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23 de abril de 2024

Primera ficha de Amancio conservada, con el equipo Caballeros, en 1956

Primera ficha de Amancio conservada, con el equipo Caballeros, en 1956

Los inicios de un mito del fútbol

Amancio, el niño al que el público ataba las botas

El Victoria, un club de barrio, y el Deportivo, al que ascendió, forjaron el fútbol y el carácter de una leyenda del balompié español

Ocurrió un 6 de marzo, que es una fecha señalada para el madridismo y para el deportivismo. Lo es para ambos clubes porque ese día de 2002 el Real Madrid cumplió cien años y el Deportivo le fastidió la fiesta ganando la Copa del Rey en el Santiago Bernabéu. Pero por entonces ya habían pasado 18 años y fueron pocos los que repararon en el detalle: hablamos del acto de proclamación de Arsenio Iglesias como hijo adoptivo por el Ayuntamiento coruñés, oficiado el 6 de marzo de 2020. Ese día, Amancio Amaro Varela –simplemente Amancio para todos los coruñeses– andaba por allí, pero no en lugar preferente, sino en una esquina del solemne salón de plenos municipal. Había viajado desde Madrid exclusivamente para arropar al viejo maestro de los banquillos. Finalizado el acto, fui a saludarlo. Al rato, se despidió e hizo ademán de irse. «¿Pero no va a saludar a Arsenio?», pregunté. «Es que hay mucha gente, ya he visto que está delicado de salud y no quiero molestar», me contestó. «¿Pero cómo va a molestar? ¡Si es usted Amancio! A Arsenio le encantará saber que ha venido usted a verle hoy», repliqué. Así que le dije que me siguiese y lo llevé hasta Pablo, el hijo menor de Arsenio, quien condujo a Amancio hasta la silla donde estaba su padre sentado. Allí se encontraron estas dos leyendas, bajo un monumental desnudo femenino pintado por Germán Taibo. Al maestro le cambió la cara cuando Amancio se acercó y lo abrazó. Su sonrisa se alargó como la Torre de Marathón, que es el último vestigio en pie del viejo estadio de Riazor en el que jugaron y brillaron –en diferentes épocas– tanto Amancio como Arsenio. Al primero lo apodaron El Brujo. Al segundo, El Brujo de Arteixo. Tras el saludo y la charla de cinco minutos, Amancio se fue raudo, regateando a políticos como si fuesen defensas rivales. Esta anécdota habla de la enorme humildad y calidad humana del futbolista fallecido hace unos horas en Madrid, su ciudad de adopción.
Arquitecto de regates imposibles, Amancio ocultaba bajo una apariencia frágil una calidad sin parangón. Siempre con el turbo metido, gozaba de una cabeza privilegiada y de una pierna derecha de exacta contundencia y siempre presta a romper telarañas en el marco rival. Se inició en los campos de tierra de la calle Vizcaya y su entorno, se curtió en la arena de la playa del Lazareto –hoy desaparecida– y se hizo futbolista en el barrizal de La Granja, el viejo templo del balompié aficionado coruñés también derribado. Luego maduró en la hierba del municipal de Riazor para finalmente hacerse estrella en otra alfombra, la del Santiago Bernabéu. En total, tres temporadas en el Victoria, cuatro en el Deportivo y catorce en el Real Madrid. Un ascenso con el club coruñés; nueve títulos de Liga, tres de Copa del Rey y una Copa de Europa con el Real Madrid; 42 citas internacionales y una Eurocopa con España. Estos son sus números. Vayamos con su historia.

Fichado en la calle

Una historia que se inició en el campo que Amancio y los de su generación llamaban «El Rellenado de San Diego», que se ubicaba donde hoy existe una estación de mercancías. En ese campo de tierra y en el entorno de la calle Vizcaya, donde Amancio vivía, lo reclutó un hombre que buscaba jóvenes talentos balompédicos por los barrios. El captador se llevó al Victoria Club de Fútbol a tres chavales del equipo de la citada vía. Buen ojo tenía el hombre, puesto que los otros dos elegidos fueron Jaime Blanco (quien después jugó en el Dépor y en el Real Madrid) y el portero Moncho (que más tarde militó, entre otros, en el Real Madrid, Salamanca y Rayo Vallecano). Muchos años después, a comienzos de los años 90, cuando lo entrevisté con motivo del 50 aniversario del Victoria, Amancio quiso remarcar el nombre de su descubridor, del hombre que lo vio primero: se llamaba Nolito.
Ficha de Amancio con el equipo Caballeros, para un trofeo callejero, en marzo de 1956

Ficha de Amancio con el Caballeros, en 1956. Figura una fecha de nacimiento anterior a la considerada oficial

