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17 de junio de 2024

Yesurún Moreno

Yesurún Moreno

El Debate de las Ideas

Donoso, pensador del orden frente a la anomia desbordada

Entrevistamos a Yeserún Moreno para reflexionar acerca de la figura del filósofo y político Donoso Cortés

Es imposible minusvalorar la importancia de Donoso Cortés para el pensamiento político. Un Donoso, siempre rico en jugosas reflexiones, que vuelve a ser leído y estudiado con atención. Un Donoso que protagoniza nuevos libros, como el de Elio Gallego, Estado de disolución: Europa y su destino en el pensamiento de Donoso Cortés (Sekotia) o la antología de textos curada por Yesurún Moreno y con prólogo de Dalmacio Negro Pavón que se acaba de publicar bajo el título Donoso Cortés: La razón antiliberal (Manuscritos).

Nos sentamos a charlar con el responsable de esta antología, Yesurún Moreno, sobre este apasionante pensador.

–La tesis en esta antología es que aunque hay un momento de conversión, sin embargo, hay elementos de continuidad en todas las etapas de Donoso y que el principal elemento de continuidad es su noción de la dictadura. No cabe duda de que en su último periodo la defiende. ¿Crees que con los textos de su periodo inicial que recoges se justifica bien la existencia de esta continuidad?

–Generalmente a la hora de estudiar autores, los estudiosos hacen unas maniobras que se llaman «cortes epistemológicos». Estos cortes epistemológicos no dejan de ser tratar de juzgar la vida y obra de una persona, de un autor, en este caso Donoso Cortés, a partir de cortes abstractos. Esos cortes hacen que, por ejemplo, Francisco Elías de Tejada o Miguel Ayuso lleven a Donoso Ayuso a sus aguas y digan que, haciendo política-ficción, si Donoso hubiera vivido unos años más habría acabado siendo tradicionalista. O que el propio Schmitt, habiendo leído tan sólo uno de sus discursos, que es el «Discurso sobre la dictadura» (1849), lleve a Donoso hacia su propia concepción del decisionismo. En este sentido, como dice Pedro Carlos González Cuevas «bajo la aparente ruptura fluye la continuidad».

Yo me quería fijar en cuáles son las continuidades y empiezo a pensar qué ideas motrices, qué ideas fuerza, son las que hacen que el pensamiento donosiano tenga unas constantes vitales... Primero pensé en la revolución, pero la revolución en el primer Donoso tiene un sentido positivo. ¿Cuál es el elemento que realmente está siempre presente, desde su juventud? Edmund Schramm, que es uno de los grandes biógrafos de Donoso, dice que cuando el extremeño tenía apenas 19 o 20 años, ya en su diario de anotaciones personales da con la figura de la dictadura comisaria en Roma y queda absolutamente maravillado.

En uno de sus primeros textos escritos, que son las Lecciones de derecho político (1837), una recopilación de clases impartidas en el Ateneo de Madrid, muestra de nuevo admiración por la figura de la dictadura para detener esa gangrena, ese cáncer que está devorando a la comunidad política. Yo creo que esa es la gran continuidad de Donoso. Esta antología pretende mostrar cómo, desde su juventud a su madurez intelectual, en diferentes registros (desde discursos hasta textos epistolares, pasando por textos más ensayísticos) lo que está subyacente es la idea de la dictadura comisaria, que no es un poder constituyente al estilo de la dictadura soberana de Schmitt, sino que es un poder de carácter provisional que quiere encauzar la situación de regreso a la normalidad.

Donoso Cortés es ante todo un pensador del orden, un pensador que, frente al desmoronamiento de la legitimidad política tradicional en la Modernidad, empieza a pensar en términos de autoridad, poder y libertad. Y esto último es muy importante porque, como dice un buen amigo mío, José Antonio Pérez Ramos, el discurso sobre la dictadura podría leerse en clave de discurso sobre la libertad. Lo que lo que le preocupa a Donoso es el despotismo naciente de las revoluciones liberales. Para este pensador del orden, la dictadura es ese instrumento excepcional que puede conciliar de nuevo autoridad, poder y libertad.

