La exposición dedicada a Leigh Bowery es la gran propuesta de la Tate Modern este verano
La Tate Modern de Londres culpa al Brexit y a la covid del hundimiento de un museo cada vez más woke
El museo de referencia del arte moderno y contemporáneo en Londres se encuentra inmerso en una complicada crisis financiera y de visitantes
La Tate Modern Gallery de Londres, uno de los museos más señeros de la capital británica y todo un referente del arte contemporáneo a nivel mundial, no atraviesa su mejor momento.
Segú reconoce la propia institución, desde 2019 ha perdido cerca de 2,2 millones de visitantes, lo que supone una caída del 27 %, recoge el diario The Guardian. Una catástrofe.
No es un fenómeno exclusivo de la Tate, otros museos londinenses también han experimentado caídas, pero ni de lejos de ese calibre. La National Gallery, por ejemplo, ha sufrido una caída de visitantes del 3 %, mientras que el Museo británico del 4 %, siempre según datos recogidos por The Guardian.
¿A qué se debe esta rápida decadencia? La directora del museo, Maria Balshaw, lo tiene claro. La Tate está sufriendo los efectos de la crisis demográfica que afecta al Reino Unido, como a otros países occidentales, y los efectos del Brexit y de la pandemia de coronavirus.
Según señaló, en declaraciones recogidas por el diario británico, la salida del Reino Unido de la Unión Europea y el largo confinamiento decretado para impedir la propagación de la Covid-19 han alejado a los visitantes, sobre todo a los jóvenes de entre 16 y 24 años, que no han vuelto a conectar con las colecciones y exposiciones del museo a orillas del Támesis.
La caída de visitantes, además, coincide con una seria crisis financiera de la Tate, lo que podría obligar a eliminar la entrada gratuita.
Para muchos críticos, sin embargo, el problema no es tanto la crisis demográfica o los efectos del Brexit y la pandemia, sino más bien las decisiones a la hora de concebir y organizar las actividades y las prioridades expositivas en la propuesta del Museo.
Y es que la Tate Modern Gallery se encuentra inmersa en una deriva woke en la que se está priorizando la ideología y la promoción de la agenda progresista frente a los criterios puramente expositivos, artísticos y culturales.
Se trata de un fenómeno similar al que se está produciendo en España en museos como el Reina Sofía o el Thyssen, con la consecuente pérdida de prestigio, deterioro de marca y pérdida de interés por parte del visitante.
En el caso de la Tate Modern de Londres, por poner un ejemplo, encontramos exposiciones la dedicada al artista de performance, pionero del travestismo, y modelo de Lucian Freud, Leigh Bowery (fallecido en 1994), cuyos espectáculos se caracterizaban por el uso extravagante de los maquillajes, las propuestas incómodas y la búsqueda de lo grotesco y de lo feo.
La exposición a él dedicada en la Tate se presenta como una «exposición ecléctica e inmersiva», «una oportunidad única de experimentar muchos de los ‘looks’ de Bowery».
No hace falta hacer estudios sesudos para darse cuenta de que una propuesta semejante, presentada como la gran exposición del momento del Museo, no solo no va a lograr atraer nuevos visitantes, sino que generará una indiferencia total del público.