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27 de abril de 2024

Ernest Urtasun, ministro de Cultura

Ernest Urtasun, ministro de CulturaSergio R Moreno

Urtasun comparte el vengativo mensaje feliz de los abortistas franceses contra la vida

El ministro de Cultura reposteó en X el mensaje de la senadora ecologista Mélanie Vogel, quien calificó la noticia de «triunfo de las feministas»

La alegría compartida del ministro por el derecho al aborto blindado en la Constitución francesa da buena cuenta de la catadura, por supuesto también cultural, de su figura. Urtasun es una escultura ideológica. Sus gestos, sus miradas, sus movimientos, hasta los pliegues de su anatomía están diseñados de cuna como un prototipo de ser político, fiel a una estructura pensante en todos los ámbitos, precisa como una maquinaria de sectarismo que toca todos los palos.
Se podría decir que Urtasun es un hombre orquesta, un peón, del izquierdismo actual. Toca la armónica, el piano, la guitarra, el tambor y hasta los platillos como ha hecho ahora reposteando un mensaje en X donde la senadora ecologista y abortista francesa Mélanie Vógel, portavoz del «triunfo feminista», como ella misma ha llamado a la inclusión del derecho al aborto en la Constitución de su país, escribía lo siguiente:
«¡Es histórico, lo logramos!
Nunca más los hacedores de ángeles, los colgadores, las agujas, los muertos: el aborto está ahora consagrado en nuestro texto supremo, la Constitución». Vogel solo ha hablado de mujeres, no de seres humanos, y de esa separación, apartadas las vidas segadas primero, y apartados los hombres como parte ineludible del hecho natural de la nacencia, hacen del discurso que comparte el ministro de Cultura español un ejemplo máximo de inhumanidad.
La Humanidad, como la Hispanidad, no significan nada para el hombre orquesta de la izquierda radical española, el Pinocho de su Gepeto, Yolanda Díaz, gobernando en España dentro del estómago de la ballena izquierdista radical, sin principios, solo con consignas. Urtasun, ministro de Cultura español, apoya las palabras de Vogel en la Cámara francesa, palabras agresivas, no reivindicativas, sino vengativas, subyacentes de un odio irracional, atávico.

«Somos libres para siempre»

Solo habla la política francesa en un tono mesiánico, heroico, de conquista social. Pero no es el sufragio femenino, por ejemplo, sino la muerte a discreción del nasciturus, de quien la Constitución Española dice: «Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes. Queda abolida la pena de muerte, salvo lo que puedan disponer las Leyes penales militares para tiempos de guerra».
Ya se sabe qué es la Constitución para este Gobierno, quizá tanto como el derecho a la vida. Urtasun celebra la decisión del país vecino en las palabras de Vogel, quien continúa y recuerda a quienes «han llorado de alegría y alivio. Nunca sus hijas, nietas o sobrinas conocerán eso. Somos libres para siempre. Definitivamente hemos ganado. Este mensaje es también para todos los 'antiderechos: ustedes han perdido».

«Mensaje para el mundo entero»

La alegría de Vogel y de Urtasun es más que una guerra cultural. Es una guerra humana verdadera con vivos y muertos en la que los vencedores se ufanan de vencer, de matar, con la cobardía de no mencionar a los muertos. Prosigue Vogel (y Urtasun), ya crecida, con su «mensaje para el mundo entero»: «Se ha acabado el martirio de las agujas, el dolor de las tejedoras, la angustia de la clandestinidad, el miedo a la prisión o el riesgo de muerte... juntas, solidarias, podemos enviar al patriarcado, al oscurantismo religioso, a la dominación masculina al cementerio...». Palabras de horror, de enfrentamiento, de químicas luchas de colectivos, de sexos, de seres humanos, certificadas por el ministro español de Cultura y amparadas por la asunción legal y libérrima de la muerte como una característica más de la nueva felicidad que se pretende instaurar.
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