'Oeuvres' de Donoso Cortès
Louis Veuillot, entrañable amigo parisino de Juan Donoso Cortés
En 1831, con apenas 18 años, Louis Veuillot llega a Ruán y comienza su carrera periodística como crítico de ópera
CEU-CEFAS ha tenido la excelente iniciativa editorial de publicar la traducción española de la «Introducción» de Louis Veuillot a las Oeuvres de Donoso Cortès, publicadas en París en tres volúmenes entre 1858 y 1859 por el editor y librero Auguste Vaton, pocos años después de la muerte del marqués de Valdegamas. Esta traducción española de la «Introducción» de Veuillot, publicada hoy —que yo sepa por primera vez en España— bajo el sugerente y escueto título de Juan Donoso Cortés, se enriquece con un estudio introductorio de José Antonio Pérez Ramos, joven especialista en el pensamiento de Donoso, y con un epílogo del traductor y crítico literario Gabriel Insausti, dos textos que proporcionan una amena y muy completa revisión del tema. No me canso de repetir lo mucho que me evoca dicha «Introducción» de Veuillot a las Obras de Donoso Cortés, desde que mi mujer descubrió por casualidad esta verdadera pepita bibliográfica en una época en que era prácticamente imposible encontrarla en Francia. Feliz acontecimiento que tuvo lugar durante una venta benéfica al final de una misa dominical en la iglesia de Notre-Dame-de-Bonne-Nouvelle, en la pequeña isla de Bréhat, lo que me permitió hacer reimprimir y presentar al público francófono, en 1981, el tercer volumen que contiene el célebre Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo.
Pero mientras que el nombre de Juan Donoso Cortés es bien conocido en Europa y América, no puede decirse lo mismo de su querido amigo Louis Veuillot, sobre todo en España. ¿Quién era Louis Veuillot? Para responder a esta pregunta con cierta precisión, basta con remitirse a los estudios ya citados de Pérez Ramos e Insausti, que a su vez se basan en obras anteriores de Mirecourt (1856), Tavernier (1913), Du Plessis (1943), Pierrard (1988), Laurioz (2005) y, sobre todo, Benoît Le Roux (1984, reeditado en 2005).
Louis Veuillot fue escritor, crítico literario, gran periodista, formidable polemista y, sobre todo, católico. Escribió miles de artículos y una veintena de libros. Hijo de François-Brice Veuillot y de Marguerite-Marianne Adam, Louis Veuillot nació el 11 de octubre de 1813 en Boynes, en la región francesa de Loiret, a unos cuarenta kilómetros de Orleans (ciudad liberada por Juana de Arco en 1429, durante la Guerra de los Cien Años).
Después de Louis, el mayor, vino Eugène en 1818, que se convertiría en fiel compañero de aventuras del editor del periódico L'Univers, seguido de Annette en 1823 y Élise en 1825. Los padres y sus cuatro hijos vivían en la más absoluta indigencia. Cuando el padre, tonelero, quebró, la pareja tuvo que enviar al hijo mayor a vivir con su abuelo durante diez años. A los doce años, Louis suplicó a su padre que le enseñara un oficio, pero éste no podía pagar los honorarios del aprendizaje, por lo que le situó junto a un procurador.
A diferencia de Donoso, que nació en 1809 en el seno de una rica familia de terratenientes y recibió una excelente educación secundaria y universitaria, Veuillot era el prototipo del «hombre hecho a sí mismo», el perfecto autodidacta. Aprendió latín solo. Dotado para la escritura y melómano, conoció desde muy joven las obras de Hoffmann, Weber y Mozart. Leyó a Michelet, Sand, Janin, Lamartine, Victor Hugo y Walter Scott. Leyó también a Montaigne, Amyot, Boileau, Madame de Sévigné y Saint Simon, sin olvidar a Rabelais, Molière y las tragedias francesas del siglo XVII. Su apetito por la lectura parecía insaciable. Fue un caso excepcional, si no único, de hijo del pueblo analfabeto que se convirtió en un gran periodista.
