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27 de abril de 2024

El Museo Thyssen y el Museo Reina Sofía

El Museo Thyssen y el Museo Reina Sofía

Los museos españoles se rinden a la ideología de la descolonización

Las pinacotecas del mundo se han lanzado ya sin tapujos a una tarea doctrinal, más que museística, de la que también quiere formar parte España cueste lo que cueste

ARCO no es un museo sino una feria de arte contemporáneo. En 2023 miró hacia Iberoamérica y en 2024 mira hacia el Caribe. No hay demasiada diferencia. La mirada continúa en la misma dirección. El arte se indigeniza. Y en la «indigenización» se piden restituciones generalizadas que no tienen en cuenta cada caso concreto. Es una suerte de globalismo artístico al que los países «deudores» están respondiendo de muy heterogéneas e incompletas formas debido a la heterogeneidad e incompletitud de las peticiones, cuya raíz es esencialmente ideológica.
Volviendo a ARCO como punta de lanza más actual, en esta exposición se vuelve a producir el desembarco del arte suramericano cuya principal característica es la denuncia de la colonización. Una colonización que en España nunca existió porque nunca hubo colonias españolas, sino virreinatos, como profusamente han explicado los historiadores españoles contra la constante insistencia política que pretende equiparar la historia de España a verdaderas colonizaciones como la de El Congo, el salvajismo que el ministro Urtasun comparó con la Hispanidad.
Mientras en España, donde menos corresponde hacerlo, se aplican en la tarea, el resto de países del mundo hacen gestos mucho menos aplicados. Un sí, pero no. Prestan objetos coloniales y también se niegan a devolver otros. Que se lo pregunten al Museo Británico. Bélgica, el país más salvajemente colonizador, apenas ha realizado acciones mucho más claras en comparación. Francia y Benín, Estados Unidos y México no son lo mismo que España. Pero el Gobierno de España y algunas de sus autoridades museísticas sí quieren que lo sea.
Los defensores de esta descolonización la llaman un proceso de «recontextualización» y no de «reescritura» de la Historia. Eufemismos para conseguir un objetivo. No se «reescribe», pero sí se introduce otra mirada. La de los «colonizados» como la artista peruana Sandra Gamarra, una ya vieja conocida difusora de la leyenda negra, que ahora lo vuelve a hacer en la Bienal de Venecia como representante de España. Tanto es así que algunos de estos artistas latinoamericanos ideologizados no se contentan con exponer su obra en Europa o Estados Unidos, sino que incluso piden el desmantelamiento de sus museos como paso previo a la descolonización.
El Museo Reina Sofía es pionero en esta descolonización durante el período de Manuel Borja-Villel como director, furibundo descolonizador («hay que 'repolitizar' la cultura para tomar el poder y descolonizar los museos», dijo), una tendencia que continúa en el tiempo de Manuel Segade, su actual director, alineado en la corriente del ministro de Cultura. Una corriente que todavía no se sabe muy bien en qué consiste, ni hacia dónde va, pero que Segade parece dispuesto a marcarle el camino. De momento no hay desmantelamiento, pero sí apertura de salas exclusivas contra el imperialismo y el colonialismo y otros conceptos similares.
El Museo Thyssen-Bornemisza también se ha plegado a la ideología de la descolonización. En estos días presenta la obra de la artista filipino-canadiense Stephanie Comilang sobre la historia colonial española en Filipinas, con un lapidario título: En busca de la vida. También el mismísimo Museo del Prado se plegó al «nomadismo» del artista portugués Carlos Bunga, a quien conoce bien Borja-Villel entre Bienales y otras ferias, quien puso unas cajas de cartón en el interior del edificio diseñado por Juan de Villanueva, mientras pensaba en Goya y El Bosco, no se sabe muy bien en qué sentido concreto, aunque sí en el general.
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