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30 de abril de 2024

Pedro Sánchez, Gabriel Rufián, Imanol Arias y Pablo Iglesias

Pedro Sánchez, Gabriel Rufián, Imanol Arias y Pablo Iglesias

El caso de Imanol Arias o el insulto como reacción natural de la izquierda cuando ve cuestionados sus dogmas

El actor dio su opinión sobre la Agenda 2030 y las posteriores reacciones injuriosas han sido el último ejemplo de una costumbre habitual de quienes se jactan mayormente de recibirlas

Siempre ha parecido que la izquierda se pone nerviosa cuando alguien, incluso ponderadamente, cuestiona sus dogmas. Tan nerviosa como para no querer debatir para ponerse directamente a insultar. Es la alarma que avisa del fallo en el sistema totalitario socialista. Uno de los últimos ejemplos de esto fue la entrevista a Imanol Arias en un medio argentino donde el actor mostró contundentes críticas a la Agenda 2030 en el ejercicio de su libertad de expresión.
La periodista Maruja Torres, de conocida y reconocida tendencia de izquierdas, reaccionó en X a las palabras del actor con un insulto en lugar de con un argumento: «Mas corto que las mangas de un chaleco», escribió. Una salida que dio lugar a otra, la del también actor Joaquín Kremel, quien cualquiera diría que aprovechaba para responder con cierto tufillo de rencor personal: «Corto y trepa», añadió.

El odio de la izquierda

Puestos a seguir con el insulto, en vez de respetar una simple opinión, otro habitual de la ofensa en temas ideológicos, Máximo Pradera, también se cebó con Arias, que no ofendía a nadie (aunque es evidente que a algunos sí), en un manifiesto sinsentido: «Un actor lamentable, incluso peor que Toni Cantó/ Cuando Imanol mira a un personaje, le jode, porque lo que querría es estar mirando a la cámara. Y se le nota».
La violencia inherente y exagerada del agravio es patente. El odio de la izquierda que muerde en lugar de hablar y que luego suele acusar al contrario de lo mismo que ella hace casi como consignas. Cualquiera diría que Imanol Arias fue el ofensor directo de estas tres personas, pero no fue así. Simplemente dio su opinión sobre un tema de actualidad prohibido, vilipendiable, para las tres sensibilidades mordedoras.

El «jarabe democrático»

No es ni mucho menos una excepción. Pablo Iglesias, exvicepresidente del Gobierno, agitador habitual de izquierda radical, chavista, filoetarra y hoy también, de momento, fallido tabernero, pidió en su día «normalizar el insulto», pero solo, por supuesto, en una dirección. La misma dirección en la que van Maruja Torres, Kremel y Pradera en relación a Imanol Arias. Los insultos a Pedro Sánchez son antidemocráticos, por ejemplo, igual que los escraches al mismo Pablo Iglesias, quien los defendía cuando no eran contra él con la dulce palabra de «jarabe democrático».
En Pablo Iglesias se puede encontrar todo lo totalitario de la izquierda en el sentido del que se trata. Quien pedía la normalización del insulto es quien ahora pide a Google que retire las reseñas incómodas, también insultantes, referidas a su establecimiento.
También el mismo presidente del Gobierno, quien hizo posible la vicepresidencia de Iglesias, dijo con cuajo pasmoso no hace mucho que «hay gente que insulta y gente que somos insultados», mientras casi todo el mundo puede recordar aquel «es usted un presidente indigno» sin mediar motivo a Mariano Rajoy en directo en televisión.
El Congreso ha sido escena de este cuento con los exabruptos constantes de personajes como Iglesias, maestro de tantos insultadores en redes como Maruja Torres y compañía (no es de extrañar que el exvicepresidente pidiera la normalización de su vicio), que degradó la Cámara Baja con sus populistas e intolerables «golfos», «corruptos» o «gentuza» dirigidos a sus rivales políticos, incapaz de utilizar los argumentos propios de un parlamentario.
De aquellos polvos estos lodos que se han extendido a la sociedad como ofensa homologada. La legitimación del insulto unidireccional o la muestra palmaria (no «palmero», otro de los términos habituales en la más reciente y baja etapa congresista y social, por reflejo, conocida) de la legitimación del totalitarismo socialista.
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