–Donoso hace una apología de la dictadura, en determinadas circunstancias, como un gobierno legítimo, como un gobierno bueno, como un gobierno necesario, sin disimulos, sin complejos. Pero, por criticar algo a Donoso, en algún momento da la sensación de que quizás espera demasiado de la dictadura, como si ésta no sólo fuera capaz de detener el cáncer del que habla, sino también de regenerar la sociedad. Donoso, que se confiesa pesimista, ¿peca aquí optimista?

–Donoso no deja de ser un moderno antimoderno y se enfrenta a una aporía que ya está presente, por ejemplo, en autores como Montesquieu. Karl Marx, en un artículo en La Gaceta Renana sobre las leyes prusianas acerca del robo de leña, es decir, sobre la tragedia de los comunes, dice citando a Montesquieu, que hay dos formas de corrupción de la comunidad política. Una es por darle la espalda a las leyes, la otra es porque las leyes corrompen la sociedad. Ahora estamos en un momento histórico en el que vemos cómo nuestras élites tecnocráticas están corrompiendo la sociedad mediante las leyes. ¿Cómo puede ser que una élite haga frente a otra élite para restablecer un orden en una comunidad que ya está corrompida? Esa es la gran aporía de Donoso. Lo que sí es cierto es que, siguiendo el pensamiento analógico que él desarrolla en diferentes leyes que va estableciendo a lo largo de la Historia Universal, Donoso dice una cosa que es muy llamativa y que tiene que ver con la Providencia: en la historia terrena, el mal siempre triunfa; pero en la historia divina, el bien siempre triunfa sobre el mal. Esa es la esperanza que nos queda...

–Lo que no quita que Donoso concede que ese triunfo del mal puede aplazarse.

–Donoso Cortés, aunque no explicita la figura paulina del katéchon, lleva a su esplendor esa idea, precisamente por esa voluntad de aplazar el mal, de posponerlo. Donoso Cortés dice en su Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo de 1851 que quien tenga la ilusión de instaurar el Reino de los cielos en la tierra, acabará abocado a que la sangre brote de la de las piedras y que en lugar de instaurar el cielo, lo que obtendrá será el infierno mismo en la tierra.

Esta es una idea muy contrarrevolucionaria. Esa idea de demorar, de contener el mal, que es esa idea katéchontica, se encarna en Donoso Cortés en la dictadura, porque, repito, intentar suprimir el mal, es decir, instaurar el reino de los cielos en la tierra, es imposible, y cualquier intento de hacerlo mediante el poder absoluto es un intento de suplantar a Dios.

–Inicialmente Donoso se posiciona en una especie de término medio entre el absolutismo de derecho divino y las tendencias más democráticas. La evolución de Donoso le lleva a admitir que ese derecho divino es legítimo, siempre que no se entienda como el argumento para arrogarse un poder sin límites, sino al contrario, porque toda autoridad viene de Dios, por eso mismo el poder está limitado. ¿Crees que la idea de los límites del poder político puede ser también uno de los elementos de continuidad en Donoso?

–Cuando Donoso describe la ley fatal de las revoluciones, dice «el pueblo que se proclamó soberano ayer, hoy escribirá con tinta la tabla de derechos, pero mañana la borrará con sangre». Efectivamente, al decantarse por una dictadura limitada, Donoso muestra que él no hace concesiones al poder absoluto. Elías de Tejada explica que Donoso Cortés siempre fue monárquico, él no aboga por la dictadura como forma de Estado, sólo la defiende por un periodo de tiempo concreto. El decisionismo que se le puede atribuir a Donoso es el de preguntarse si se dan las condiciones o no para esa dictadura limitada (en tiempo y en alcance).

