En España no había ningún apellido terminado en «-ez» hasta el XII. Hoy, nueve siglos después, ocho de los nueve apellidos más comunes, exceptuando «García», que además es el primero de la lista, terminan con ese sufijo. A García le sigue «Rodríguez», más que probablemente venido de Rodrigo, el rey visigodo, y después todos los demás.
El DRAE define apellido como «Nombre de familia con que se distinguen las personas"; p. ej., Fernández»: otro «-ez». El primer Fernández fue el hijo de Fernando, y a partir de ahí todos los demás. El primer Rodríguez fue el hijo de Rodrigo, y lo fue porque, debido al aumento de la población y de la concentración en la Edad Media, fue necesario distinguir a las personas que tenían el mismo nombre.
En el inicio los apellidos se correspondieron con distintas características de la persona en cuestión como su oficio, apariencia física o su lugar de origen. Alguien apellidado Del Valle probablemente tuvo un antepasado que vivía en el valle. El primer Delgado seguramente tuvo esa condición sin mayúscula.
Y para el que no tenía ganas de imaginar un apellido o no quería complicarse se empezó a utilizar el «-ez». En España hay más de 500 apellidos terminados con este sufijo, y aunque todos son «hijos de», hay algunos que significan algo más, como «López», que es, además del «hijo de Lope», el «hijo de lobos» (de lupus). Un «Vázquez» es el «hijo de Vasco», que a su vez era un mote que significaba «cuervo».
Los apellidos con «-ez» más comunes son: Rodríguez, González, Fernández, López, Martínez, Sánchez, Pérez (el hijo de Pere), Gómez (De Gomo o Gome), Jiménez y Hernández, este último una derivación de Fernández. Y del mismo modo los Sánchez, Ramírez, Ordóñez, Núñez, Benítez, Bermúdez o Suárez, que viene del desusado nombre Suaro.
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