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27 de abril de 2024

El beso de la película de Disney 'Blancanieves' ha levantado controversia recientemente

El beso de la película de Disney 'Blancanieves' ha levantado controversia recientementeCourtesy Everett Collection

El nuevo puritanismo es de izquierdas: Disney se rinde al moralismo

Desde los bastiones de la progresía se enarbola una nueva decencia que nace de una superioridad moral y que pretende vigilar el cine, la música, la literatura y las artes

Ha habido un hecho incontestable que ha puesto a toda España de acuerdo, de uno y otro lado en este territorio que no supera la lucha de bandos. El bastión del pudor ha sido tradicionalmente defendido por el conservadurismo, que quería garantizar los valores y principios que nos permiten acceder a «la vida buena». Sin embargo, parece ser que el puritanismo –mal entendido– ha cambiado de lado, y se defiende hoy desde las avanzadillas progresistas, que se amparan en un paternalismo y proteccionismo extremos para restringir las libertades que tanto pretenden defender.
Eurovisión fue un buen ejemplo de campo. Dos propuestas aparentemente alineadas se convirtieron en bastión para unos y otros: por un lado, el canto a la maternidad de Rigoberta Bandini, que pretendía precisamente reivindicar el lugar de la familia y de la conciliación en una sociedad cada vez más apresurada y superficial, tenía en Ay mamá un himno que acabó sin entenderse. Por otro, el SloMo de Chanel, que podría convertirse en la canción del verano después de dejar a España en un digno cuarto puesto en el festival europeo, fue vista por algunos como una denigración de la mujer. Una mujer que precisamente elige ser libre, bailar y cantar.
Rigoberta fue criticada por mostrar un pecho gigante (e incluso por enseñar los pechos en algunos de sus conciertos, «cosificándose», según los vigilantes de la ¿decencia?). Chanel lo fue por bailar sensualmente y cantar «el mundo está loco con este body». Entre otras cosas.
De la revolución sexual de finales del siglo pasado, que llevó en parte al existencialismo primero y al nihilismo después, hemos pasado a una nueva ética, enarbolada desde el púlpito de la superioridad moral. Una moral que dice qué podemos leer, qué podemos ver y sobre todo, qué debemos pensar de lo que vemos y leemos, de lo que consumimos. Como dice Alfonso Ussía en este periódico, el nuevo feminismo es «muy pudoroso y estricto simultáneamente».

Disney, el gran vigilante

La empresa Disney se ha mantenido siempre como un bastión defensivo de los valores familiares y tradicionales. Ante el auge del movimiento LGTBI, decidieron mantenerse en silencio, apartados de la polémica, pero les salió mal: el lobby presionó y tuvieron que ceder, lo que ha tenido consecuencias económicas desastrosas para la compañía.
Ahora, la Walt Disney Corporation ha decidido revisar el famoso beso del final de Blancanieves. «Blancanieves está dormida y, por lo tanto, el beso no fue consensuado. No puede ser amor verdadero si solo una persona sabe lo que está sucediendo», defienden desde la compañía. Una vigilancia que también ha afectado a otras películas, si bien sus cambios no han tenido que ver con el pudor: las críticas les obligaron a actualizar las advertencias para sus clásicos animados como Dumbo, Peter Pan, La dama y el vagabundo y Los aristogatos para sensibilizar a jóvenes ya adultos por el posible contenido racista en las cintas. La misma lógica sustituye a las princesas enamoradas por personajes femeninos que evitan las tramas románticas, como sucede en Brave o Frozen.
El actual discurso de Disney tiene como objetivo «visibilizar a las minorías». Así lo sintetiza Bob Chapek, director de Disney desde 2020, en el Informe de Responsabilidad Social Corporativa de 2021, donde habla de «continuos esfuerzos para promover la diversidad, la equidad y la inclusión». Aunque bienintencionado, dicho informe aporta pruebas a quienes sostienen que la empresa se habría aproximado a los postulados woke de la izquierda universitaria.
Cabe recordar también que Disney, además de poner en marcha su plataforma de streaming, ha adquirido Pixar, Marvel, Lucasfilm y Fox, otros bastiones de la guerra cultural. Sin ir más lejos, Marvel ha entrado de lleno en el revisionismo que busca la corrección política incluyendo una heroína trans, un Hércules bisexual o unos Vengadores 'queer'.
La última de las polémicas la ha protagonizado Lightyear y la marca de Disney que la ha producido, Pixar. Un beso entre dos lesbianas ha provocado enfrentamientos y que la película no se estrene en doce países. De hecho, la escena había sido eliminada en principio, pero luego volvió a ser incluida tras las protestas de los trabajadores de Pixar en una carta que afirmaba: «En Pixar hemos presenciado personalmente bellas historias, llenas de personajes diversos, ser devueltas con recortes y convertidas en cascotes tras la revisión de las filas corporativas de Disney».
Karey Burke, directora de contenidos de Disney, declaraba hace unas semanas que la mitad de los personajes «pertenecerán al colectivo LGBTIQ+ o a minorías raciales para fin de año». Esta nueva corrección política encuentra cimientos sólidos en dos fenómenos: el del sentimentalismo, la reducción de todo lo que sucede a cómo nos hace sentir, y el puritanismo.
¿Qué diría el propio Walt Disney, un anticomunista que adornó sus películas con los valores del Medio Oeste americano, al ver a su empresa dividida por guerras culturales y gran defensora de la doctrina woke?
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