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01 de mayo de 2024

Portada de «Extrañas» de Guillermo Arriaga

Portada de «Extrañas» de Guillermo ArriagaAlfaguara

'Extrañas': todas las luces y todas las sombras de Guillermo Arriaga

El escritor mexicano narra el despertar de la empatía de un joven noble a través de una historia plagada de aventura ambientada en la Inglaterra de finales del XVIII

De acuerdo a los manuales, el último tercio del siglo XVIII marca el tránsito de las «luces» de la Ilustración a las «sombras» románticas. Por supuesto, los manuales mienten o, cuando menos, no dicen toda la verdad. Toda la segunda mitad del XVIII es una frontera porosa entre ambos marcos, un espacio en disputa donde encontramos la Enciclopedia y los albores del terror gótico (El castillo de Otranto), el Cándido de Voltaire y la disquisición sobre lo bello y lo sublime de Burke, el grito libertario con el baño de sangre. La tradicional dicotomía luces-sombras nunca existió como tal y eso es los que convierte en apasionante un siglo tan desconocido.
Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1958) arranca su novela Extrañas en Inglaterra en 1781 y se propone que toda una época atraviese el texto, de casi 500 páginas. Todas las luces y todas las sombras. El libro, que arranca con una presentación en primera persona de los orígenes del protagonista, algo muy dieciochesco, va rápido al meollo, apunta de inmediato en la dirección que el autor quiere. Se nota la mano del guionista Arriaga (responsable de los libretos de Amores perros, 21 gramos o Babel, entre otros), que se pierde lo justo en digresiones y hace de la acción el vehículo de esta historia que narra los años de aprendizaje y concienciación de William Burton, joven de noble cuna que lucha contra los demonios de una sociedad cruel de la que su familia es exponente.
Portada de «Extrañas» de Guillermo Arriaga

alfaguara / 496 págs.

Extrañas

Guillermo Arriaga

Burton descubre que en los propios predios de su padre viven encadenados, apartados y malnutridos «seres aberrantes» o «engendros» a quienes no matan al nacer ni dejan morir «por ignorar si hacerlo es pecado o no» pero a quienes tampoco facilitan una vida digna. Ese descubrimiento marca la pregunta sobre la vida y la dignidad que acompañará a Burton por un viaje en medio de una Europa atravesada de luces y sombras, tirada por corrientes alternas de superstición y emancipación, religión y ciencia. Podría decirse que Extrañas ficciona el nacimiento de la empatía, un concepto tan en boga hoy.
Es interesante el modo en que Arriaga toma de la enorme pila dieciochesca y confecciona una novela entretenida que va del gótico a la aventura, de lo filosófico a lo científico. El propio autor mexicano (Premio Alfaguara 2020 por Salvar el fuego) ha declarado que, una vez se sentó a escribirla, su afán era «hacerla sentir como si fuera una obra escrita en el siglo XVIII». Se refiere en particular a lo estilístico pero creo que lo logra más a modo de homenaje en la elección híbrida de géneros.
En el aspecto estilístico, Extrañas no suena a novela del siglo XVIII, si bien tampoco puede decirse que suene a novela del siglo XXI. El autor se ha quedado a medio camino, sin que eso suene de todos modos mal gracias a su pericia. Asegura Arriaga que ha suprimido la palabra «que» y todos sus derivados («porque», «aunque», etc), que decidió confeccionar su libro con largos párrafos con comas, sin apenas puntos, y que no ha usado ninguna palabra acuñada con posterioridad a 1790, cosa que ha ido cotejando con el Diccionario de la RAE.
Hay que decir que la elección de párrafos infinitos (hay menos de cien en todo el libro) sin apenas puntos es una decisión que apunta más a las necesidades del autor de distinguirse que a un aporte real a la novela. No añaden sabor añejo y, en cambio, puede agotar al lector. A pesar de esta elección gratuita, la fluidez del libro es asombrosa, eso es innegable. Arriaga logra que no sea un «ladrillo» lo que podría haberlo sido en manos de otro autor, y ello es por su apuesta clara por la acción novelesca, incluso bizantina.
Tampoco logra el mexicano que no se le cuelen palabras «modernas». Por ejemplo, ya en la página 25 nos topamos con un anacronismo de órdago: «'Son cinco, William, tres machos y dos hembras', clasificar su género como si fueran animales me irritó». Huelga decir que la inclusión de esta acepción de la palabra «género» («grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico») es tan posterior como que es recientísima.
A pesar de ello, insisto, Arriaga se las ingenia para que la historia nos atrape y nos pasee por un mundo extraño y en transformación con algo de esa fascinación de las proyecciones de linterna mágica.
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