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14 de mayo de 2024

Los escritores Ernest Hemingway, Arturo Pérez-Reverte, Mario Vargas Llosa y James Joyce

Los escritores Ernest Hemingway, Arturo Pérez-Reverte, Mario Vargas Llosa y James JoyceGTRES

Hemingway y Faulkner o Umbral y Pérez-Reverte: cinco peleas de escritores que odiaban a otros escritores

Estas solo son un puñado de las muchas pendencias entre autores que se han producido a lo largo de la historia

La amistad y, sobre todo, la enemistad entre escritores ha sido a lo largo del tiempo uno de los temas hirvientes de la literatura. En un mundo donde el ego es delicado, las plumas afiladas son como los cuchillos que sabía utilizar para herir (y para matar) como nadie Bill el Carnicero, el personaje de la novela de Herbert Asbury, The Gangs of New York, que tuvo una película dirigida por Martin Scorsese y cuyo papel interpretó Daniel Day-Lewis.
Cuchilladas de tinta que han abierto batallas y largas guerras sin cuartel entre los autores, algunos de los cuales se reconciliaron y otros continuaron sus cuentas hasta el fin de los días de los protagonistas sin posibilidad de reconciliación. Estas son algunos de los ejemplos de luchas literarias y dialécticas legendarias entre algunos de los grandes (y no tanto) escritores de la historia:

Hemingway contra Faulkner

Una vez le preguntaron al autor de El Villorio que opinaba del autor de Fiesta, contemporáneo y compatriota y rival antagónico, y dijo que «Nunca escribió una palabra que llevara al lector a un diccionario». Cuando Hemingway se enteró, respondió: «Pobre Faulkner, cree que las grandes emociones vienen de grandes palabras».

Vargas Llosa contra García Márquez

En realidad esta pelea no fue ni dialéctica ni literaria, sino directamente física. Y ni siquiera fue una pelea. El Nobel de 2010 le pegó un puñetazo al Nobel de 1982, sin que se sepa con absoluta certeza (se habla de una noche de acercamiento entre la esposa del peruano y el colombiano) cuál fue el motivo de la agresión. Vargas Llosa y García Márquez fueron amigos hasta entonces, y a partir de allí nunca volvieron a hablarse.

Paulo Coelho contra James Joyce

En esta ocasión no hubo lucha porque cuando el brasileño atacó al irlandés, este ya llevaba muchos años muerto. El autor del El Alquimista se permitió el lujo de decir que Ulises, la obra maestra de Joyce, era uno de los libros que han causado un gran daño a la humanidad, que solo era puro estilo y que todo lo que dice cabe en un tuit. Es posible que el dublinés, de haber estado vivo, nunca hubiera respondido a tan ridícula y atrevida ofensa.

Roberto Bolaño contra Isabel Allende

El malogrado autor chileno de 2666, la novela larguísima que escribió a contrarreloj sabiendo que se moría para que se publicase en varios libros y con ellos ayudar económicamente a su familia, fue uno de los escritores que lanzó sus flechas en todas direcciones. Su paisana Isabel Allende fue una de las dianas a las que disparó, dijo de ella: «Me parece una mala escritora simple y llanamente. Ni siquiera creo que sea escritora, es una escribidora», a lo que la autora de La Casa de los Espíritus respondió: «Bolaño hablaba mal de todo el mundo. Era una persona extraordinariamente conflictiva que nunca dijo nada bueno de nadie... Es un buen escritor que desgraciadamente murió, pero eso no lo hace mejor persona».

Umbral contra Pérez-Reverte

El autor de Las Ninfas siempre fue de gatillo fácil, con escritores y con toda clase de personajes, a quienes metía en sus crónicas, libros o columnas sin compasión en la mayoría de las ocasiones. De Arturo Pérez-Reverte dijo que no tenía estilo y nadie decía nada, pero la refriega había empezado antes, cuando el creador de Alatriste dijo que Borges, fustigador de primera de colegas, era «un gilipollas» y Umbral defendió al argentino: «Pérez-Reverte ha elegido a Borges como chivo emisario para atacar a todos los escritores de prosa pura, de creación verbal». Sobre lo del estilo, el cartagenero escribió un artículo con bombas como que Umbral nunca tuvo nada que decir, «eso sí, con un estilo sublime», al que llegó a calificar de cobarde por esconderse tras la tecla, o que «debe de ser muy duro ganarse la vida haciendo magníficos artículos de folio y medio cuando lo que a uno le gustaría es ser novelista».
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