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29 de marzo de 2024

London (United Kingdom), 28/02/2022.- Cheyenne Westphal (L), the Phillips Global Chairwoman, walks in front of the work 'Untitled' (1982) by US artist Jean-Michel Basquiat at the Phillips auction house in London, Britain, 28 February 2022. The large size painting is estimated in the region of 70 million US dollars. The auction will take place on 18 May 2022 in New York. (Reino Unido, Londres, Nueva York) EFE/EPA/NEIL HALL

Untitled. Diablo (1982), que será subastado el próximo 18 de mayo de 2022 en Nueva YorkEFE

Basquiat, el yonqui caribeño que se convirtió en genio del arte contemporáneo

Es todo gesto y expresión personal que, inevitablemente, muestra un corazón desarraigado, como el del drogadicto que despierta de la última dosis en el infierno de su ropa arrugada

Jean Michel Basquiat se estará riendo mucho al ver cómo suben los precios de sus cuadros y su leyenda en las salas de subasta y las previsiones fiscales de los inversores.
El nombre del pintor americano ha vuelto a saltar a la actualidad de la cultura porque el coleccionista japonés Yusaku Maezawa, dueño del Untitle (Diablo) quiere deshacerse del cuadro en una puja programada para el 18 de mayo, que puede sobrepasar con creces la escandalosa cifra de los 110 millones de euros.
Pero antes de esa fecha, el cuadro va a hacer una gira que ya ha empezado en Londres, que pasará por Los Ángeles y Taipei, hasta el abril neoyorquino, y a la sala de subastas Phillip`s en la que puede auparse junto a Picasso, como el artista más caro del mundo.

El okupa de sus novias

De éste modo, Basquiat renovará la fama que, ya en vida, ansiaba tanto. Porque él, lo que quería era ser una estrella, más allá de los quince minutos prescritos por su amigo Warhol. No lo consiguió con su grupo de música experimental, sino con sus frases poéticas pintadas (casualmente) al lado de las galerías del arte más famosas de Nueva York. Y de ahí, al firmamento de los pintores atormentados, cuya vida se adorna de «malditismo» romántico y arrebatador.
No era un desarrapado, ni un vagabundo que no tenía dónde caerse muerto, aunque sí era un poco okupa de sus pobres novias, que pagaban el alquiler sin rechistar para que el chico pudiera seguir pintando.
Basquiat era el hijo de una familia de clase media, cuya madre, (diseñadora gráfica) le enseñó a amar la pintura, llevándole a todas las exposiciones de la ciudad.
Basquiat junto a su amigo Warhol

Basquiat, junto a su amigo Warhol

Aunque se le ha vendido como el primer artista negro del arte, tampoco es del todo cierto, ya que tenemos ahí al pintor Edward Mitchell Bannister, fallecido en 1901, o a Henry Ossawa Tanner, fallecido en 1937, o a la escultora Meta Vaux Warrick Fuller, fallecida en 1968. Sí fue, en cambio, un gran publicista de sí mismo y un excelente comercial de sus creaciones que, gracias a su temprana muerte, y como tantos iconos populares, se convertirá en otro bonito cadáver engullido por la mala vida y los excesos de la droga.

El Basquiat pintor

Además, vender al artista como un revolucionario es, quizá, crucificarle para siempre al madero de la posteridad y el culto de los cánones establecidos, dejando en un segundo plano los gustos, los colores predominantes, las técnicas y materiales, las influencias y afluentes por los que navega su creatividad como una información, hasta cierto punto, innecesaria. En cualquier caso, en Basquiat hay un poco de todo empezado, abocetado y sin terminar, un poco como fue su vida: un poco como las tormentas multicolores de Pollock, un poco como los trazos sucios de un De Kooning, mucho más desordenado, o los garabatos infantiles de Cy Towmbly.

El gesto del grito

Quizá, porque su recorrido fue demasiado corto para los exagerados precios de las pujas actuales, Basquiat no tuvo tiempo de sorprender ese instante en el que un creador abandona progresivamente el academicismo como lenguaje aprendido y se va entregando, poco a poco, al gesto imprevisto e inconsciente que brota de la técnica. Porque el genio necesita una forma ( una educación) que sostenga el gesto no calculado para plasmar la realidad. En éste sentido, Basquiat sí es artista. Pero es todo él gesto; y sí tiene un lenguaje y una expresión personal que, inevitablemente, muestra un corazón desarraigado, como el del drogadicto que despierta de la última dosis en el mismo infierno de ropa arrugada, periódicos y cajas de cartón del que la heroína lo había abstraído durante un breve momento, y al que se vuelve con horror.
En Basquiat está el gesto del grito desesperado de una angustia que consigue escaparse del corazón y atraviesa las calles sucias de la ciudad, las pintadas sin orden, las manchas de spray chorreando sobre los desgarrados anuncios de conciertos, podridos ya por el frío, la lluvia y el tiempo; sobre las paredes de los garitos oscuros, humeantes, donde los noctámbulos pernoctan cuando salen de los narcopisos, y se enfrentan a un vacío inconsciente, a una ausencia de paz; a una violenta guerra consigo mismo y con el mundo, frente a la que los millones de euros que se avecinan, son pura anécdota mercantil.
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