A través de la lente de Robert Rauschenberg: el fotógrafo que lo cambió todo

En 1985, la Fundación Juan March presentó por primera vez en España a Robert Rauschenberg. Cuarenta años después, y coincidiendo con el centenario de su nacimiento, el fotógrafo y pintor regresa a la misma sala, la sala de exposiciones Robert Rauschenberg, hasta el 18 de enero de 2026, donde revive su obra no como una memoria de lo que fue, sino como un recuerdo de lo que es.

Cámara en mano, Rauschenberg nos invita a redescubrir el hecho de mirar. Objetos que muchos de nosotros nos aventuraríamos a calificar como «poco artísticos», adquieren en su obra un protagonismo único.

El proyecto pone de manifiesto la importancia que tuvo la fotografía y la imagen en el proceso artístico del autor, recorriendo décadas de investigación y exploración. El recorrido comienza con sus primeros trabajos fotográficos desarrollados en el Black Mountain College bajo la tutela de personalidades tan sobresalientes como Hazel Larsen y Aaron Siskind.

Rauschenberg consiguió no solo emular a sus referentes, sino también superarlos con creces. Si trascendió a su propio tiempo fue gracias a sus inquietudes técnicas y artísticas, que transformaron por completo el panorama fotográfico del último siglo.

Considerado a caballo entre el expresionismo abstracto y el «pop art», Rauschenberg trabajó especialmente con la técnica de los combines, obras híbridas entre pintura, escultura y collage que integraban los objetos encontrados sin jerarquías, sin un orden claro, según su idea de «random order»: un sistema visual en el que todo tiene cabida.

De hecho, es el mismo artista quien escribe: «Un par de calcetines no es menos apropiado para hacer una pintura que la madera, los clavos, el aguarrás, el aceite y la tela». En 1962 descubrió la serigrafía, un punto de inflexión que le permitió trasladar imágenes periodísticas directamente al lienzo y reproducirlas en distintas escalas y combinaciones (nótese la influencia de Warhol).

De ese impulso surgieron sus Silkscreen Paintings, que lo llevaron a ganar el Gran Premio de la Bienal de Venecia en 1964. A partir de 1979, el artista empezó a trabajar sobre todo con fotografías propias, ampliando aún más ese archivo personal de referencias, recuerdos y hallazgos.

La exposición, organizada en seis secciones, recorre estas etapas clave: desde las primeras fotografías del Black Mountain College hasta la serie Ruminations (1999); desde los Combines hasta sus proyectos escenográficos con la coreógrafa Trisha Brown. También incluye piezas del ambicioso proyecto ROCI (Rauschenberg Overseas Culture Interchange), con obras creadas durante la década de los ochenta en países donde el acceso a la cultura o la libertad de expresión estaba restringido.

La muestra, realizada en colaboración con la Robert Rauschenberg Foundation, reúne obras que ayudan a comprender hasta qué punto la etiqueta que lo sitúa como puente entre el expresionismo abstracto y el pop art se queda corta. Rauschenberg fue, ante todo, un artista sin barreras, capaz de convertir en arte desde un par de calcetines hasta un titular de periódico. Su manera de concebir la creación, basada en la mezcla, la apropiación y la ausencia de jerarquías, anticipó movimientos como el «nouveau réalisme» o el arte povera y lo convirtió en una figura adelantada a su tiempo.

Cercana y exhaustiva, Robert Rauschenberg: el uso de las imágenes invita a redescubrir a un creador que, más que un artista entre dos movimientos, fue un artista entre dos mundos: el suyo y el nuestro. No es de extrañar que los mismos comisarios de esta exposición se hayan referido al fotógrafo como un «clásico casi vivo» pues los nuevos caminos que abrió con su obra, siguen invitando a ser recorridos hasta hoy en día.