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El filósofo griego Sócrates y sus discípulos

El filósofo griego Sócrates y sus discípulosGTRES

El juicio contra Sócrates, ¿un secreto de película?

La condena a muerte del que fuera maestro de Platón y Jenofonte está tan sumergida en sombras, que el mito de la Caverna podría ser una clave para comprender un misterio que implicaría acusar a los dioses de ser meros fantasmas

De Sócrates sabemos algunas cosas, aunque no seamos expertos en el tema. Sabemos, por ejemplo, que fue sometido a juicio en Atenas unos treinta años después de la muerte de Pericles. Lo condenaron a beber la cicuta, algo que, según nos relatan, acató con entereza, porque no deseaba contrariar las leyes de la ciudad, y porque «a un hombre de bien no le sucede ningún mal, ni durante esta vida ni tras fallecer».

También sabemos de Sócrates que solía preguntar a sus discípulos, para que mediante sus propias respuestas fueran descubriendo la verdad. Técnica que hoy imitan algunos coachs.

Este método, conocido como mayéutica, iba de la mano de una actitud que se caracterizaba por el interés en las cuestiones éticas y el «sólo sé que no sé nada».

Desde Nuevo Méjico, el investigador Matt Gatton nos plantea una interpretación alternativa sobre ciertos aspectos de su vida y los motivos por los que fue condenado a la pena capital.

Gratton publicó el año pasado en Estados Unidos su libro The Shadows of Socrates: The Heresy, War, and Treachery Behind the Trial of Socrates, título que podríamos traducir como «Las sombras de Sócrates: Herejía, guerra y traición tras el juicio contra Sócrates».

Y acaba de presentar en la Fundación Pastor (Madrid) las claves de esta obra, en la cual cobran gran protagonismo «los misterios de Eleusis y el mito de la Caverna» de Platón.

A Sócrates lo condenaron a beber la cicuta, algo que acató con entereza, porque no deseaba contrariar las leyes de la ciudad

Según Gratton, Sócrates no sólo es «el padre de la filosofía occidental»; además, «vivió tiempos turbulentos» y el proceso judicial al que se sometió «sigue envuelto en el misterio», pues la acusación no quedó registrada y «le tendieron una trampa». ¿Qué significa que fue declarado culpable de «impiedad, corromper a la juventud, falta de reverencia a los dioses»?

Dice Gratton que una clave esencial son los misterios de Eleusis, que se celebraban a unos 22 kilómetros de Atenas. «El templo, en su apogeo, era una enorme estructura que podía albergar a tres mil iniciados en una sola ceremonia», comenta.

Y agrega: «Los iniciados vivían una experiencia transformadora que evocaba la muerte; primero, el miedo y la oscuridad los sobrecogían», luego sentían «una epifanía con visiones de luz divina».

Esta vivencia espiritual obliga a los devotos a un «juramento de secreto»

Esta vivencia espiritual obliga a los devotos a un «juramento de secreto»; nunca debían hablar de lo que les había sucedido en aquel lugar sagrado. Revelar el secreto constituía un delito capital: «hablar de Eleusis suponía morir y perder la salvación eterna». ¿Hasta qué punto?

Recuerda Gratton que los misterios de Eleusis –por cierto, éleusis en griego significaba «llegada, advenimiento», y, en ocasiones, se sobreentendía que la de una deidad entre los humanos– solían centrarse en el mito de las diosas Perséfone y Deméter.

Diosas que representan la muerte de la que luego surge la vida, al igual que tras el otoño y el invierno aparece la primavera. ¿Existe una vida después de esta muerte? Comenta Gratton que la única forma de acceder a una existencia placentera tras la muerte «era iniciarse en los misterios de Eleusis».

En aquellos ritos, «Perséfone aparecía como un espectro de luz etérea y otorgaba a los iniciados una vida dichosa después de la muerte». Y, ¿cómo se lograba esa «aparición»? Según la hipótesis y los experimentos de Gratton, dentro del templo dedicado a este culto, había una pequeña cámara a la que únicamente «podía acceder el sacerdote principal o hierofante».

En aquella cámara había «un fuego o fuente de luz increíblemente brillante». La estancia anexa, «que albergaba a los iniciados, podía sumirse en una oscuridad total». Aquella «forma arquitectónica se adaptaba a su función ritual y simbólica».

Gratton, que en 2022 publicó en Oxford University Press un capítulo sobre proyecciones ópticas en este ámbito religioso helénico, postula que desde la cámara pequeña se emitía una luz a través de la figura de la diosa.

De modo que los devotos contemplaban un espectáculo similar a nuestro cine o diapositivas. Algo que existía en algunos ámbitos. Dice Gratton que, puesto que los creyentes de Eleusis «nunca habían visto una película», quedarían muy impactados por esta experiencia.

Esta hipótesis hace que el mito de la Caverna cobre otro sentido: «unos prisioneros encadenados frente a una pared» donde lo único que ven es la proyección de unas sombras. «Los prisioneros creen que las sombras son la realidad», lo cual «se trata de una fabulosa ilustración de la condición humana, ya que estamos atrapados en un mundo de ilusión», comenta. Y prosigue: «El filósofo tiene el deber de levantar a los prisioneros y mostrarles la verdadera luz del conocimiento».

Según la teoría de Gratton, «el mito de la Caverna es inquietantemente similar al posible funcionamiento interno de los misterios de Eleusis», de manera que el planteamiento alegórico de este mito podría haber constituido «una herejía». Esa sería la explicación de por qué a Sócrates lo acusaron de impiedad.

Podría argüirse, en contra de esta teoría, que transcurrió demasiado tiempo entre la hipotética violación de los misterios de Eleusis, por parte de Sócrates, y su juicio fatal. Pero cabe añadir el otro aspecto: a Sócrates también lo acusaron de corromper a la juventud.

Y el proceso que condenó a Sócrates arrancó tras un cambio político que afectó a «varios de los antiguos discípulos de Sócrates», los cuales «habían causado un gran daño a Atenas; Alcibíades se convirtió en traidor y provocó la derrota de Atenas frente a Esparta; Critias fue uno de los Treinta Tiranos y fue responsable una matanza en masa de atenienses», sostiene Gratton.

Pocos meses antes del juicio contra Sócrates, se celebró otro similar contra Andócides, a quien un sacerdote acusó de profanar los misterios de Eleusis. Sin embargo, este sacerdote y otros denunciantes «cometieron errores en el juicio y Andócides fue declarado inocente».

Continúa Gratton: «Aprendieron de sus errores», de manera que lograron la condena de Sócrates. Según Gratton, aquel sacerdote, que se llamaba Calias, formó parte de otras acusaciones por impiedad que supusieron detenciones y torturas; Gratton incluso llega a compararlo con Torquemada.

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