–Cuando Donoso aborda el proyecto de ley sobre estados excepcionales dice que es una ley imposible, pero al mismo tiempo necesaria, por lo que introduce el elemento de flexibilidad, pues hay situaciones imposibles de prever, en las que se necesita un gobernante con la virtud de la prudencia.

–Considero que Donoso es uno de los máximos representantes de lo que sería el pensador netamente español. ¿Por qué digo esto? Porque entronca con toda una tradición de conjugar lo político, lo teológico y lo jurídico. Dice Carl Schmitt que el modo de pensar donosiano es un modo de pensar medieval, un modo de pensar teológico, pero cuyos fundamentos son jurídicos. Y lo jurídico debe hacer frente a las situaciones sobrevenidas.

Hay que reconocerle a Carl Schmitt la recuperación que hizo de Donoso. Sin embargo, lo deforma porque ve a Donoso por una sola vía, que es la del «Discurso sobre la dictadura» (1849) y enjuicia toda la obra de Donoso bajo esos anteojos.

Hay tres tipos de autores: los que en vida fueron reputados y lo siguieron siendo tras su muerte, como es el caso de Ortega y Gasset. Están los autores malditos, que en vida fueron ignorados pero, tras su muerte, gozaron de un enorme reconocimiento, como es el caso de Nietzsche. Donoso entra dentro de una tercera categoría: en vida se codeó con el zar Nicolás, Otto von Bismarck, Guizot, Metternich, era un prohombre entre prohombres; luego cayó más o menos en el olvido y fueron autores alemanes (como Westemeyer, Schramm, Schmitt), precisamente por esa inquietud por lo excepcional, quienes lo han recuperado de esa marginalidad impuesta al pensamiento español por la academia anglosajona.

Y en ese sentido es muy llamativo ver la continuidad de esos debates. ¿Quién podía pensar que Rajoy iba a ejecutar un 155? Aquí aparece el realismo político, esa imaginación del desastre de la que habla Jerónimo Molina, que es una impronta dentro de esta tradición.

–Donoso es un político, es un jurista, es un teólogo, pero leyendo los textos que has seleccionado aparece un Donoso cada vez más teólogo a medida que avanza el tiempo, un Donoso también desengañado de las posibilidades de la política en España y con un cierto pesimismo.

–En esa evolución yo creo que tiene mucho peso también lo trágico de su propia vida: en 1832 pierde a su hija, unos años más tarde pierde a su mujer y en 1847 pierde a su hermano. Personalmente es muy duro. Luego, con la revolución del 48, ve como se hunde un mundo. Y es que su contexto histórico es de una tremenda agitación, sacudido por diversas revoluciones. Él es testigo directo, ¿cómo no va a tener miedo a las revoluciones? Pero no es un miedo irracional, sino un miedo a la revolución en tanto expresión material de la anomia. Esa anomia toma forma tanto en la tiranía como en la revolución y es la anomia a lo que Donoso se enfrenta.

–Otra línea de continuidad podría ser su mirada, de altura, sobre la historia, sobre el mundo, y de ahí su gusto por descubrir leyes. Es muy conocida la del termómetro de la moral, pero en esta antología se ve que ya inicialmente habla de, por ejemplo, una ley de la reacción.

–Es que Donoso no deja de ser un teólogo de la historia. Decía Joseph de Maistre que un contrarrevolucionario no es aquel que aboga por una revolución contraria, sino por lo contrario a una revolución. Éste es Donoso, y para poder establecer esa ley fatal de las revoluciones, tiene que sondear en la historia un espíritu del tiempo. Y ese espíritu del tiempo tiene siempre un motor. Y ese motor está ordenado por unas leyes. Por eso Donoso gusta de Vico o de Bossuet. Esa es la gran diferencia con respecto a Carl Schmitt, que sí aboga por una revolución contraria (la llamada «Revolución conservadora»). Donoso no es un teólogo político, sino un teólogo de la historia.

