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The Number of the Beast is 666

The Number of the Beast is 666Rosenbach Museum and Library

René Girard y el Anticristo

El Anticristo no aparecerá como asemejándose al verdadero Jesucristo

René Girard, el renombrado crítico literario y filósofo francés, observó que una fuerza motriz de todo conflicto humano era lo que él denominó el «deseo mimético», una especie de versión acelerada de la envidia en la que no solo queremos lo que tiene el competidor, sino que lo queremos simplemente porque él lo tiene. Es más, queremos todo lo que tiene, sí, pero queremos más: no nos basta con tener todo lo que tiene, sino que deseamos ser como él, y no solo queremos ser como él, sino que al final queremos convertirnos en él, y para convertirnos en él no dudamos en recurrir a la violencia.

He estado pensando en esta idea en relación con la próxima aparición del Anticristo. El Anticristo, bajo su agradable apariencia de confianza y eminente poder, quiere lo que Cristo tiene simplemente porque Cristo lo tiene. Quiere ser como Cristo. Esto es, por supuesto, un eco de la batalla acaecida en el Jardín del Edén, en la que Satanás tienta a Adán y Eva diciéndoles que si comen del árbol del conocimiento del Bien y del Mal llegarán a ser como Dios. Satanás mismo experimentó esa misma tentación y por eso se rebeló. Quería el poder de Dios simplemente porque Dios tenía ese poder y no podía soportar no ser como Dios.

Así que el Anticristo no solo quiere lo que Cristo tiene simplemente porque lo tiene, sino que quiere ser como Cristo. Quiere ser el Hijo de Dios. Este es el núcleo de las tentaciones en el desierto. Satanás quiere darle la vuelta al guion. Quiere que Jesucristo lo adore en vez de que Satanás tenga que sometérsele, quiere que sea Cristo el que se someta. Entonces él será como Cristo.

El espíritu del Anticristo siempre está presente en el mundo, pero cuando el Anticristo final aparezca intentará parecerse a Cristo tanto como sea posible. Pero aquí está el truco: tratará de parecerse a lo que él piensa que es Cristo, y ésta es la parte resbaladiza del asunto. Satanás todavía no ha entendido, y mucho menos aceptado, quién es realmente Jesucristo. Piensa que Jesucristo es un gobernante mundano como el mismo lo sería. Piensa que a Jesucristo le interesa el poder y la dominación, porque Satanás, ese espíritu orgulloso, no puede imaginar otra cosa. No tiene un intelecto capaz de comprender verdaderamente la humildad. Piensa que la humildad es una estafa, un truco astuto, un ardid, una estratagema.

Así que el Anticristo no aparecerá como asemejándose al verdadero Jesucristo, sino a lo que él pensará que es Jesucristo. Y lo que el Anticristo pensará es que el Jesús maestro espiritual, sanador y con un alma compasiva es solo una máscara, un papel que Cristo interpretó y que él querrá también interpretar. El problema es que Satanás siempre se pasa de frenada. Es un viejo actor que sobreactúa.

Por lo tanto, cuando el Anticristo aparezca, será tan exagerado en su papel de líder espiritual mundial y guía de la humanidad que aquellos que conocen al verdadero Cristo percibirán su falsedad.

¿He dicho ya que el deseo mimético conduce al conflicto y a la violencia? El Anticristo no parecerá violento al principio, pero al final, cuando no consiga salirse con la suya y conseguir todo lo que quiere, recurrirá a la violencia. El deseo mimético lleva finalmente al que cae en su trampa a asesinar al rival porque ésa es la única manera de satisfacer su deseo.

El Anticristo descargará su ira contra los únicos a su disposición: los seres humanos que son como aquel Cristo a quien tanto odia, y cuando llegue ese momento... habrá sangre.

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