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Destrucción. Thomas Cole (1836)

Destrucción. Thomas Cole (1836)

La guerra: padre (y asesino) de todas las cosas

En un breve y sencillo ensayo, el profesor estadounidense Victor Davis Hanson propone un itinerario histórico y terrible de la guerra de aniquilación con cuatro paradas obligadas: Tebas, Cartago, Constantinopla y Tenochtitlán

¿Realmente es la Historia una maestra de la vida? Cicerón, en su De oratore, así lo afirmaba. Y seguramente también lo creía. Para el político arpinate pocas cosas había peores que una persona pública que no se interesara por el conocimiento de los hechos pasados. Quien quisiera ostentar las magistraturas del cursus honorum romano debía, según Cicerón, estudiar profundamente a los antiguos, aquellos que habían dotado de numerosísimos ejemplos (exempla) a imitar o a evitar a los políticos del presente. Puesto que nuestra actual clase política está a otras cosas, la obligación que Cicerón consideraba propia de las personas públicas de su tiempo ha de recaer necesariamente hoy sobre la ciudadanía al completo. Es necesario que el pueblo se forme, ya que los representantes políticos no surgen de otro sitio que del pueblo. Aun así, es comprensible que el ciudadano medio no vaya con un volumen del De re publica o el De legibus de Cicerón en el autobús (aunque sería muy deseable, ciertamente, y que sustituyera a los dichosos teléfonos inteligentes): para eso precisamente están los ensayos. El que protagoniza estas líneas, de hecho, tiene el objetivo de dar lecciones históricas o, en palabras del propio autor, de servir de «advertencia para nosotros y nuestro futuro».

Cubierta de 'El fin de todo'

Traducido por Joan Eloi Roca. ​Ático de los Libros (2025). 368 páginas

El fin de todo. Cómo las guerras conducen a la aniquilación

Victor Davis Hanson

El fin de todo. Cómo las guerras conducen a la aniquilación (Ático de los Libros, 2025) llega en un momento clave y extremadamente convulso de la historia. Victor Davis Hanson, el autor del volumen, es uno de los más reputados especialistas en el análisis de la historia de la guerra. Aunque su campo de especialidad es el conflicto armado en la Antigüedad (ahí está su estudio fundamental The Western Way of War, 1989), la profundidad de sus trabajos ha traspasado todas las barreras cronológicas y geográficas, y van desde la Guerra del Peloponeso, en el siglo V a.C., hasta la mismísima guerra de Irak, en 2003 (ejemplo paradigmático de esto es su obra The Father of Us All, 2010). Es, por tanto, una autoridad en la cuestión, muy influido por la Nueva Historia Militar que alumbró el británico John Keegan, autor de la primera introducción del The Western Way of War de Hanson sobre el combate en la Grecia antigua.

La actual propuesta del autor es un recorrido sencillo pero sumamente esclarecedor –y sin los florilegios propios de la Academia– a través de cuatro grandes colapsos civilizacionales ocasionados por el fenómeno bélico: la destrucción de la ciudad-Estado de Tebas por las fuerzas macedonias de Alejandro Magno (335 a.C.); la destrucción de Cartago por los ejércitos romanos de Escipión Emiliano (146 a.C.); la caída de Constantinopla en manos de los otomanos liderados por Mehmet II (1453); y finalmente, la conquista de la Tenochtitlán azteca por las fuerzas de Hernán Cortés (1521). Para cerrar la obra, Hanson confecciona un epílogo en el que se resumen las principales conclusiones extraídas de los cuatro casos seleccionados y da interesantes claves para el mundo actual que, ojalá, lean y aprendan quienes ostentan hoy los grandes poderes internacionales.

Destacan algunas de esas conclusiones, como por ejemplo la dependencia política de los vencidos de una metrópolis (Tebas en el panorama beocio, Cartago en el caso púnico, Constantinopla en el constreñidísimo Imperio bizantino y, por supuesto, Tenochtitlán, corazón del Imperio azteca). Otro paralelo evidente es el punto final de estas civilizaciones: la total desaparición, tras el borrado a sangre y fuego, de tebanos, cartagineses, bizantinos y aztecas como comunidades con entidad propia, cultura y autonomía política. «Aunque la elección de estos cuatro ejemplos de destrucción se ha debido en parte a su importancia histórica, por lo demás es bastante difícil encontrar un ejemplo más reciente de una aniquilación política y cultural significativa tras el final de los aztecas y los incas. Ya no existe la Rusia soviética, por ejemplo, pero el pueblo, la lengua y la cultura rusos continúan bajo la autocrática Federación Rusa», apunta Hanson.

Además, cabe señalar otro elemento común más: la participación en la derrota y destrucción de las cuatro urbes de sus enemigos acérrimos: sus sometidos. En los cuatro casos elegidos por Hanson, los vencidos no son tratados como las pobres víctimas inocentes que caen presas de la sed de sangre de los vencedores: no –Hanson sabe demasiado como para llegar a una conclusión tan superficial, vana y victimista–. El autor hace hincapié en la indispensable participación de los pueblos o comunidades subyugados por tebanos (plateos, tespios u orcomenios), púnicos (númidas), bizantinos (serbios) y aztecas (tlaxcaltecas), así como en el papel jugado por estos en la destrucción y posterior masacre de los anteriormente hegemónicos vencidos. «La aniquilación de la cultura y la civilización define acertadamente el destino que sufrieron las cuatro ciudades y sus periferias», sentencia Hanson.

Es un libro idóneo para el gran público (con la virtud de poder agradar también a entendidos), ya que a pesar de la liquidez de la vida moderna ofrece valiosas claves que se han demostrado reiterativas a lo largo de los siglos. No hay que olvidar que la guerra, como la naturaleza humana, es una de las realidades más inmutables de nuestra existencia rota, por eso seguirá existiendo independientemente de cuantos Convenios de Ginebra y Tratados de No Proliferación Nuclear haya. Sorprenderse de que EE. UU. e Irán se intercambien bombardeos muestra la falta de comprensión de la naturaleza caída del ser humano. Sólo cuando la humanidad sea renovada, las lecciones de siglos de matanzas y de aniquilación dejarán de ser válidas.

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