En 1831, con apenas 18 años, Louis Veuillot llega a Ruán y comienza su carrera periodística como crítico de ópera. A los 19 años, el futuro mariscal Bugeaud, que busca un escritor para relanzar el periódico gubernamental de Périgord, le llama y le envía a Périgueux como redactor jefe. Más tarde, Guizot, presidente del Consejo de Ministros, que busca periodistas, también le contrata. En 1837, a la edad de 24 años, Veuillot se convierte en redactor jefe de un periódico liberal-conservador que dirige con el socialista-fourierista, futuro antisemita de izquierdas y ecologista Alphonse Toussenel. Los dos hombres siguieron siendo amigos durante toda su vida. En 1838, otro amigo, Gustave Olivier Lannes (hijo del mariscal Lannes y futuro general de división y ayudante de campo de Napoleón III), le dijo a Veuillot que era cristiano. Veuillot se inquietó. Y es comprensible. A principios del siglo XIX, la élite política, económica y cultural francesa conservaba todos los prejuicios burgueses contra el clero y consideraba muerto al catolicismo. Pero a los dos amigos no les importaba. El 15 de marzo llegaron a Roma, a Civitavecchia. Tras un mes de dudas y lucha interior, Veuillot se convirtió y recibió la absolución. El jesuita padre Vaure le presenta a Gregorio XVI, quien le aconseja leer las Vidas de los Santos. Hay que señalar que las «conversiones» al catolicismo de Donoso (1847) y Veuillot (1838) marcaron, en ambos casos, una ruptura con el pensamiento liberal-conservador, saturado de racionalismo, cientificismo, materialismo e individualismo, del que ambos habían bebido hasta entonces.
De vuelta a París, Veuillot entró en contacto con representantes del nuevo movimiento de regeneración católica entonces en pleno apogeo. Los nombres de Montalembert, Ozanam, Lacordaire y el abate Guéranger simbolizaban esta renovación. Para ellos, el cristianismo no estaba muerto ni podía morir. Un día, mientras Veuillot paseaba por las calles de París con el filósofo fourierista y masón Victor Considerant y su hermano Eugène, los tres amigos fueron a tomar un café a una taberna. En tono jocoso, Considerant exclamó «Vamos al bar de L'Univers que, gracias a Dios, no tiene nada en común con L'Univers religieux». Eso fue todo lo que hizo falta para despertar el interés y la curiosidad de Louis.
- «¿Qué es L'Univers religieux ? », preguntó.
- «Es un aburrido periódico publicado por beatos en el que se nos insulta con el pretexto de que las doctrinas de Fourier son inmorales», respondió Considerant.
Irónicamente esta experiencia dio a Louis la idea de escribir para L'Univers religieux, politique, philosophique, scientifique et littéraire. Publicó su primer artículo el 16 de junio de 1839. A la edad de 26 años, Veuillot se despreocupa por completo de los asuntos materiales y así seguiría el resto de su vida. Para él, el opio del pueblo no era la religión, sino la envidia, los celos y la rivalidad social. Lo que le sublevaba era el ateísmo y la impiedad de la sociedad burguesa que, con su lamentable ejemplo, privaba a los pobres de todo consuelo religioso.
