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28 de abril de 2024

Los escritores Mark Twain, Francisco Umbral y William Faulkner

Los escritores Mark Twain, Francisco Umbral y William Faulkner

Cinco escritores clásicos que no podrían publicar en la actualidad

El delirio de la cultura de cancelación, sobre todo en Estados Unidos, llevaría hoy al anonimato de muchos, casi la mayoría, de grandes autores

Mark Twain, el fundador de la literatura moderna estadounidense, creador de Tom Sawyer y de Huckleberry Finn, sería en el presente un escritor horrible para los nuevos guardianes de la moral. Ninguna editorial se atrevería a publicar Las aventuras de Huckleberry Finn, donde aparece más de 200 veces la palabra «nigger» («negrata»). Twain no solo no era racista, sino que fue un activo defensor de la igualdad racial. Metafórica o literariamente también lo fue.
Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn, su continuación o secuela, son un fino canto a la belleza y a la humanidad. En sus páginas aparece «negrata» porque en la época en que fueron escritas las novelas había gente que utilizaba ese término. Ernest Hemingway no solo no podría publicar, sino que mayormente no podría salir a la calle. Alcohólico, mujeriego, taurino, seguidor del boxeo, de las armas, de la caza.
Hemingway escribió un cuento, Allá en Michigan, en el que relataba la violación de una mujer desde los pensamientos de la mujer. El relato era sutil, incluso femenino, feminista, delicado en su brutalidad latente, en el hecho deleznable, pero no hay peros para los guardianes de la moral. Tampoco comprensión lectora o comprensión histórica. La cuestión es meramente sonora, lo cual convierte a los hombres en animales.
Del mismo modo que un perro se asusta con un petardo, en el siglo XXI los nuevos moralistas pretenden que el hombre se asuste con el mero sonido de una palabra como «nigger». A Agatha Christie la reescribieron para adaptarla a las «sensibilidades modernas» bajo la actuación de los «lectores sensibles», a los que se imagina desmayados leyendo a Twain o a Hemingway. A la creadora de Hercules Poirot le levantaron las faldas de sus novelas para quitarle descripciones físicas, insultos o referencias étnicas. Todo meramente descriptivo, explicativo, propio de su tiempo.
El rival contemporáneo de Hemingway, William Faulkner, escribió siempre sobre el sur esclavista de Estados Unidos. Lo describió sin condenarlo porque no lo hacía en su vida real. Su postura no era precisamente antiesclavista, así que los censores modernos también han puesto sus miras en la obra que nos enseña realidades profundísimas, pero que no casan con El Mundo Feliz, el de Aldous Huxley y el de los interventores de la nueva decencia.
Para terminar en España (y para no continuar con una larga lista en España y en el mundo), Francisco Umbral sería la diana perfecta para aquellos. También tenía todo lo necesario como Hemingway. Simplemente era un hombre, un escritor y un personaje de los de antes, y lo de antes ya no se tolera. Otro infiel y mujeriego, machista sin saberlo, que en el XXI no hubiera podido ser, como decía de Baudelaire en Las ninfas (menudo título potencialmente «lipotímico» para los celadores de la integridad), «sublime sin interrupción».
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