulta y, según se lee en su propia web, responde al compromiso con «el arte, la cultura y la responsabilidad social» y «busca crear una memoria fotográfica de esta crisis que contribuya al derecho a la información, que sea profunda, diversa, respetuosa y fiel a las realidades que se han documentado».
El fotógrafo James Nachtwey

El fotógrafo James Nachtwey

Otro debate –pertinente, aunque no sea ahora el momento– sería hablar de los límites éticos del ejercicio de esta profesión en equilibrio con la necesidad de informar. Dilema que, por otra parte, pondera y explica magistralmente uno de los más grandes de este oficio, que no es otro que Natchwey: «Si alguna vez dejo que la ambición personal supere a la compasión, habré vendido mi alma. La única forma de justificar mi papel es tener respeto por los apuros de los demás. Y lo hago en la medida en que los demás me aceptan. En la medida en la que yo me acepto a mí mismo». 
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