A finales de febrero de 1841, Veuillot se embarcó hacia Argelia. Participó con el general Bugeaud en la toma de la ciudad de Muaskar. Pero pronto se sintió profundamente conmovido por el número de muertos y heridos. Lo que realmente le conmovió fue el sentimiento religioso de los árabes, que le llamaban «Khodja Marabout», el santo secretario, porque era el único que rezaba por la noche en el vivac, mientras que sus compañeros franceses le llamaban «fanático e iluminado». En su libro Les Français en Algérie (1845), escribió estas palabras premonitorias: «Mientras los árabes no sean cristianos, no serán franceses, y mientras no sean franceses, ningún gobernador, ningún ejército podrá garantizar la paz durante un mes». Ciento cuarenta años más tarde, el 30 de octubre de 1987, el Rey Hasan II, «Comendador de los Fieles», pero también gran amigo de la cultura francesa, se hizo eco de sus palabras sobre los marroquíes cuando le dijo a una periodista francesa que estaba estupefacta por ser ella muy políticamente correcta: «No me gustaría nada que fueran objeto de un intento [de integración] porque nunca se integrarán. Si lo intentan, no serán capaces. Serán malos franceses. Nunca serán 100% franceses, se lo aseguro». A principios del siglo XX, el mariscal Lyautey y el padre Charles de Foucauld (beatificado por Benedicto XVI y canonizado por Francisco) ya compartían este punto de vista «diferencialista».
En 1842, Veuillot se compromete cada vez más con el periódico L'Univers, del que se convierte en redactor jefe en marzo de 1843. En esta época, las relaciones entre los liberales Montalembert y Lacordaire, y Louis Veuillot, seguían siendo buenas. Sin embargo, Veuillot se apresura a criticarles por su «falta de sangre», «tibieza» y «pusilanimidad»; por «su falta de repugnancia por una sociedad a la que pertenecen y cuyo terciopelo y encaje les impiden ver las heridas y oler las corrupciones». Dice también: «No saben lo que pasa en la calle, nunca la han pisado; yo vengo de ella, nací en ella, a decir verdad, aún vivo en ella».
La primera gran batalla de Veuillot como redactor jefe de L'Univers fue por la libertad de enseñanza. Fue una lucha encarnizada entre la burguesía liberal, anticlerical y atea, por un lado; y los partidarios de la Iglesia, por otro. En nombre de la libertad de enseñanza, los católicos franceses criticaron el monopolio del Estado sobre la enseñanza. Poco a poco, los tres niveles de la enseñanza se hicieron libres: la enseñanza primaria en 1830, la secundaria en 1850 y la superior en 1875. El periódico L'Univers encabezó la lucha. Como resultado, llovieron las multas, la censura e incluso las penas de cárcel contra los redactores, que nunca flaquearon. Pero los católicos estaban divididos. Los «moderados», como Ozanam, acusaban a los «exaltados» de perturbar la paz, faltar a la caridad y ahuyentar a los infieles. Fieles a sus convicciones, Veuillot y sus amigos renunciaron a toda esperanza de carrera y éxito social. A partir de 1846 la división entre conservadores y liberal-demócratas o progresistas se acentuó. Espíritu lúcido e independiente, Veuillot declaro: «La crítica de Thiers a los sistemas socialistas es irrefutable —Thiers, ministro y luego presidente del Consejo bajo Luis Felipe I, era liberal, patriota y ferozmente anticlerical—, pero cuando los socialistas critican a su vez la sociedad actual, cuando hablan del egoísmo que la asola, también son irrefutables». En Esquisses du temps présent, Veuillot, indignado por las maniobras parlamentarias de la burguesía, arremete contra la oligarquía dominante. Considera que el sistema parlamentario favorece a los socialistas anticatólicos y contribuye a la descristianización. Por otra parte, creía que era posible recristianizar al pueblo, pero sólo si se fomentaba mediante un auténtico retorno a la religión de la clase dominante y por parte de las instituciones.
Veuillot tenía amigos y enemigos en todos los ámbitos de la vida pública. Entre sus amigos destacaban Donoso Cortés, Melchor du Lac (monje de Solesmes), Ségretain (diputado por Mayenne y alcalde de Laval), Tessier, su médico, y el escritor monárquico ultramontano Barbey d'Aurevilly; pero también el fotógrafo y ensayista republicano Nadar, el discípulo socialista de Fourier y antisemita Toussenel, y el «poeta maldito, impío y libertino» Baudelaire, cuyo interés por Dios y la religión era sin embargo constante. Otras personalidades políticas y culturales simpatizaban con las ideas de Veuillot. Entre ellas había católicos sociales, teóricos corporativistas y monárquicos-legitimistas, como Alban de Villeuneuve-Bargemont, Albert de Mun (el famoso fundador de los Cercles catholiques ouvriers) o René de La-Tour-du-Pin. Lo que les unía era su aversión común a la cobardía, el egoísmo y la hipocresía, y su apego compartido a los humildes y los vencidos.
