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Rachel Zegler en 'Blancanieves'

Rachel Zegler es una Blancanieves feminista y revolucionaria en la nueva adaptación de DisneyGTRES

Tolkien profetizó la actual deriva woke de Disney y se aseguró de que nunca adaptara 'El Señor de los anillos'

El autor de El Hobbit detestaba el modo en que Disney representó a los enanos en 'Blancanieves y los siete enanitos'

La publicación de El Hobbit –el libro con el que Tolkien inició su recorrido por la Tierra Media y que consagraría con su monumental El Señor de los anillos– apareció en 1937 de forma casi simultánea a otra obra maestra de la cultura popular del siglo XX, la película de animación de Walt Disney Blancanieves y los siete enanitos.

Cada una a su manera, y en su ámbito, ambas obras fueron revolucionarias e impulsaron el desarrollo cultural global de una manera hasta entonces inimaginable.

Con El Hobbit, y luego con El Señor de los anillos, Tolkien inventó la literatura de masas como la entendemos hoy: un fenómeno editorial capaz de obsesionar al lector hasta el punto de volverlo dependiente de la obra literaria.

La diferencia entre la obra de Tolkien y muchos de los bestsellers de hoy que repiten la fórmula por él inventada es que tanto El Hobbit como El Señor de los anillos son de una calidad literaria y de una innovación narrativa sobresaliente, hasta el punto de ser un clásico indiscutible de la literatura anglosajona y mundial del siglo XX.

J.R.R. Tolkien en una imagen de archivo de 1977

J.R.R. Tolkien en una imagen de archivo de 1977GTRES

En cuanto a Blancanieves y los siete enanitos, Disney introdujo una serie de innovaciones en la animación hasta entonces nunca vista, además de convertir en largometraje un género audiovisual hasta entonces limitada a los cortometrajes.

Pese a ello, Tolkien siempre detestó la versión de Disney de Blancanieves, lo que simbolizaba y, sobre todo, supo ver cómo iba a evolucionar la factoría de fantasía y, en cierto modo, profetizó la actual deriva woke de las películas de Disney.

En cualquier caso, Tolkien se aseguró de que Disney jamás se pudiera hacer con los derechos de su obra para adaptarlos, un caramelo muy jugoso teniendo en cuenta que El Hobbit se interpretó en su momento, y todavía se interpreta hoy, como una novela infantil-juvenil, cuando en realidad no lo es en absoluto.

En la correspondencia que Tolkien mantuvo con su amigo C. S. Lewis, el autor de El Hobbit mostraba su desaprobación del modo en que Disney se había aproximado a la historia original de los hermanos Grimm.

Criticaba Tolkien la decisión creativa de descartar elementos centrales de la historia original de Blancanieves o el añadido de nuevas líneas argumentales, no para una mejor adaptación de la historia al formato cinematográfico, sino con fines comerciales.

En ese sentido, criticaba Tolkien que Disney había infantilizado la historia original de Blancanieves, una narración, en realidad, muy oscura. Como consecuencia, se había eliminado todo elemento moralizante únicamente para adaptar la historia a los parámetros puritanos de los Estados Unidos de la época.

Así, en opinión de Tolkien, la historia quedó reducida a una mera versión edulcorada pensada para el simple entretenimiento de los niños sin retarlos demasiado.

Curiosamente, Blancanieves y los siete enanitos es uno de los clásicos de los que hoy reniega Disney por no encajar en sus parámetros de diversidad, equidad e inclusión.

Para compensar, la reciente adaptación de Blancanieves con actores reales, protagonizada por la actriz Rachel Zegler, es muy diferente.

Presenta a una Blancanieves feminista que no se enamora de un príncipe, sino que se alía con un campesino revolucionario, y ambos protagonizan una suerte de revolución proletaria para derrocar a la reina e instaurar en el reino un nuevo régimen basado en el socialismo.

A su vez los enanitos –uno de los elementos más polémicos de la cinta original y también de la actual– dejaron de ser enanos y pasaron a ser seres mágicos del bosque.

La nueva versión de Blancanieves, por supuesto, fue un absoluto fracaso en taquilla, no sólo porque el público no conectara con una Blancanieves todo el día enfadada y poniendo muecas que abroncaba a todo el mundo. Sino porque, directamente, la película es bastante mala.

En cualquier caso, Tolkien en su día ya criticó el modo en que Disney había plasmado en la pantalla a los enanos de Blancanieves.

Filólogo, medievalista, catedrático de Oxford y gran conocedor de la mitología anglosajona, germánica y nórdica, a Tolkien le llevaron los demonios cuando vio que los enanos de la tradición mitológica europea en vez de seres rudos, bravos guerreros que construyeron un poderoso reino horadando las montañas a la búsqueda de metales preciosos con las que construían sus armas imbatibles y forjaban las riquezas más increíbles jamás vistas, se convertían en la pantalla en unos pusilánimes hombrecillos que desempeñaban un papel de contrapunto cómico a la historia dramática.

Muy distinto de ese Thorin Escudo de Roble de El Hobbit o el Gimli de El Señor de los anillos.

Tolkien llegó a afirmar a Lewis que la obra de Disney le provocaba náuseas y supo ver que la deriva comercial de Disney –plegándose a las modas y corrientes ideológicas imperantes en el momento– irían a más sin importarle mancillar la obra original que adaptaba.

Por eso se aseguró de que Disney jamás se encargaría de la inevitable adaptación cinematográfica de las historias de la Tierra Media.

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