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Triunfo homérico de Rafaelillo y Juan de Castilla

Rozando la cornada, cortan oreja en una muy seria y exigente corrida de José Escolar

Act. 12 jul. 2025 - 22:11

Juan de Castilla durante la lidia a su primer toro de la tarde

Juan de Castilla durante la lidia a su primer toro de la tardeEFE

Como todas las demás artes, la Tauromaquia tiene muchos estilos y facetas. Un buen aficionado a la pintura disfruta tanto con la Venus de Botticelli como con las pinturas negras de Goya; con las Vírgenes de Murillo como con las visiones atormentadas de Van Gogh. Pero la Tauromaquia tiene una peculiaridad extraordinaria: une la estética y la emoción; el artista crea belleza después de haber dominado a un animal feroz, peligrosísimo: en eso consiste la lidia.

Los dos elementos son imprescindibles: si no sentimos el riesgo de ese animal, el toreo se acerca a un ballet, algo muy estético pero frío, con escasa emoción. Si no nos deleitamos con hermosos pases, el toreo se acerca a una lucha de gladiadores. En ese equilibrio radica la grandeza del arte del toreo. Su evolución histórica ha privilegiado la estética: es lógico, pero, como ya advirtió Ortega hace décadas, el riesgo es el manierismo, el amaneramiento. La clave de todo es siempre el toro, aunque algunos espectadores inexpertos no lo adviertan.

Rafalillo durante la lidia

Rafaelillo en su primer toroEFE

En Pamplona, en dos tardes seguidas, hemos vivido las dos caras de la Tauromaquia. El viernes, con los bondadosos toros de Jandilla, Pablo Aguado sonreía, mientras adoptaba posturas estéticas ante un toro de Jandilla que parecía el carretón: algo muy bonito pero muy poco emocionante. El sábado, con los temibles toros de Escolar, los tres diestros nos emocionaban por su arrojo, su valor auténtico, aunque la estética hubiera pasado a segundo plano. El viernes, dominó la lírica; el sábado, la épica.

La ganadería de Escolar tiene fama de dura, difícil, exigente. Dentro de eso, en San Isidro lidió una buena corrida. Esta mañana, el encierro ha sido vertiginoso; ya en el ruedo, un toro cárdeno ha sembrado el pánico, al volverse y barbear tablas, con momentos de grave peligro. Por la tarde, se lidian cinco cárdenos y un negro entrepelao (el segundo): serios, encastados, muy armados, exigentes. No han hecho buena pelea en varas ni los han picado bien. Destaca el tercero, un gran toro; el peor, el sexto.

Han lidiado la corrida tres especialistas en corridas duras: dos veteranos, curtidos en mil batallas, Rafaelillo y Fernando Robleño, muy respetados por los buenos aficionados, y un diestro que posee menos experiencia, Juan de Castilla, pero que ha demostrado ya su técnica y su valor en Las Ventas y en Pamplona.

Rafalillo

RafaelilloEFE

Con gran mérito, Rafaelillo y Juan de Castilla logran cortar un trofeo, a cambio de fuertes volteretas. La pierde por la espada Fernando Robleño, después de otra importante faena.

El murciano Rafaelillo ha triunfado muchas veces, lidiando corridas duras; también ha sufrido graves percances. Hace cuatro años, festejó los veinticinco de alternativa.

Al primero, lo recibe de rodillas en tablas y lo lidia con el capote. Acude pronto al caballo, le pegan fuerte y trasero; embiste sin humillar, soso, incierto, probón. Con mucho oficio, Rafaelillo le saca algunos muletazos, que no tienen eco en los tendidos. Mata con habilidad a la segunda. El toro ha sido un Diputado de los complicados, como otros que conocemos de sobra.

Rafalillo durante la lidia a su segundo toro

Rafaelillo en su segundo toroEFE

Recibe Rafaelillo a portagayola y se salva tirándose a la arena en el serio cuarto, el toro que asustó por la mañana, en el encierro. Brinda al público. Comienza con tres muletazos de rodillas; acierta bajándole la mano. Cuando se confía, el toro hace por él y le pega cinco violentos pitonazos seguidos. Muy dolorido, sin chaquetilla, vuelve a la cara del toro, que ha aprendido y de nuevo hace por él. Doblado por el dolor, tiene los arrestos de meter la mano en una estocada. Cae el toro mientras Rafael, hecho un ecce-homo, apenas logra mantenerse en pie: con la justa oreja en la mano, pasa a la enfermería. Deciden trasladarlo al Hospital para examinar las contusiones.

