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Cubierta de 'Convencer o morir'

Detalle de cubierta de 'Convencer o morir'Arpa

Los peligros de ser buen consejero en la antigua China

Juan Luis Conde nos trae un magnífico ensayo sobre el destino de los consejeros de los soberanos en la antigua China

«Como al emperador le había parecido infausto el que Guan Longfeng le hubiera aconsejado, ordenó que lo ejecutaran». Puede parecer, a priori, que estas palabras necesitan de poca explicación. Pero si atendemos bien a la frase, podremos ver que no se dice que Guan Longfeng hubiera malaconsejado al emperador Jie de la dinastía Xia, ni que se hubiera dado el caso de que, tras un mal consejo, sobreviniera un desastre para el reino, y por tanto se buscara un culpable a quien castigar. Únicamente Guan Longfeng había aconsejado al emperador Jie (correctamente, intentando que el emperador no volviera a construir un palacio donde las condiciones climáticas lo desaconsejaban a todas luces).

Cubierta de 'Convencer o morir'

Arpa (2025). 224 páginas

Convencer o morir. El peligroso arte de la política en la época dorada de la China antigua

Juan Luis Conde

Esta idea del soberano omnipotente y arbitrario, tan presente en la mitología, la historia y la política, tuvo en la China antigua suficiente material como para consolidar la figura del buen consejero, justo y sabio, que procede de entre el pueblo y que camina en su labor por la delgada línea entre el éxito y el fracaso, sin término medio, entre convencer o morir. Aun así, habría que matizar las líneas de Guan Longfeng y el emperador Jie, como bien hace Juan Luis Conde: Jie, el último soberano de la dinastía Xia (ss. XXI–XVII a.C.), «es una especie de Nerón de la mitología política china», señala el autor, y, asimismo, «el gran precedente de todos los consejeros víctimas de su oficio, Guan Longfeng, sería su Séneca». En otras palabras: el emperador Jie era, a ojos de la tradición política china, especialmente arbitrario y cruel, y Guan Longfeng, en el polo contrario, encarnaba la moderación y la razón. Para quienes no conocemos a los personajes, tan cercanos y lejanos a la vez, apreciaremos especialmente los necesarios apuntes que nos brinda el autor para entender mejor el tema.

Así pues, el título que Juan Luis Conde ha elegido para el libro no puede ser más certero: Convencer o morir. Con un conocimiento magistral de las culturas grecolatina y china, proyectado mediante una narrativa ágil que no cae ni en academicismos ni en circunloquios propios de los trabajos de investigación, Conde presenta un interesantísimo tema, tanto por el carácter propio de este (relación entre soberano y consejero) como por el marco cultural que lo engloba: el de la China antigua. Más concretamente, y aunque irá hacia atrás o hacia adelante en el tiempo cuando conviene, Conde centra sus páginas en el período final que, con mucho cuidado, podría denominarse el final de la China clásica: «la etapa histórica a la que se ciñe este libro coincide con la última parte de la dinastía Zhou Oriental: los llamados, no por nada, Reinos Combatientes», período que va del 476 al 221 a.C., «con la instauración de la efímera y traumática dinastía Qin». Y especial mención merece, en lo que a la idea de «lo clásico» se refiere, la advertencia del autor de usar con cuidado estos conceptos, que han de ser debidamente revisados cuando de la tradición cultural china se habla, ya que «la noción de período ‘clásico’ en el contexto chino es, en sí misma, una trasposición más o menos contranatural de un concepto elaborado por los historiadores de la cultura europea», señala Conde, y en el que, por ejemplo, está ausente el periódico retorno que caracteriza al clasicismo en Europa. En China, como recuerda Conde, «el mundo antiguo nunca se ha visto ‘atrás’, rebasado o superado por la historia y el progreso, como en Europa, sino siempre ‘debajo’, constituyendo los cimientos o fundamentos, el suelo mismo sobre el que se ha asentado su civilización».

Por lo demás, el lector encontrará interesantísimos personajes que encuentran paralelos con el acervo cultural occidental. «En particular, la historia de Yi Yin y el rey rey Tang haría las delicias de cualquier estudioso de mitología comparada, puesto que está salpicada de episodios que traen a la memoria motivos bíblicos, desde el sacrificio de Isaac hasta las plagas de Egipto». Este Yi Yin, personaje con una fuerza narrativa de primer orden, es uno de los casos de consejeros exitosos: tras muchas aventuras y no menos desventuras, conseguirá que el rey Tang (que ha recibido el Mandato del Cielo para sustituir al terrible Jie, que hemos citado arriba) siga su consejo y se establezca el feliz inicio de la dinastía Shang.

En definitiva, un libro extraordinario que nos habla de la antigua China y, especialmente, de la condición humana y su reflejo en la mitología y en la política.

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