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02 de mayo de 2024

Sepulcro del Doncel de Sigüenza

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Poetas y soldados: la historia de los escritores españoles que también empuñaron la espada

Un recorrido bélico de la mano de figuras como Garcilaso de la Vega, el Duque de Rivas o Miguel Hernández

Como ocurre habitualmente a la hora de tratar asuntos relacionados con la Literatura española, todo acaba confluyendo en la figura de Miguel de Cervantes. El autor de El Quijote supone el paradigma de la figura de escritor-soldado. Su participación en la batalla de Lepanto, donde se 'ganó' su famoso apodo, fue siempre un orgullo para el de Alcalá de Henares. Sin embargo, muchos otros compaginaron el oficio de las letras con el de la espada.

Coplas a la muerte de un padre guerrero

Miembro de la poderosa casa de los Manrique de Lara, Jorge Manrique es recordado por los versos que le dedicó a su padre tras su muerte. Inmortalizados uno y otro por esas coplas, ambos sobresalieron como figuras destacadas en la guerra de sucesión que asoló Castilla en la segunda mitad del siglo XV y que acabó por aupar a Isabel la Católica al trono.
Jorge Manrique se distinguió como soldado en la contienda contra los partidarios de Juana la Beltraneja y en ese conflicto perdió la vida. Aunque hay varias hipótesis, todo parece indicar que resultó herido en una escaramuza cerca de Castillo de Garcimuñoz, en Cuenca, y murió poco después.

Siglo de oro, siglo de hierro

El auge y la caída del Imperio español coincidió con un esplendor artístico que tiene pocos paralelismos en la Historia. Como ya hemos dicho, Miguel de Cervantes es el ejemplo paradigmático, pero hay más.
Figura predominante en las letras españolas del Renacimiento, Garcilaso de la Vega es autor de algunos de los sonetos más bellos escritos en nuestra lengua. Con solo 19 años entró al servicio del emperador Carlos V y comenzó una carrera militar que lo llevaría hasta las murallas de Le Muy. Allí, en 1536, resultó herido al tratar de tomar la fortaleza y murió poco después en Niza.
Retrato de Lope de Vega

Retrato de Lope de VegaMuseo Lázaro Galdiano

La mejor definición del amor que se ha hecho se la debemos a Lope de Vega. El Fénix de los Ingenios es un hito de ese Siglo de Oro destacando como autor de comedias y también como poeta. Su vida también es digna de una novela y entre unos azares y otros, llegó a luchar bajo el mando del legendario Álvaro de Bazán y también participó en la tristemente recordada como Armada Invencible, derrota con la que puso fin a su aventura como soldado.
Se cerró esta Edad de Oro literaria con Calderón de la Barca. El autor de La vida es sueño fue uno de esos hombres que formó parte de una de las unidades de infantería más célebres de la Historia: los Tercios. Luchó bajo la bandera del Duque de Alba en Flandes y ayudó a poner fin al levantamiento de Cataluña de 1640. A sus compañeros de armas dedicó algunos versos, como esos que concluyen que «la milicia no es más que una religión de hombres honrados».

Soldado del Romanticismo

El Romanticismo español transcurre entre el Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas y el Don Juan Tenorio de José Zorrilla. El autor de esa primera, Ángel de Saavedra, obra también destacó como poeta y vivió en primera persona algunos de los acontecimientos más relevantes de la turbulenta primera mitad del siglo XIX español.
Retrato del Duque de Rivas realizado por Gabriel Maureta

Retrato del Duque de Rivas realizado por Gabriel MauretaMuseo del Prad

Como militar, la ocupación francesa le pilló siendo miembro de la Guardia Real, de la que desertó por seguir fiel a José Bonaparte. En su lucha por la independencia resultó herido en la batalla de Ontígola y llegó a formar parte del Estado Mayor en Cádiz.

Poetas de las dos españas

Aunque la lista de escritores que también fueron soldados se podría seguir ampliando, el viaje concluye en la Guerra Civil de 1936. El papel de los poetas en el conflicto fratricida ha sido estudiado y analizado una y otra vez. Dos de ellos, Rafael García Serrano y Miguel Hernández, estuvieron en el frente y, desde bandos contrarios, contemplaron el horror de la batalla.
El primer, autor en prosa, fue falangista «de primera hora» y no dudó en alistarse tras el alzamiento del 18 de julio y luchó a las ordenes del general Mola hasta que resultó herido. El segundo, comunista convencido, se alistó como voluntario en el Ejército del Frente Popular y se desempeñó como comisario político para mantener la fidelidad de unas tropas en las que las diferencias ideológicas acabarían por resultar fatales.
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