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12 de mayo de 2024

Bobby Fischer, a la derecha, con Boris Spassky a la izquierda en el llamado 'match del siglo'

Un momento del 'match del siglo', la lucha por ser campeón del mundo de ajedrez en 1972 entre Bobby Fischer y Boris SpasskyGTRES

50 años del 'match del siglo', la batalla geopolítica sobre un tablero de ajedrez

El duelo entre el estadounidense Fischer y el soviético Spassky estremeció al mundo en una lucha entre dos modelos políticos que ganó Fischer, que acabó con el reinado de la URSS en el ajedrez

Era julio de 1972 y la entonces gran amenaza en el mundo, la Guerra Fría, se libró sobre un tablero de ajedrez. A un lado Bobby Fischer, estadounidense. A otro Boris Spassky, soviético. Reikiavik, capital de Islandia, como centro del mundo. La lucha por convertirse en campeón del mundo de ajedrez era mucho más que una simple partida. Era el reto entre dos concepciones antagónicas del mundo, el comunismo y el capitalismo.
Este 11 de julio se cumplen 50 años del considerado 'match del siglo', esas partidas de ajedrez que estremecieron el mundo por el enfrentamiento entre un estadounidense y un soviético en plena Guerra Fría y tensiones internacionales. La que ahora conmemora el medio siglo fue la del inicio, la primera partida, cuando comenzó un Campeonato Mundial de Ajedrez que duró hasta el 31 de agosto, con un final totalmente insospechado.
El resultado fue aún más sonado ya que Bobby Fischer arrebató el título a Boris Spassky. Y no era un triunfo cualquiera. El estadounidense ponía así fin a 24 años de reinado ininterrumpido de ajedrecistas soviéticos. Fue, sin duda, el combate de ajedrez más mediático de todos los tiempos.
El duelo en Islandia fue el de dos personas totalmente opuestas que venían de dos mundos muy diferentes. Fischer, después campeón, había nacido en Chicago y había sido criado en Brooklin con el capitalismo como modelo, hijo de emigrantes suizos y polacos. Tenía en aquél momento 29 años. Spassky, por su parte, era natural de Leningrado (actual San Petersburgo) y había sido enviado a un orfanato en Siberia. Tenía 35 años y era un producto total de la URSS. Los caracteres entre uno y otro eran totalmente opuestos.
Debido a los componentes geopolíticos de esta lucha en el Campeonato Mundial de Ajedrez, el desarrollo de las partidas fue seguido en todos los lugares del mundo a través de las agencias internacionales, que transmitían inmediatamente los movimientos de cada partida. Las radios y las televisiones se volcaron como nunca con el ajedrez, que era el contexto para analizar todo lo que significaba esta lucha.
Fischer llegó a Reikiavik después de recibir un cordial empujón del secretario de Estado, Henry Kissinger. Desde la URSS se encomendó a Spassky que bajo ningún concepto el estadounidense fuera campeón, ya no solo por acabar con esos 24 años de dominio soviético en el ajedrez, sino porque la lucha era contra el gran rival político y económico.

El 'match del siglo'

El Campeonato Mundial vino precedido por una gran cobertura mediática de la que Bobby Fischer no fue ajeno. Comenzó a plantear exigencias como la de percibir un porcentaje de los derechos de televisión, elevar la dotación de premios, una iluminación y los cojines de la silla a su gusto. Amagó con incomparecer, pero finalmente estuvo en Reikiavik, ciudad que a nivel deportivo jamás ha vivido nada igual. Llegó, empujó a los fotógrafos recuerdan las crónicas de aquellos años y saludó a su rival, que había sido recibido con fuertes aplausos.
Era la primera vez desde 1946 que un mundial de ajedrez no se definía entre soviéticos y encima el rival era estadounidense. El encuentro, con 2.500 espectadores, tuvo un comienzo insospechado: Spassky ganó fácilmente la primera partida. En un final de tablas de una nimzo-india, Fischer se comió un peón envenenado y su alfil devorador quedó atrapado por los peones. La técnica del soviético hizo el resto. Y, todavía más sorprendente, el marcador se puso 2-0 favorable al soviético porque Fischer no se presentó a la segunda partida en protesta por la presencia de cámaras en la sala de juego. Spassky aceptó sus condiciones.

Este 11 de julio se cumplen 50 años del considerado 'match del siglo', esas partidas de ajedrez que estremecieron el mundo por el enfrentamiento entre un estadounidense y un soviético en plena Guerra Fría

El curso del encuentro experimentó a partir de ahí un cambio radical. Spassky ya sólo ganaría una partida, la undécima, mientras el norteamericano se anotaba la tercera (su primera victoria sobre el soviético) y siete en total, de 21, para terminar venciendo por 12,5 puntos a 8,5. En la última, aplazada en el movimiento 41 hasta el día siguiente, Spassky hizo una de esas acciones que aún no se olvidan: abandonó por teléfono sin presentarse a la reanudación. El 3 de septiembre de 1972 Fischer se proclamó campeón del mundo, todo un 'terremoto' deportivo y político.

Fischer y polémicas toda su vida

Una vez finalizado el 'match del siglo' los dos ajedrecistas tomaron futuros muy diferentes. El campeón, Bobby Fischer, no volvió a disputar nunca más una competición oficial y no quiso defender su título mundial. Solo reapareció en 1992 para disputar en Montenegro (y en medio de la guerra de los Balcanes) una partida «de revancha» contra Spassky. Le volvió a derrotar.
La excentricidad le persiguió hasta su muerte. Fischer llegó a soltar proclamas antisemitas y antiestadounidenses, congratulándose de los atentados del 11-S. De ascendencia judía por su lado materno, se proclamó un admirador de Adolf Hitler. Además renunció a la nacionalidad estadounidense para evitar ser encarcelado en Japón y se hizo islandés. En Reikiavik, donde se proclamó campeón del mundo en 1972, murió en enero de 2008 a los 64 años de edad.
Fischer y Spassky, en la partida que disputaron en Montenegro en 1992

Spassky y Fischer, en la partida que disputaron en Montenegro en 1992AFP

Por su parte, Boris Spassky sigue con vida -tiene 85 años- pero tras su derrota ante Fischer cayó en desgracia en la Unión Soviética y acabó nacionalizándose francés en 1984. En 2006 sufrió un primer derrame cerebral y en 2010 sufrió otro más grave, lo que ya le obligó a asentarse en Rusia, donde regresó tras la caída de la URSS y estaba entre Moscú y Francia.

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