El Victoria Club de Fútbol es hoy el club con más licencias de Galicia, pero entonces era una joven entidad, pues había sido fundada en el modesto barrio de Santa Lucía en febrero de 1943, solo cuatro años después del nacimiento de Amancio, acontecido el 16 de octubre de 1939 en la coruñesa calle San Luis.
En el Victoria, que Amancio compatibilizaba con el fútbol callejero, tuvo como entrenadores al citado Nolito (Manuel González Sampedro) y a Virgilio Domínguez, de quienes aprendió «las reglas, la seriedad, la disciplina y el comportamiento», enumeraba. «En el Victoria ya era un hombre de área. Eso sí, no tengo ni idea de los goles que llegué a marcar, porque cuando uno practica el fútbol de esta manera, en plan diversión, lo hace para divertirse, no para contabilizar nada». Quique Ventureira, histórico jugador del Victoria, recuerda hoy una anécdota que le contaba Luis Ríos, entonces presidente de la entidad: «Cuando Amancio llegaba al área grande, tú cerrabas los ojos y, aunque estuviese rodeado de cinco contrarios, cuando los abrías al poco ya había marcado. Con él en el equipo se lograron unas goleadas de escándalo».
Amancio rememoraba aquellos partidos en campos de barro como si aún tuviese el frío metido en el cuerpo: «Cuando se te desataban las botas, y entonces no estabas muy avezado a la hora de atarlas, cada dos por tres tenías que ir a la grada para que los espectadores te las atasen porque el frío que hacía te lo impedía… Y el remate de todo era la ducha en agua congelada».
Once del juvenil del Victoria el 22 de septiembre de 1957. El tercero por la fila de abajo es Amancio

Once del juvenil del Victoria el 22 de septiembre de 1957. El tercero por la fila de abajo es AmancioVictoria Club de Fútbol

En el Victoria entró con quince años, en 1954, y permaneció hasta los dieciocho, cuando en mayo de 1958 se proclamó subcampeón gallego juvenil (lo superó el Pontevedra). Fue a esa edad cuando reparó en sus dotes… el eterno rival del Deportivo: «Mantuve una entrevista con directivos del Celta y entonces se interesó el Deportivo. A condiciones iguales, opté por el Deportivo por aquello de permanecer en casa. Pero lo lamentable es que habían estado viendo todo el tiempo en La Coruña y no mostraron interés hasta que lo hizo el Celta. Así que tengo que dar las gracias al Celta porque fue el club que abrió los ojos a los entendidos del Deportivo, que tenían algo delante que no veían», me contó en aquella entrevista. Del Victoria no se marchó solo, sino con su amigo y pareja de baile futbolística Jaime Blanco.

Un salto descomunal

Amancio era tan bueno que se saltó un paso común antes del fútbol profesional. En aquella época no resultaba extraño que un jugador pasase directamente de la Liga de Modestos (una competición cerrada a los clubes coruñeses locales, dividida en dos categorías) a Primera o Segunda División españolas. Pero aquel chaval dio el salto al profesionalismo sin pasar siquiera por esa competición: «No, creo que no, en todo caso jugaría un partido a pesar de que, oficialmente, por cuestión de edad, no podía jugar», me respondió cuando le pregunté si había llegado a debutar en esa liga. Sí consta que jugó con el primer equipo al menos dos partidos, los correspondientes a la Copa Liceo, que enfrentaba a los campeones locales de Primera y Segunda (que había sido el Victoria): hubo empate en el primer encuentro y en el segundo, en que Amancio destacó, se impuso el Oza Juvenil.
El caso es que aquel chaval apostó por el fútbol. Dejó los estudios (iba a comenzar el cuarto curso de una formación profesional) y fichó por el Deportivo a cambio de 2.000 pesetas mensuales. Cuentan que el Victoria recibió por el traspaso 45.000 pesetas, una cantidad impresionante para la época.

Debut en Riazor

Un mes y dos días después de haber jugado la Copa Liceo con el Victoria, debutó con el Deportivo: ocurrió un 28 de septiembre de 1958 en Riazor, en partido liguero ante el Avilés, de la mano del técnico Eduardo Toba, quien después fue seleccionador español. Justo tres meses después, el 28 de diciembre de ese mismo año, hizo al Sabadell el primero de los 69 goles que anotó en sus 108 partidos como deportivista, según los precisos datos aportados por el departamento de Historia del club coruñés.
Más tardes memorables. Las tres dianas que le hizo al Athletic de Bilbao en 1960 en un duelo copero. Los cuatro tantos que firmó contra el Burgos en un choque liguero en 1961, año que cerró el 31 de diciembre anotando el gol más rápido hecho jamás por un deportivista, el que logró frente al Basconia, batiendo a Iribar, a los diez segundos del partido.
Y qué decir del glorioso año de 1962, el de su despedida coruñesa. El de aquel gol de pañuelos que le hizo al Celta un 14 de enero en un Riazor a reventar, con récord de taquilla incluido. Fue –al fin- el año del ascenso a Primera División, al que Amancio colaboró como Pichichi del grupo norte de Segunda, con 25 goles en 30 jornadas. Aquella temporada estuvo bien escoltado por el compostelano Veloso, quien más tarde, en 1965, también ficharía por el Real Madrid.

