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17 de junio de 2024

Mario de las Heras
Mario de las Heras

¿Qué diría Walt Disney si pudiera ver en qué han convertido su idea?

Podría musitar, por qué no: «El horror, el horror...», como escribió Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas

Madrid Actualizada 04:30

Walt Disney

Walt DisneyGTRES

Walt Disney, el empresario que creó el más grande sello de entretenimiento para niños; el padre del ratón Mickey, del pato Donald o de Goofy. El revitalizador de los cuentos clásicos, el responsable de éxitos cinematográficos y televisivos impensables antes de él, el Elvis de la animación en lugar de la música («Antes de Elvis no había nada», dijo John Lennon), no daría crédito al ver lo que han hecho con la obra de su vida.

Los buenos son ahora los malos

Se quedaría impresionado de una forma parecida a cómo se quedó impresionado Marty McFly en Regreso al Futuro 2 cuando ve su ciudad convertida en un oscuro imperio propiedad del villano de la historia. Es casi lo mismo lo que ha sucedido con Disney, donde los villanos de toda la vida poco a poco se están convirtiendo en los buenos en el giro radical «woke» de los responsables.

Walt Disney dejó dichas muchas frases. Las que muestran el alma del hombre que creó una empresa con su espíritu y sus creencias, pisoteado todo ello en el presente. «Me encanta la nostalgia. Espero que nunca perdamos algunas de las cosas del pasado», dijo: el mismísimo antilema «woke». «La vida está compuesta de luces y sombras. No podemos ocultar esta realidad a nuestros hijos, pero sí enseñarles que el bien puede triunfar sobre el mal»: un mínimo repaso de sus sentencias más destacadas, imagen y ejemplo de la esencia de la empresa original, señalan el lado opuesto de la actual Disney.

Esa actual Disney un día decidió avisar del contenido de sus películas clásicas con los siguientes párrafos: «Este contenido incluye representaciones negativas o contenido inapropiado de personas o culturas. Estos estereotipos eran incorrectos entonces y lo son ahora. En lugar de eliminar este contenido, queremos reconocer su impacto nocivo, aprender y fomentar que se hable sobre él para crear entre todos un futuro más inclusivo. Disney se compromete a crear historias con temas inspiradores y motivadores que reflejen la gran diversidad de la experiencia humana en todo el mundo».

Si Walt Disney leyera esto sería como cuando Charlton Heston descubrió la cabeza de la Estatua de la Libertad sobresaliendo en la arena de la playa en El planeta de los simios. «El horror, el horror...», escribió Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas. Ese horror que, por cierto, es el horror del colonialismo belga que el ministro español de cultura «woke» compara con la Hispanidad. Esto es otra cosa, pero no está demasiado alejada.

Un «pasado nocivo»

Hay una sociedad que se impone, no una sociedad espontánea, libre e ideal, que se dirige por juicios de valor. En paralelo a esa sociedad camina la Disney del XXI. Una sociedad democrática, se dice para homologarse, que promueve la invalidación de un pasado selecto y de los juicios de valor contrarios. Disney nos dice categóricamente qué es negativo e inapropiado. Disney señala los estereotipos incorrectos y reconoce un pasado nocivo en favor de «un futuro más inclusivo».

Walt Disney, por aligerar de gravedad este texto, se quedaría como el pato Donald cuando se golpea contra una pared y el pico se le da la vuelta. ¿Qué pensaría al comprobar que los padres de hoy tienen que revisar las películas sospechosas de adoctrinamiento en antivalores que llevan su propio nombre y que antes eran sinónimo de diversión, enseñanza y valores? Hay que recordar que los responsables modernos de la compañía prometieron más temas sexuales en los contenidos o que el 50 % de sus personajes tenían que pertenecer a minorías raciales.

«Un simple ratón»

La sorpresa y la decepción serían mayormente mayúsculas para Walt Disney, quien se quedaría aún más atónito, si cabe, al comprobar cómo la empresa próspera que dejó también se ha convertido en una empresa empobrecida, perdedora de dinero en lugar de ganadora. Una empresa triste y oscura, en lugar de alegre y luminosa: la tergiversación atroz del imperio que, como dijo el propio Disney, «empezó cuando dibujé un simple ratón».

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