Cinco poemas de Sánchez Mazas, el falangista que acuñó el «¡Arriba España!» e intercedió por Miguel Hernández
El también padre del también escritor Rafael Sánchez Ferlosio fue ministro sin cartera de Franco y miembro de la Real Academia, aunque nunca tomó posesión
Escritor a tiempo completo
Cinco Poemas de Rafael Sánchez mazas:
- Los pescadores al ocaso
Sondan el agua verde, con hilos de sereñas,
morenos pescadores de quince años;
dan sus desnudos antiguos al horizonte
y van sobre finos perfiles de proas aguileñas.
Las quillas en la ola parten flores risueñas
de espuma, que un ocaso tiñe de rosa. Están
saltando los corderos nevados de San Juan
sobre un mar que hace juegos de colinas pequeñas.
Levan los aparejos, las manos impacientes
de júbilo, al sentir el marino tesoro
que sacude a tirones los anzuelos agudos.
Y ríen las figuras de los adolescentes,
alzando los pescados de nácar y de oro,
que sangran como joyas, por sus brazos desnudos - El libro de estampas
Era en las luengas noches invernales.
En la vetusta casa de la aldea
humeaba la vieja chimenea
y sonaba la lluvia en los cristales.
A la luz del quinqué, brillante y roja,
la abuela con su mano amarillenta
iba pasando temblorosa y lenta
del viejo libro la roída hoja.
Y al pasar cada estampa me decía
una historia, mirando con cariño
mis pupilas cargadas de emoción.
¡Oh las noches de invierno en que llovía!
Felices noches en que yo de niño
contemplaba la vieja Ilustración. - Te llevé por los negros olivares
Te llevé por los negros olivares,
por los calveros y por el erial.
Te llevé por los pardos encinares
y por el mar azul de Portugal.
Por los viñedos y por los pinares,
por los campos de trigo candeal,
por el monte de hayedos seculares
y las calzadas del camino real.
Te llevé por doquier, viajero errante
de la tierra y del mar, bajo el cambiante
cielo de tempestades o de calma.
Dentro de mí quise que tú vinieras
adonde fuese yo, como si fueras
un alma que naciese de mi alma. - La casa antigua
La casa entre los árboles tenía
muros muy blancos, llenos de ventanas,
y esa hospitalidad y esa alegría
que canta el verdegay de las persianas.
Un tejado cansado con carcomas
y nidos en las vigas de madera
y arriba un palomar con sus palomas
y el humo lento de la paz casera.
El umbral rebajado, oscuro y puro
bajo la espesa sombra de vulgares
flores, entre moradas y bermejas.
Y, en el umbral, ese calor seguro
de invisibles abrazos familiares
que hay en la sombra de las casas viejas. - Retrato de un sutil caballero guipuzcoano
Guarda un esprit de chambelán y sabe
una liturgia de galantería
que su mente perfuma con un suave
aroma de graciosa paganía.
En sus ocios evoca los perfiles
altivos de las damas medievales
y sonríe pensando en lo sutiles
que fueron los pecados capitales.
Antaño ser un duque mereciera
y a su servicio y a su honor tuviera
un trovador, que lleno de respeto
le pusiera en las manos enjoyadas
los catorce renglones de un soneto
como catorce flores deshojadas.