En San Petersburgo hace tanto frío en invierno, que las estatuas de mármol tienen su propia funda para pasar la estación.
El mármol veneciano se resiente de los 30 grados bajo cero que alcanza la bella ciudad rusa, protagonista de tantas novelas de Dostoyevski.
La ciudad fundada por Pedro el Grande en 1703 fue capital imperial durante dos siglos y, además, es puerto abierto al mar Báltico. Recibió, por tanto, toda la riqueza del arte europeo cuando las élites rusas se abrieron al gusto occidental.
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