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29 de marzo de 2024

Un corresponsal en el frío de Ricardo Estarriol

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«Un corresponsal en el frío». Memorias de 40 años entre España y el Este de Europa

Las memorias de Ricardo Estarriol, corresponsal de la Guerra Fría, de un mundo discreto, en plena convulsión, con encanto y con peligro, donde uno no es lo que parece

Desde que leí El Danubio de Claudio Magris, me quedé enamorado de aquella Europa que se nos había negado conocerla por el muro del comunismo. Al año siguiente de su publicación en español se derrumbaba aquel muro de la ignominia y me hice uno de los lectores asiduos de La Vanguardia, uno de los mejores periódicos en el pasado, por su cuidado de la política internacional. Entre varios los periodistas de su redacción, sobresalía Ricardo Estarriol, un gerundese, abogado y periodista, que desde 1958 residía en Viena, y escribía una crónica sobre aspectos de Polonia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Checoslovaquia, Yugoslavia y la Unión Soviética, que iban respondiendo mis ansias de saber de aquellos lejanos lugares, mientras devoraba las obras de Bogdan Chudoba o Henryk Sienkiewicz.
Las memorias de Ricardo Estarriol descubren aquel hombre al que admiraba por su labor de corresponsal «en el frío». Un catalán con «seny» establecido en una Viena que se asemeja a la del Tercer hombre de Orson Welles, y donde debe ganarse la vida como corresponsal de diario barcelonés para el Centro y el Este de Europa hasta 1989, aunque estuviese en activo hasta el 2002. Es un corresponsal de la Guerra fría, donde a través de sus páginas describe lugares, políticos, policías, disidentes y «espías», un mundo discreto, en plena convulsión, con encanto y con peligro, donde uno no es lo que parece. Estarriol se deja llevar por su curiosidad, intenta ver, comprender y analizar su presente, lo que le llevará a ser uno de los grandes expertos de aquella Europa desconocida para el común de los occidentales. Es testigo de grandes cambios como la llegada al Vaticano del Papa Juan Pablo II donde se convertirá en la voz de aquella Iglesia del silencio. Realizará entrevistas con personas que luego serán los grandes protagonistas de las transiciones de aquellos países a la democracia.
Un corresponsal en el frío de Ricardo Estarriol

rialp / 526 págs.

Un corresponsal en el frío

Ricardo Estarriol

En su libro queda a descubierto su vida de familia, miembro del Opus Dei desde los dieciséis años, san Josemaría Escrivá de Balaguer le pidió impulsar el trabajo de la Obra en el Este, desde Viena. Su labor de periodista le sirve para tomar contacto con unas sociedades donde Dios ha quedado prohibido y su labor apostólica es la de descubrirles la santidad en lo ordinario y la presencia de Dios en la vida profesional. Su afición por la montaña se convierte en el areópago donde su contacto con estudiantes y jóvenes profesionales le sirve para conectarlos con una realidad espiritual que los convertirá en pescadores de hombres.
A través de sus páginas Estarriol va descubriendo una vida profesional seria, no plegada a nada, alimentada por un compromiso vocacional pleno que le lleva a recorrer carreteras intransitables y a conocer desconocidos bajo la vista lejana de los colaboradores del servicio secreto del país de visita. La tristeza debió embargarle cuando en su consulta de su informe en aquellos archivos, descubrió quienes de sus «amigos» habían pasado los detalles de su vida a los superiores de la policía secreta, no entendiendo aquel compromiso espiritual que llevaba al joven español a buscar una Misa de primera hora de la mañana, antes de iniciar su trabajo.
El trabajo serio y el perdón continuo habla de una persona entera con sus fobias y sus filias. Son unas memorias densas, de un corresponsal de primera línea cuyos detalles y análisis ayudan todavía a entender algunos hechos, la labor de los corresponsales, el trabajo de información de los espías y la doble sociedad en la que se vivía. La del pueblo llano, atemorizado por el totalitarismo comunista y con hambre de una vida mejor que pensaba estaría en occidente, donde el consumismo y el egoísmo había aniquilado sus restos de humanidad. Por otro lado, estaba la nomenclatura oficial, que como en enormes aldeas «potemkim», enseñaban a los extranjeros y a las delegaciones de comunistas amigos, entre los cuales estaban los españoles, aquellas falsas imágenes de éxitos industriales, sin tomar ningún tipo de contacto con la realidad social que estaba presente unos metros más allá de los edificios oficiales.
El libro se convierte en una verdadera guía de conocimiento de aquellas lejanas regiones y de conocimiento de unos jóvenes, intérpretes y traductores, amantes de occidente, que ahora uno descubre son respetados académicos o políticos en sus respectivos países.
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