El madrileño Fernando Robleño se despide de los ruedos esta temporada. Su trayectoria ha sido la de un gran profesional, limitada sólo por la espada, que le ha privado de bastantes triunfos.

El segundo, veleto, sí humilla en las verónicas de recibo. Lo pican trasero. Quita Juan de Castilla con arriesgadas gaoneras. Brinda al público Robleño, El toro vuelve rápido, exige mucho. A pesar de una colada, le saca naturales mandones, de mano baja. Pincha antes de la estocada y pierde el posible trofeo. Ha sido una faena de mérito con un toro nada fácil.

Fernando Robleño

Fernando RobleñoEFE

El quinto, cárdeno claro, es un tío, tiene una impresionante arboladura pero Robleño logra algunas buenas verónicas. Juan de Castilla, que ha vuelto de la enfermería, no perdona el quite por chicuelinas. Como siempre, se luce Iván García, con los palos. Brinda Robleño su último toro de Pamplona, por la televisión, a su madre. Se dobla bien con el toro, le saca muletazos con profesionalidad; destacan algunos naturales suaves, cruzándose al pitón contrario, bajándole mucho la mano. Como tantas tardes, no redondea con la espada la meritoria faena.

El colombiano Juan de Castilla, quince años más joven que sus compañeros de esta tarde, nos sorprendió gratamente en Las Ventas, al lidiar con oficio toros complicados. Hace un año, en San Fermín, cortó una oreja a un toro de Escolar, se ganó la repetición. En el pasado San Isidro, estuvo valentísimo con las reses de Dolores Aguirre. Más de una vez ha dicho que tiene «hambre de toro».

El tercero, abierto de pitones, de cinco años y medio, embiste con fuerza en las verónicas de recibo. Miden el castigo en el caballo. Brinda Juan al público, cita de rodillas a un toro que tardea y flaquea un poco pero embiste con emoción. Los naturales de mano baja levantan un clamor. El toro ha embestido con calidad y el torero ha estado muy firme. Atropella la razón en las manoletinas de rodillas y roza el percance. Entra a matar muy recto, se queda en la cara, sufre un pitonazo en el pecho. A la segunda, entrando de más cerca, como debía, logra la estocada: la res tiene una hermosa muerte de toro bravo y Juan corta una merecida oreja. También se aplaude justamente a Chatarrero, un gran toro.

Juan de Castilla en su faena

Juan de Castilla en su faenaEFE

Alto, serio y astifino es el sexto, que se revuelve rápido en el capote. No lo pican ni banderillean bien: es una «prenda». Asusta ver a Juan de Castilla llamándolo al natural, desde el centro. El toro no obedece, sale distraído. Le roba algunos muletazos, con riesgo evidente, a un toro que no da opciones, el más deslucido de la tarde. No se ve la forma de entrar a matar a un toro totalmente desentendido, con la cara por las nubes. Felizmente, el toro se echa, después de pinchazo y estocada.

A mi lado, Luis, un joven aficionado al cine, me ha dado el resumen de la tarde, recordando la expresión que emplea Barry Fitzgerald, en la maravillosa película El hombre tranquilo, de John Ford, cuando ve desvencijada la cama de los recien casados John Wayne y Maureen O’Hara: «¡HOMÉRICO!» Así han estado los tres toreros, con los toros de Escolar.

Ni un momento hemos podido distraernos, en toda la tarde. Ha habido toros, lo que tantas veces echamos de menos, y ha habido toreros profesionales, valientes. Todo lo que se hace a estos toros tiene auténtico mérito: es la verdad del toreo.

Ficha

Pamplona. Sábado 12 de julio de 2025. Lleno.
Toros de José Escolar, muy serios, encastados, armados, exigentes. Destaca el buen tercero.
RAFAELILLO, de verde y oro, pinchazo y estocada (silencio). En el cuarto, estocada (oreja).
FERNANDO ROBLEÑO, de gris plomo y oro, pinchazo y estocada (ovación). En el quinto, cuatro pinchazos y ocho descabellos (aviso, silencio).
JUAN DE CASTILLA, de sangre de toro y oro, pinchazo y estocada (aviso, oreja). En el sexto, pinchazo y estocada (aviso, silencio).
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