Una celebridad

En su última temporada como deportivista, Amancio ya era una celebridad. Todo lo que tocaba lo convertía en oro, y no solo los balones. Vituco Leirachá, un periodista sabio de La Voz de Galicia que se adelantó varias décadas a muchos de los géneros que después se hicieron comunes en los diarios deportivos, lo puso a escribir un análisis posterior a cada partido. «Era lo más leído del periódico», solía presumir el veterano plumilla décadas después.
El Barcelona y el Sevilla se interesaron por aquel veloz regateador, pero el Real Madrid tenía una tupida red establecida en la ciudad coruñesa y se le adelantó. Y eso que la primera reacción de Santiago Bernabéu cuando le plantearon el traspaso fue escéptica: «Estoy harto de fenómenos de provincias», cuentan que respondió.

El traspaso

Las negociaciones no fueron fáciles. España preparaba entonces el Mundial, que se iba a disputar en Chile a partir del 30 de mayo de 1962. Amancio llegó a jugar varios partidos preparatorios con la selección pero finalmente no entró en la lista definitiva. En su ciudad natal siempre se sospechó que su ausencia mundialista tuvo una explicación económica: de haber figurado en esa convocatoria, su pase al Real Madrid se habría encarecido. Fuese como fuese, el caso es que no debutó en el Mundial hasta 1966, en Inglaterra, donde anotó un recordado gol ante Suiza delante de decenas de emigrantes gallegos.
La operación se consumó el 12 de junio de 1962. El Real Madrid pagó al Deportivo 10 millones de pesetas, un jugador en propiedad y dos cedidos. Fue, en su día, el traspaso más caro de la historia del fútbol español. La Voz de Galicia tituló la noticia con una frase del jugador: «Yo, tranquilo». La expresión hizo fortuna: «Tranquilo como Amancio» es algo que aún hoy se puede escuchar en una conversación entre coruñeses de más de 70 años.

La Liga del 2000

Desde su ciudad natal se siguieron sus extraordinarias andanzas desde la distancia y la admiración. En 1964, cuando España ganó su primera Eurocopa, se sintió como injusticia que no se le diese al Balón de Oro, en el que fue tercero tras el escocés Denis Law y el también coruñés Luis Suárez. Volvió a su casa, Riazor, para jugar con España, como aquel amistoso en 1966 con Uruguay, con el Madrid en el trofeo Teresa Herrera o en Liga. También en ese partido de veteranos en 1976 en el que formó de blanquiazul junto a Luis Suárez, dando lugar a una foto icónica: difícil juntar más calidad en una imagen. También solía regresar cada verano, y se le podía ver llegar en un Mercedes blanco a la playa de Bastiagueiro (Oleiros), sobre cuya arena blanda se jugaban a la vez varios partidos de fútbol en los que, por mucho que le invitaran, nunca se le vio participar. Sí lo hizo en las fiestas de verano, de las que fue pregonero en 2004.
Amancio y Luis Suárez, en un partido de veteranos del Dépor contra el Atlético de Marid en Riazor en 1976

Amancio y Luis Suárez, en un partido de veteranos del Dépor contra el Atlético de Marid en Riazor en 1976RC Deportivo

Y, por supuesto, no se quiso perder el día más importante de la historia del club coruñés. Aún lo recuerdo en el palco de Riazor, con sus mejillas pintadas de blanquiazul, el 19 de mayo de 2000. El día en que el Deportivo ganó la Liga.

Cuando fue «fifo»

Mi penúltimo contacto con Amancio data de 2019, cuando tuve la fortuna de comisariar, junto a Antón Castro, la primera exposición sobre la historia del fútbol gallego, Valor e mestría. Galicia como fútbol. Para esa muestra en la que relucían el Balón de Oro de Luis Suárez o un busto de Arsenio Iglesias, Amancio prestó una botas y su camiseta de «fifo», la preciosa vestimenta azul que vistió como miembro de la selección de la FIFA, en un choque contra Brasil jugado en Maracaná en 1968. Lo esperábamos para la inauguración, pero finalmente disculpó su asistencia.
Amancio con Pelé, en el partido entre la selección de la FIFA y Brasil jugado en Maracaná en 1968

Amancio con Pelé, en el partido entre la selección de la FIFA y Brasil jugado en Maracaná en 1968

Amancio ha muerto. Si en Coruña hay hoy un Amancio conocido como «Amancio Ortega» es porque hubo uno en su día que simplemente fue, es y será «Amancio». Aquel niño de la calle San Luis al que el frío le impedía atar las botas.
Dentro de unos meses, allá por mayo, se celebrará en Soto del Real un torneo de fútbol base que lleva el nombre de Amancio Amaro y se juega en el campo Amancio Amaro. El Victoria Club de Fútbol ha sido invitado y estará presente. Desde arriba, Amancio sin duda sonreirá, como lo hizo aquella tarde de 2020 junto a Arsenio.
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