Entre 1849 y 1851, Veuillot se reunió regularmente con Donoso (a veces en casa de Montalembert) y se hizo su amigo hasta el punto de elegirle padrino de una de sus hijas. Veuillot admiraba en Donoso al brillante despreciador de la filosofía racionalista de la historia y del progresismo, al crítico lucido del camino hacia la servidumbre o el despotismo gigantesco (el «totalitarismo», diríamos hoy). Compartía con él la convicción de que una sociedad que pierde su religión pierde tarde o temprano su cultura. Como él, explicaba que las ideas fundamentales que conforman Europa y Occidente son de origen cristiano o han sido readaptadas por el cristianismo.
Tal vez las terribles pruebas y tribulaciones de las vidas de Donoso y Veuillot también fortalecieron su amistad. El marqués de Valdegamas se había casado con Teresa García Carrasco en 1830, a los veintiún años, y su felicidad duró poco. De esta unión nació una hija, pero la pareja la perdió inmediatamente y la madre siguió a la niña en 1835. En cuanto a Veuillot, se había casado a los 32 años y tuvo 6 hijas antes de ser cruelmente puesto a prueba. Perdió a una hija al nacer y después a su esposa Mathilde, que murió de peritonitis en 1852. Después perdió cuatro hijos, tres en 1855 por difteria y más tarde a su segunda hija, que murió al dar a luz.
Otro punto en común entre los dos hombres que no puede dejar de subrayarse es su generosidad o liberalidad. Sabemos que el marqués de Valdegamas, miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl y embajador en París, donaba la mayor parte de sus ingresos a los pobres y sólo conservaba para sí lo estrictamente necesario. Durante más de siete años, Veuillot se ocupó de una familia que le había confiado otra gran amiga común, la abnegada y célebre Sor Rosalía.
En 1851, Donoso y Veuillot se encontraron en el centro de una violenta polémica. El 18 de junio, pocos días después de su publicación en Madrid, el Ensayo había sido publicado en París. Aplaudida y elogiada por algunos, la obra fue también ferozmente atacada. Para comprender los entresijos de esta polémica, es necesario recordar el contexto político y religioso en el que tuvo lugar. Durante la Segunda República Francesa (1848-1852) y a lo largo del Segundo Imperio (1852-1870), hubo una disputa constante entre los obispos «políticos» o «galicanos», que querían organizar la Iglesia de Francia con independencia del Vaticano, y los católicos ultramontanos, que se sentían ante todo hijos de Pío IX. Dos obispos galicanos libraron un verdadero pulso contra Veuillot: el arzobispo de París, monseñor Sibour, republicano-liberal, y el obispo de Orleans, monseñor Dupanloup, monárquico, primero legitimista y luego liberal. Los católicos liberales creían que la Iglesia era más fuerte cuando estaba desvinculada del poder civil y que sólo debía exigir libertad para sí misma. Por el contrario, Veuillot estimaba que el Estado nunca es neutral, por lo que es deseable que se apoye en la Iglesia. «Todo Estado que no reconozca el cristianismo es una fuerza descristianizadora», afirmaba. También criticaba al catolicismo liberal por estar demasiado vinculado al liberalismo económico.
