Tapiz de la dinastía Ming
‘Los banquetes del gran rey’: el Siglo de Oro español se encuentra con la dinastía Ming
De la picaresca al exotismo oriental: una ficción histórica que entrecruza géneros y épocas con inteligencia narrativa
Me figuro que José María Beneyto, novelista y académico, está habituado a una sólida labor de documentación, como demuestran sus anteriores incursiones en la novela histórica desde su debut con Los elementos del mundo (2009). En esas novelas, ambientadas en la primera mitad del siglo XX, combinaba con soltura elementos reales y ficticios. Sin embargo, con Los banquetes del gran rey da un salto considerablemente más arriesgado, abandonando lo que parecía su «zona de confort» –el siglo XX europeo– para trasladarse a una época y un espacio completamente distintos: la China imperial de finales del siglo XVI.

Ático de los Libros. 2025. 349 páginas
Los banquetes del gran rey
Y aun diríamos que Beneyto, como un Houdini literario –o como Juan Orozco, el protagonista de su novela– se crece ante el peligro y lo disfruta. Para escribir esta historia de mares, cortes imperiales y conspiraciones, se ha empapado de las formas literarias del Siglo de Oro español, remedando estilo y léxico con notable fidelidad. El resultado podía haber resultado artificioso, pero, para fortuna del autor, de la editorial y sobre todo de los lectores, supera con soltura el triple salto mortal que él mismo se ha impuesto. El resultado es una novela histórica disfrutable tanto para los aficionados al género como para quienes lo visitan esporádicamente.
Uno de los mayores aciertos de Los banquetes del gran rey es la reutilización y combinación de varios géneros narrativos del siglo XVI, de manera que cada uno aporta su propio interés y dinamismo. Encontramos en ella una evidente huella de la novela picaresca: el protagonista español, Juan Orozco, recuerda a Lázaro de Tormes o a Guzmán de Alfarache, tanto por su condición marginal como por el tono dialógico y memorialístico con el que narra sus peripecias. Y si el Buscón interrumpe su relato al marchar a las Américas, aquí la acción se centra justamente en ese trayecto consiguiente, lo que enlaza la novela con el género de las crónicas de Indias —aunque, en este caso, son «orientales», y por tanto mucho menos transitadas literariamente que las de Cabeza de Vaca o Díaz del Castillo. Este género, en el que lo maravilloso se confunde con lo real, representa uno de los grandes resultados de la literatura española, y difícilmente volveremos a experimentarlo hasta que existan viajes interplanetarios, si los hay. Gracias a esta añadidura, a la crónica de la vida se suma el relato de aventuras: la supervivencia del pícaro se enriquece aquí con batallas navales, rutas exóticas y peripecias en tierras remotas.
Pero no hay que quedarse ahí. Beneyto introduce otra dimensión de género áureo: la de la novela griega o bizantina, trabajada por autores como Heliodoro, pero también por Cervantes en su Persiles. La estructura de separación forzada y búsqueda del ser amado se incorpora con sutileza, aportando una capa emocional y romántica al relato. Flor de Peonía, la otra gran protagonista de la novela, es una figura tan intensa como Justina, la célebre pícara del Siglo de Oro: de origen humilde, ha ascendido en la corte del emperador Wanli gracias a su belleza, pero debe recurrir a su ingenio y capacidad de adaptación cuando su protector, el gran preceptor del emperador, cae en desgracia. Representa así tanto el exotismo del mundo oriental como su brutalidad política, encarnando la otra cara de la moneda en el diálogo entre culturas.
La novela está escrita con inteligencia y refinamiento: encontramos la sensualidad del Bélver Yin de Jesús Ferrerero y el estilismo de Seda de Alessandro Baricco. Además, Beneyto logra que el arcaísmo estilístico y los giros del castellano clásico no obstaculicen la lectura, sino que aporten una atmósfera verosímil, una auténtica «pátina de época» que transporta al lector con eficacia. El resultado es una narración ágil y, por momentos, vertiginosa, en la que se alternan conspiraciones palaciegas y enfrentamientos navales, luchas de poder y traiciones personales. Todo ello articulado en un gran diálogo entre Oriente y Occidente, que, aunque situado siglos atrás, resuena con plena vigencia.