
El diestro Fernando Adrián en el festejo taurino de la Feria de San Isidro de este viernes en Las Ventas, en Madrid
Sólo un gran toro de Victoriano del Río salva una tarde de desastre ganadero total
Lo aprovecha Fernando Adrián con una vibrante faena, no rematada con la espada
Un año más, al concluir el paseíllo, se guarda un minuto de silencio por la muerte de Joselito el Gallo, «el rey de los toreros», en Talavera de la Reina, el 16 de mayo de 1920. En su honor, se ha declarado esta fecha como el Día Mundial de la Tauromaquia. Fue el torero por excelencia; el más «largo» y completo que haya existido nunca; el espejo en el que todos los profesionales se miraban: podía con todos los toros y dominaba todas las suertes. Por eso, encarna y simboliza este arte. Sin hipérbole ninguna, suelo añadir que Joselito es el toreo, igual que Bach es la música; Velázquez, la pintura; Cervantes, la novela; Shakespeare, la música.
En sólo siete años de alternativa, toreó veinticinco corridas como único espada (en cas todas, además, pidió el sobrero). Mató más de mil quinientos toros. Sólo en Madrid, toreó ochenta y una corridas. Gallito no podía haber sido más que torero. Basándose en lo que le vio hacer en los ruedos, escribió don Gregorio Corrochano su magistral tratado: Qué es torear. Introducción a la tauromaquia de Joselito. Un siglo después de su muerte, su legado sigue completamente vivo: en cualquier arte, lo mejor nunca pasa de moda.
Al ver un cartel de toros, el gran público se fija sólo en los toreros; el aficionado, atiende también – y casi en primer término- a la ganadería. El toro es la base de la Fiesta y lo que más condiciona el resultado de un festejo.
En el cartel de esta tarde se anuncian tres figuras… y también se lidian toros de tres ganaderías: lógicamente, el aficionado tuerce el gesto al verlo. Aunque El Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto sean del mismo dueño, son dos ganaderías diferentes, de distinto origen (las dos, por cierto, predilectas de las primeras figuras) y no suena muy bien que, entre los dos hierros, no hayan presentado una corrida completa que sea aprobada, para San Isidro.
Además, dos toros de esta tarde, el segundo y el cuarto, tienen el mismo nombre, Yegüero, aunque pertenecen a dos ganaderías distintas. Y ese nombre es muy cercano al del último toro de la tarde anterior, Yegüesero, que tan mal juego dio. Con todo esto, ¿no es lógico que algunos aficionados acudan esta tarde a Las Ventas con la mosca detrás de la oreja?
Lo malo es que los recelosos aciertan: salvo el quinto, de Victoriano del Río, un gran toro, al que Fernando Adrián realiza una vibrante faena, no rematada con la espada, el resto del festejo es un desastre total, de toros y de toreros. En una tarde de excelente temperatura, con el cartel de «No hay billetes», la casta y la bravura de los toros brillan por su ausencia. Tampoco Manzanares ni Pablo Aguado están acertados, en una corrida plúmbea: la síntesis de lo que no debe ser una tarde de toros. Y eso sucede cuando algunos profesionales proclaman triunfalmente que hoy se torea mejor que nunca y que se lidian toros más bravos que nunca. Si así lo ven ellos…

El diestro Pablo Aguado en la lidia de su primer astado en el festejo taurino de la Feria de San Isidro
Nadie discute que José María Manzanares es un gran torero pero no me parece que esté en su mejor momento. ¿Por qué? No lo sé. Al Guerra le atribuyen esta sabia frase: «Cá uno es cá uno y tiene sus caunadas».
El primero, de El Puerto, cercano a los 600 kilos, como toda la corrida, algo protestado, embiste templado y humilla, de salida. Es un mansito manejable. Cumple en el caballo pero está justo de fuerzas y de raza, tiene clara querencia a tablas; en la muleta, queda cortito y pronto se raja. Logra Manzanares algún muletazo con su natural elegancia pero el toro siempre busca las tablas, a la salida de cada pase. Al final, le baja la mano con mando y buen gusto en unos pocos pases, muy pocos: al trasteo le ha faltado la emoción que da el toro bravo. Con el toro rajado del todo a tablas, lo caza con habilidad.
El cuarto, de La Ventana, recibido con pitos, ya de salida embiste mortecino. En los doblones iniciales, el toro flaquea y queda muy corto. Metiéndose con él, José María le saca algún muletazo estético, pero la emoción brilla por su ausencia. El público comenta sus cosas o se refugia en consultar el móvil; los exigentes, protestan. Agarra Manzanares una buena estocada: lo mejor, casi lo único notable de la faena.
La serie de Puertas Grandes que ha abierto Fernando Adrián indican claramente su entrega. Otra cosa es que su estilo satisfaga a los más exigentes de Las Ventas.
El segundo, de El Puerto, sale con pies, muy suelto. En vez de sujetarlo, como debía, lo deja pasar, enjaretándole unas chicuelinas. Lo pican poquísimo y, aún así, flaquea. Mece el capote Aguado en el quite pero el toro se va: nadie lo ha sujetado, desde que salió. Se luce Marcos Prieto con los palos, aunque el toro se refugia en tablas. Brinda al Alcalde de Madrid, en un burladero . Comienza Adrián por alto y el toro flaquea: es bondadoso pero flojo, no dice nada , se desentiende, se para: una birria de toro, una estatua, que embiste cansino , dormidito , como si estuviera deseando tumbarse a la bartola. Lo caza a la tercera.