Monseñor Sibour consideraba que L'Univers, al imprimirse en París, debía estar bajo su control. En cuanto a Dupanloup, afirmó a través de su vicario general Gaduel, haber encontrado herejía en el Ensayo de Donoso, publicado por Veuillot en su prestigiosa Bibliothèque universelle. La reacción de Veuillot fue inmediata y muy aguda. Ridiculizó a Gaduel y a «esos teólogos que quieren hablar de lo que pasa en la calle sin salir de sus bibliotecas: ellos abren sus libros —dijo—; nosotros deberíamos abrir las ventanas». Gaduel se quejó al arzobispo de París, que prohibió a L'Univers el acceso al clero de su diócesis en febrero de 1853, añadiendo una amenaza de excomunión. Veuillot viajó inmediatamente a Roma para defender su causa y el 25 de febrero se entrevistó con Pío IX. Esa misma noche escribió a su hermana Élise para contarle la calurosa acogida que le había dispensado el Papa, quien le animó a seguir publicando L'Univers, al tiempo que le pedía no atacar a los obispos. Para cortar en seco la maniobra de Sibour, que pretendía movilizar a otros obispos en su favor, Pío IX instó claramente a los obispos a apoyar a toda la prensa católica.
En julio, un libro anónimo (probablemente del abate Cognat) pretendía probar con citas del periódico, las palinodias y ultrajes de Veuillot. L'Univers, afirmaba, había preconizado nada menos que la revolución, la democracia como religión, el fourierismo y un gobierno ateo; era «una escuela de insultos y desprecios». Veuillot fue incluso comparado con Danton. Pero esto era subestimar la influencia de los católicos a favor de L'Univers entre el clero, entre muchos obispos e incluso en el extranjero. Mientras que los jesuitas y los dominicos no apreciaban mucho a Veuillot, sus más firmes partidarios se encontraban entre los fundadores y superiores de congregaciones populares, los lazaristas, los asuncionistas, las Hermanitas de los Pobres, los misioneros y los sacerdotes diocesanos urbanos y rurales. Veuillot contaba también con la simpatía de Pío IX y del futuro Papa León XIII, que apreciaban su talento.
Por su parte, Donoso rehusó implicarse en la polémica, demasiado consciente del riesgo de ver el Ensayo utilizado con fines estrictamente partidistas. El 28 de enero de 1853, año y medio después de la publicación de su libro, envió una carta abierta al director de L'Univers, y el 24 de febrero entregó el Ensayo al Papa, acompañado de una carta y de todos los elementos de la polémica. El 16 de abril, la Civilta Cattolica examinó atentamente las objeciones al Ensayo y reconoció a Donoso como heredero de las formas tradicionales de expresarse de los santos papas y padres de la Iglesia. Naturalmente, L'Ami de la religion, la revista de Dupanloup y Gaduel, se cuidó de no decir una sola palabra a sus lectores... y el asunto acabó en uno de esos acuerdos amistosos temporales que no satisfacen a nadie por completo.
Hay que señalar que una de las principales cualidades del periodista Veuillot era el sentido de la divulgación inteligente. También sabía hacer reír a costa de sus oponentes, desinflar a los farsantes y a los charlatanes pseudointelectuales. En Francia, nadie lo había hecho tan bien como él desde Voltaire. Y eso le hizo aún más temido y odiado por sus adversarios.
Bajo el Imperio, tomó abiertamente partido por el régimen, que, hay que reconocerlo, favoreció la progresión de la enseñanza católica, el retorno de las clases acomodadas a la práctica religiosa, la multiplicación por diez del número de sacerdotes y el auge de las congregaciones. Sin embargo, las primeras críticas y fricciones con el régimen se produjeron a partir de 1856, cuando las ambiciones del Emperador amenazaron a los Estados Pontificios. La ruptura de Veuillot con el régimen imperial tiene lugar en 1860 tras la encíclica Nullis certe, que fue muy dura contra Napoleón III. La respuesta de las autoridades no se hizo esperar. El 29 de enero, un decreto imperial suprimía L'Univers. Realmente, Veuillot apoyaba o se oponía a los gobiernos y regímenes sucesivos según la manera en que se comportaban con la Iglesia. Privado de su periódico de 1860 a 1867, Veuillot no obstante estaba en la cima de su prestigio. En 1864, publicó una Vida de Nuestro Señor Jesucristo, en respuesta a la Vida de Jesús de Renan, que tuvo un éxito considerable en el mundo católico.