Donoso señala que las revoluciones aparecen cuando hay una separación grande entre la realidad de la vida social de un pueblo y sus leyes, un comentario que recuerda a la distinción que hacía Maurras entre país legal y país real, donde el primero pugna por transformar el segundo.

Es que la ley tiene esa vocación de cambiar la actitud de los ciudadanos. Esto se ve muy bien en la película que salió sobre la Vendée. El Estado francés, que está basado principalmente en la administración napoleónica, es un constructo, un producto artificial. Se cambian las regiones, se cambian las costumbres, se cambia un país entero…

Esa distancia entre las élites y la comunidad es justo lo que describe Christopher Lasch cuando habla de la revuelta de las élites. No es el pueblo el que se da unas leyes, sino que son las leyes impuestas por las élites las que transforman las costumbres y la vida comunitaria.

–En los textos de esta antología aparece por doquier la sagacidad de Donoso. Por ejemplo cuando dice, refiriéndose a Thiers, que en momentos de crisis «el periodista y el abogado se convertirán en el demócrata y el tribuno» porque sus instintos revolucionarios prevalecerán sobre sus doctrinas filosóficas, porque los primeros son espontáneos y por ello permanentes, y las segundas adquiridas y por tanto pasajeras. ¡Qué brillante juicio psicológico! La razón les ha llevado por un camino, pero lo que sienten en las fibras más profundas de su ser es lo que se impone en los momentos críticos. Y también aparece con claridad esa sagacidad cuando habla de lo que hoy llamaríamos geopolítica.

–Describe Eugenio d'Ors a Donoso Cortés como político porque fue teólogo y por profeta, diplomático. Los textos diplomáticos de Donoso están llenos de imágenes muy vivas y en ellos también logró descifrar dónde iba a ser la revolución, acertando mucho más que Marx cuando profetiza que la revolución no será en Londres, sino en San Petersburgo. No por cuestiones económicas, sino porque considera que en las naciones donde la religiosidad ha sido más potente, el reflujo antirreligioso será también más potente, una nueva ley donosiana que bien podemos aplicar a nuestra guerra civil.

–Llama la atención la importancia que en los textos recogidos en el libro da Donoso a la legitimidad: dice que una de las cosas que sabe a ciencia cierta es que hay una idea innata en los pueblos, la de la legitimidad. ¿Cómo conjuga Donoso legitimidad y dictadura?

–Donoso, en tanto que pensador del orden, ve la tensión entre auctoritas y potestas en la Modernidad y también en la tensión con la libertad. Por eso cuando aboga por los poderes extraordinarios para Narváez está pensando en un decisionismo de carácter donosiano, que no schmittiano. La legitimidad es de origen, sí, pero también la impone la coyuntura.

–En esos discursos sobre Narváez aparece el Donoso más personal, el que dice que él es incapaz de ser el dictador, el que ya está desengañado pero dice que vuelve a subir a la tribuna por sentido del deber, que le da igual si no le hace caso nadie porque su voz es la voz de la tradición. Incluso el que, hablando de su correligionario Narváez, empieza enumerando todas sus virtudes, para acabar hundiéndolo al decir que lo único que sabe hacer Narváez es improvisar.

–Esto tiene mucho que ver, por un lado, con el temperamento de los filósofos. A veces atendemos demasiado a los elementos externos, pero los elementos internos son fundamentales. Hay una serie de pensadores que podrían catalogarse de reaccionarios perfectamente si llevaran a sus últimas consecuencias sus intuiciones. Y Donoso Cortés es reaccionario porque lleva a sus últimas consecuencias sus intuiciones, pero por su temperamento él se ve incapaz de hacer las veces de dictador.

–Otro de los pasajes más brillantes que he encontrado en el libro es cuando explica que las revoluciones son enfermedades de los pueblos ricos, que se generan por los deseos sobreexcitados de las muchedumbres por los tribunos.