El quinto, de Victoriano del Río, luce hermosos pitones. Se llama Frenoso, como el que fue premiado en Fallas de este año con la vuelta al ruedo y permitió el triunfo de Roca Rey. Empuja bien en el caballo , embiste con alegría. Brinda Adrián al público y se hinca de rodillas en el centro. Después de un emocionante pase cambiado, el toro repite : por primera vez, la gente aplaude con entusiasmo los vibrantes derechazos, ligados, de mano muy baja («rastreros», decía Chenel) ; por la izquierda, surge un desarme, antes de una buena serie. Vuelve a la derecha, por donde el toro va mejor, se suceden los muletazos ligados, emocionantes. Remata las bernadinas con trincherillas, que aquí gustan mucho. Tenía el triunfo en la mano pero falla con los aceros y se queda en una vuelta al ruedo. Algunos la pedían también para el bravo Frenoso, que ha embestido sin freno.

El diestro José María Manzanares en el festejo taurino de la Feria de San Isidro
Pablo Aguado torea con un estilo personal, que incluye una virtud: la naturalidad. Su estética atrae a muchos aficionados, en Sevilla y en Madrid. ¿Cuál es su punto débil? Dominar a los toros y cuajar faenas completas.
El tercero, de Victoriano, se llama Dulce, como el muy bravo que propició el triunfo en Las Ventas de Borja Jiménez. Este toro está bien armado, sale alegre, con pies, pero también flaquea. Los lances de recibo se quedan en conato. El toro tiene casta pero gatea. Aguado muestra su naturalidad en unos muletazos, deslucidos por la caída del toro y un enganchón. Algún derechazo es estético pero el trasteo no cuaja y se prolonga sin sentido. Recuerdo yo un verso de Gerardo Diego: «Todo en la vida es casi y es apenas». Algo así es la faena. Mata muy mal Aguado, sin estrecharse, y descabella sin haber dejado la espada: cinco pinchazos y dos descabellos. (Al entrar a matar, ha sufrido una herida en el pulgar de la mano derecha: pasa a la enfermería y le dan cinco puntos).
El sexto toro, de La Ventana, colorado, sale distraído, no le deja estirarse con el capote. Lo pican mal, se lleva la vara enhebrada y el picador, la bronca, mientras Aguado quita por chicuelinas. Este toro flaquea de atrás, no transmite . El trasteo de Aguado se queda en casi nada. Y mata pronto, no bien.
¿Qué opinaría Joselito el Gallo de esta corrida, si hubiera podido verla? No es difícil de imaginar: salvo el quinto, ni toros, ni toreros. Y, sobre todo, una realidad indiscutible: sin toros con casta, bravura y fuerza, toda la Fiesta se viene abajo. Eso es sencillamente lo que ha sucedido esta tarde, en Las Ventas.
POSTDATA. A Corrochano le contó don Eduardo Miura cómo se reveló Joselito en un tentadero, en su casa, al enfrentarse a una becerra difícil. Tenía sólo 13 años:
«Salió del burladero Joselito, que entonces no era más que el hermanillo de Rafael y, sin vacilar, se fue con la mano izquierda: la becerra lo achuchaba mucho, se defendía y apenas se dejaba torear. Rafael le dijo: ‘José, ¿no ves que achucha por el izquierdo? Toréala con la derecha’. ‘¿Con la derecha? – exclamó, extrañado, José -. Anda, toréala tú’. Y dió la muleta a su hermano. Salió Rafael con la muleta en la mano derecha y, al dar el primer pase, se le coló y lo derribó. José, riéndose, le hizo el quite. ‘¿Por qué habías visto que no se podía torear con la mano derecha?’, le preguntaron. ‘Pues porque, desde que salió, hizo cosas de estar toreada. No pueden haberla toreado más que en el herradero y, como los muchachos que torean al herrar las becerritas torean con la derecha, comprendí que , al achuchar por el lado izquierdo, por el derecho no se podía ni tocar. Y ya lo han visto ustedes’. Entonces se cayó en la cuenta de que, efectivamente, la habían toreado los muchachos del herradero. Don Eduardo Miura, siempre que relataba el caso, admirado de la intuición de este torero, añadía: ‘Parece que lo ha parido una vaca’».
La precocidad y la clarividencia de Joselito, en el toreo, es semejante a la de Mozart, en la música, y Picasso, en la pintura...
FICHA
- Madrid. Plaza de Las Ventas. Feria de San Isidro. Viernes 16 de mayo
- «No hay billetes». Toros de El Puerto de San Lorenzo (1º y 2º), mansos, flojos y descastados. De La Ventana del Puerto (4º y 6º), igual. De Victoriano del Río (3º y 5º), muy bueno el quinto, despedido con una gran ovación
- JOSÉ MARÍA MANZANARES, de azul marino y oro, estocada (silencio). En el cuarto, buena estocada (silencio).
- FERNANDO ADRIÁN, de celeste y plata, dos pinchazos y estocada (silencio). En el quinto, pinchazo, media y tres descabellos (aviso, vuelta al ruedo).
- PABLO AGUADO, de negro y oro, cinco pinchazos y dos descabellos (aviso, pitos). En el sexto, pinchazo y descabello (silencio).