Desde 1849, el cardenal Joaquín Pecci, el futuro León XIII, había concebido la idea de un breve en el género del Syllabus. En 1852, Donoso había sido consultado por el cardenal Fornari en el marco de los trabajos preparatorios. Diez años más tarde, en 1861, Veuillot fue a su vez solicitado al mismo tiempo que otros expertos. Estuvo, por supuesto, en total acuerdo con el Syllabus publicado por Pío IX el 8 de diciembre de 1864. Al reaccionar como cristiano, escribiría aseverativo: «El único progreso es Jesucristo»; y también «Fuera de la Cruz, fuera de la Iglesia, no hay salvación». Desconfiaba del Estado porque lo consideraba el rival de Dios y de la Iglesia.
El 19 de febrero de 1867, L'Univers finalmente recibió la autorización para reaparecer. Veuillot se enfrentó nuevamente al liberal Dupanloup, quien se oponía a la infalibilidad pontificia a las vísperas de su proclamación en 1870, mientras que él la defendía. En septiembre de 1870 se proclamó la III República Francesa y ocho meses después, el 12 de mayo de 1871 —bajo la presidencia de Thiers— L’Univers es prohibido nuevamente, aunque en esta ocasión de manera menos prolongada, tras la enérgica protesta de Veuillot contra las ejecuciones sumarias de los insurgentes al final de la Comuna de París (marzo-mayo de 1871).
Por otra parte, en numerosas ocasiones, Veuillot había alabado la causa del carlismo español. No dejó de hacerlo hasta 1876 porque soñaba con un nuevo mundo latino que contrarrestara los «imperios bárbaros del Norte». Así, cuando en 1874, el Mariscal Mac Mahon (un monárquico legitimista vencedor de la Comuna de París, presidente de la República de 1873 a 1879) reconoce al gobierno del general Francisco Serrano, Veuillot reacciona con pasión: «¡Bebe solo tu vino de España, ribaud, y ve a contar tus escapadas que hacen sonrojar a un caballero!» (la palabra «ribaud» en francés es sinónimo de depravado, sinvergüenza y estafador). Al día siguiente, L’Univers fue nuevamente suspendido.
En otoño de ese mismo año, Veuillot sufrió un ataque cerebral. Enfermo, apenas pudo dictar algunas páginas tras la muerte del Cardenal Pie, en mayo de 1880. Murió el 7 de abril de 1883 a los 65 años, reposando desde entonces en el Cementerio de Montparnasse.
Veuillot fue objeto de escándalo para la burguesía racionalista, materialista y atea durante casi toda su vida pública. ¡Un hombre que iba a misa, a confesar, que oraba y que además se atrevía a presumir de ello!, ¡horresco referens! Por eso fue calumniado, agobiado con difamaciones e insultos. Se le permitió recibir todos los golpes (Zola, Hugo y Michelet destacaron en esta tarea). Los «exaltados» siempre son detestados mientras que los «tibios» son ignorados o menospreciados.
Sin embargo, Louis Veuillot, al igual que Donoso, nunca deseó ni un gobierno teocrático ni una religión de Estado, como denunciaban sus adversarios, sino que consideraba que el Estado tenía el deber de defender, si no la verdad de la doctrina católica, al menos el carácter benéfico del cristianismo y de asegurarle el respeto público. Para ellos, esta era la única manera de evitar el peligroso y fatal camino de la servidumbre y del despotismo. Agradezcamos, por tanto, a CEU-CEFAS y CEU Ediciones por este hermoso homenaje rendido a la amistad entre Juan Donoso Cortés y Louis Veuillot y a la obra de estos dos pensadores fundamentales de la historia del catolicismo y del cristianismo.