–Esto tiene que ver con lo que sostiene Félix Duque un libro que ando leyendo Filosofía de la técnica de la naturaleza (1986): siempre son minorías consistentes que se apartan de las élites dominantes y que llevan consigo, o bien una técnica disruptiva, o bien unas ideas disruptivas, las que hacen avanzar el curso de los tiempos. No existe la revolución popular. Y puestos a elegir, Donoso se decanta por la dictadura del sable, que es más noble que la cainita y del furor demagógico dictadura del puñal.

–Donoso habla de la misión de ciertos países, por ejemplo, en el caso de Francia e Inglaterra una aportaría progreso, la otra estabilidad. ¿Habla Donoso de la misión de España?

–No explícitamente, pero yo diría que, en tanto que pensador de la tradición, ve a España como la continuidad de la ley en sentido metapolítico, la continuidad de la civilización, romana y medieval, aristotélica y tomista.

–También aparece en el libro la temprana crítica de Donoso a la política reducida a economicismo, que sigue siendo una de las tentaciones de la derecha.

–Es a partir de esta crítica como se entiende que Donoso Cortés, siendo un gran parlamentario, fuera un crítico furibundo del parlamentarismo en tanto que el parlamentarismo se detenía en este tipo de cosas técnicas. Dedicarte principalmente a temas de carácter económico tiene que ver con la normalidad y que, por lo tanto, resulta impotente cuando te enfrentas a problemas excepcionales. La excepcionalidad política exige de la decisión. Él se ensaña con la clase discutidora.

–Resulta llamativo cómo, en el «Discurso sobre la situación general de Europa», Donoso describe pavorosas catástrofes y cataclismos como algo providencial: todos los caminos, dice, hasta los más opuestos, conducen a la perdición. Donde la debilidad ha de ser la muerte, ahí hay príncipes débiles; donde la ambición ha de causar la ruina, ahí hay príncipes ambiciosos. Están justo todos colocados donde no tendrían que estar y nunca actúan con prudencia. Y añade, cuando la catástrofe es tan universal tiene que haber una causa general.

–La causa general es el desfondamiento de la legitimidad política tradicional. Se ha roto la armonía entre auctoritas y potestas, los gobernantes no se atreven a ser gobernantes y los dominados no se someten a la autoridad, se han desvirtuado obediencia y mando. Es una de las grandes rupturas de la Modernidad de las que habla Elías de Tejada.

–La única solución que Donoso ve es lo que llama la reacción religiosa. La dictadura pospone, pero no soluciona, la única solución sería la reacción religiosa porque el combate está también en ese plano. Donoso escribe de Proudhon: «yo no había comprendido nunca la rebeldía gigantesca de Luzbel hasta que he visto con mis propios ojos el orgullo insensato Proudhon».

–Esa frase conecta de lleno con el hijo de la anomia (Ho Antrophos Tes Anomias) del que habla Pablo de Tarso en la segunda carta a los Tesalonicenses. Lo lógico sería pensar que el adversario histórico de Donoso Cortés fuera Karl Marx, pero su fama fue posterior. ¿Cuál fue entonces su antagonista? Proudhon, que ve como el hijo de la anomia contemporáneo.

Pero lo interesante de Donoso es que tiene una convicción, que luego desarrollarán los autores tradicionalistas, que es la siguiente: el marxismo no deja de ser una continuidad del liberalismo, sobre todo a nivel antropológico, pero con una salvedad, y es que la potencia religiosa (como lo contrario a una religión), como una religión invertida que tiene el marxismo, no la tiene el liberalismo. Por eso Donoso escribe que, «el liberalismo es de todas las escuelas la más estéril porque es la menos docta y la más egoísta. Como se ve, nada sabe de la naturaleza del mal ni del bien. Apenas tiene noticia de Dios y no tiene noticia alguna del hombre. Se podría decir que el socialismo sí tiene noticia de Dios, pero para matarlo».

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