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16 de mayo de 2024

El escritor británico G. K. Chesterton

El escritor británico G. K. Chesterton

El Debate de las Ideas

Chesterton, sobre la barbarie: la promesa nos distingue de los brutos y de los reptiles

Chesterton consideraba que la Gran Guerra, en la que perdió a su querido hermano Cecil, era un conflicto «de civilizaciones y religiones, para determinar el destino moral de la humanidad»

Chesterton no se quedó cruzado de brazos durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918): como miembro del War Propaganda Bureau, publicó diversos escritos en defensa de la civilización, que veía amenazada por la mentalidad prusiana. De este esfuerzo propagandístico y argumentativo nace Sobre el concepto de barbarie, un interesante librito que, en su versión española, prologó Miguel de Unamuno.
Se trata, pues, de un escrito muy marcado por las circunstancias que le rodearon y en el que en ocasiones se percibe la pasión del momento. Chesterton consideraba que la Gran Guerra, en la que perdió a su querido hermano Cecil, era un conflicto «de civilizaciones y religiones, para determinar el destino moral de la humanidad». Este planteamiento, pues, trasciende la polémica bélica y nos deja una serie de reflexiones de enorme actualidad. Chesterton define así la barbarie:

'El bárbaro positivo', superficialmente ha de estar muy modernizado, ha de seguir las corrientes de su tiempoChesterton

«No queremos decir una civilización accidentalmente imperfecta, sino algo deliberadamente antitético a la civilización y enemigo de ella, algo que ha declarado la guerra a los principios que han hecho posible hasta hoy día de la existencia de la sociedad humana».
Esta barbarie se encarna, según Chesterton, en un tipo muy concreto de persona:
«Este individuo, que yo llamo 'bárbaro positivo', superficialmente ha de estar muy modernizado, ha de seguir las corrientes de su tiempo, mucho más que el 'bárbaro negativo'.
Alarico, primer rey de los godos en Italia, era un capitán de las legiones romanas; por esto pudo destruir a Roma. Nadie se atrevería a suponer que una tribu de esquimales lograra algo semejante».
A continuación, Chesterton señala el modo de proceder de este peligroso tipo de bárbaro, lo que le da pie para señalar la importancia, crucial, para el ser humano de la capacidad de hacer promesas (y cumplirlas). Una reflexión que sigue resonando en tiempos en los que a la quiebra de la palabra dada se le llama «rectificar»:
«En nuestro concepto, la barbarie no es cuestión de procedimientos, sino de propósitos.
Estos mestizados vándalos modernos se empeñan, con perfecta seriedad, en destruir ciertas ideas que, según ellos, han aparecido en el mundo como excrecencias anormales y que nosotros, por nuestra parte, consideramos indispensables para la vida del mundo.

El voto, la promesa, son al hombre, lo que el canto al pájaro o en ladrido al perroChesterton

Conviene tener una noción bien clara de esta peligrosa peculiaridad del bárbaro positivo: cree estar en posesión de un principio nuevo y trata de imponerlo a todo el mundo. En realidad, lo que tiene no es más que una falsa generalización, que trata de hacer realmente general. Esto no puede decirse del bárbaro negativo.
Su vesania consiste en querer destruir dos ideas, las dos ideas gemelas de la sociedad racional. La primera es la idea de la promesa y de su mantenimiento constante, la segunda es la idea de la reciprocidad.
Es evidente que la promesa, es decir, la extensión de la responsabilidad a través del tiempo, nos distingue, no ya de los salvajes, sino de los brutos y de los reptiles. La promesa, así como la rueda, son desconocidas en la naturaleza; son los primeros indicios del hombre. Refiriéndose sólo a la civilización humana, se puede decir seriamente que en el principio era la palabra. El voto, la promesa, son al hombre, lo que el canto al pájaro o en ladrido al perro; la voz por la cual es conocido. Así como el hombre que no sabe acudir a una cita, está incapacitado hasta para batirse en desafío, del mismo modo, el hombre que no respeta su propia palabra, es inútil para todo acto trascendente, hasta para el suicidio.
Y no es fácil decir sobre qué descansa el enorme aparejo de la vida humana. Pero si algo le sirve de soporte, es precisamente esta frágil cuerda, tendida de las colinas olvidadas del ayer a los montes invisibles de mañana. De esta cuerda solitaria pende todo, desde el apocalipsis hasta un almanaque, desde una revolución triunfante hasta un billete de ida y vuelta. Sobre esta cuerda está descargando el bárbaro golpes formidables con su espadón, afortunadamente sin filo.
Luchamos por la palabra empeñada, por la efectividad de los tratos y contratos, por la invariabilidad del recuerdo y por la posibilidad de las discusiones, por todo lo que hace de la vida, algo más que una pesadilla sin freno. Luchamos por el largo brazo del honor y del recuerdo, por todo lo que levanta al hombre por encima de la arena movediza de sus caprichos y le da el dominio del tiempo».
Y en cuanto a la segunda idea que niega el «bárbaro positivo», la de reciprocidad, remacha Chesterton:
«La definición del verdadero salvaje no consiste en que este sea aficionado, más que otras tribus, a torturar a sus prisioneros de guerra o a los extranjeros que caen en sus manos, sino en que se ríe cuando hace daño y aúlla cuando lo recibe».
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