
La filosofía deportiva de Alcaraz se asemeja al epicureísmo griego
Carlos Alcaraz en el jardín de Epicuro
El segundo Roland Garros consecutivo del tenista murciano demuestra que su filosofía vital, criticada por algunos, no va por el mal camino
La titánica final en París entre Carlos Alcaraz y Jannik Sinner ya es historia del deporte. Más de cinco horas de duelo y una remontada agónica del joven tenista murciano para conquistar su segundo Roland Garros consecutivo. El triunfo del español llega después de semanas de revuelo y cierta polémica tras el estreno del documental en el que expone su particular manera de entender la vida y el deporte.
A mi manera es el título de ese producto audiovisual y toda una declaración de intenciones: Alcaraz deja claro en el amplio reportaje que quiere llegar a la cima del tenis, pero sin convertirse en un esclavo de la raqueta. Su intención es disfrutar dentro, pero también fuera de la pista. La felicidad es el objetivo, la eudemonía en términos aristotélicos.
Durante dos décadas el deporte español ha tenido a Rafa Nadal como uno de sus grandes referentes. Los aficionados han visto triunfar al manacorí, pero también le han visto padecer. No solo en la derrota, han sigo testigos de un sufrimiento corporal que la leyenda del tenis ha aguantado de forma aparentemente estoica: soportando los golpes y buscando el camino para superar los factores externos y seguir adelante.
Siendo Nadal la referencia, es lógico que para algunos sea extraño escuchar a su aparente sucesor rechazar la idea de convertirse en un esclavo del tenis. Una de las frases más destacadas del documental pronunciadas por Alcaraz, «la felicidad ya es un éxito», indican una filosofía de vida próxima al epicureísmo, otra escuela helenística que ofrece importantes matices respecto al famoso estoicismo.
Placer y felicidad
Al igual que el estoicismo, la propuesta de Epicuro también tiene como objetivo la felicidad, pero en su caso asocia esta finalidad al placer. Sin embargo, y aunque en nuestros días esto parezca estar en las antípodas de lo que propone el mundo, no todos los placeres son buenos y sirven para el propósito que se busca. En este caso, lo que se deja entrever en el famoso documental de Alcaraz muestra cierta adecuación con lo que se enseñaba en el jardín ateniense en el que surgió esta corriente allá por el siglo IV a.C.
Los placeres que debe perseguir el hombre no son aquellos que lo excitan sobremanera. Las «pasiones violentas», explica Julián Marías, quedan descartadas porque acaban esclavizando. Frente a esto se deben buscar otros más sutiles y casi espirituales teniendo claro que la felicidad estable y duradera se encuentra desechando aquello que causa desagrado, molestia o dolor.
Entendiendo esta concepción del placer y de la felicidad es posible hallar los paralelismos con la filosofía de vida que expone Carlos Alcaraz en su documental. El joven murciano apuesta por evitar el sufrimiento que puede derivar de una vida consagrada únicamente al mundo del deporte al más alto nivel, un camino que no está exento de lesiones, derrotas y una altísima presión. Tampoco rechaza todo lo bueno que le aporta: el sacrificio, la constancia, el valor de aquello que uno logra gracias a su esfuerzo.
Del mismo modo, que el tenista reconozca que en ocasiones prefiere desconectar y pasar unos días disfrutando de la amistad y fiesta lo mantienen cerca de estos postulados. El reciente triunfo sobre la arena batida de Paris evidencian que esas pausas para el ocio no están fuera de su control, no son «pasiones violentas», y en ellas encuentra el placer en su justa y epicúrea medida.