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19 de mayo de 2024

Mariano y Vinicius celebran el gol del brasileño

Mariano y Vinicius celebran el primer gol del brasileñoAFP

Elche 1-2 Real Madrid

El Madrid vuela impulsado por un espectacular Vinicius

El equipo blanco sigue líder tras resolver con solvencia un disputado partido con emoción final

El naranja del uniforme del Madrid era como el sol del amanecer apareciendo sobre las montañas azules. Pero hoy se juega tan bien al fútbol en todas partes que hasta los albores parecen falsos. Para que no desaparezcan hay que pintarlos y para eso el Madrid es el mejor, el mayor artista.
El arte es lo que queda frente a la profusión de sistemas, de carrileros y otras cosas extrañas y reales. Se echaba al suelo Rodrygo al cuarto de hora y en su lugar salía Asensio mientras el Elche seguía posicionado y moviéndose con primor. Lucas Boyé disparó a bocajarro tras una contra ordenadísima y ensayadísima de los locales.
Tanto orden da la impresión de que desordena al espectador y al propio fútbol, que cada vez más veces parece un teorema. Menos mal que contra los teoremas siempre queda la pincelada del Madrid. El taconazo hacia atrás en la frontal de ¡Mariano!, tras el lanzamiento de Casemiro, le servía a Vinicius para marcar el primero, cruzado, del Madrid. Luego el mismísimo Mariano se deshacía de un defensa en carrera, adelantándose la pelota, y cuando este volvía lo tiró por un precipicio con un ágil amago tambaleante que por desgracia lo dejó sin espacio para disparar.
De ese modo, con el arte, el Madrid desmonta ingenierías que sin embargo siguen funcionando, qué remedio. La industria no para. Lucas, Mojica, Lucas, Raúl Guti, Boyé.. Se escuchaba todo el tiempo al locutor enumerando elchistas como piezas de una maquinaria incesante. Lo del Madrid era, es, siempre otra cosa. Vinicius escapándose, con Marcelo limitándose a jugar en esa parcelita ideal que Ancelotti le ha construido para que siga siendo, por instantes, el que era.
La planta carnívora defensiva madridista, las mandíbulas de Alaba y Militao o la antimelancolía por Ramos y Varane, resolvía casi con displicencia los elaborados ataques de los locales y se vio una de esas acciones por las que el esquivo Mariano pudo ser algún día famoso: los saltos del ángel como desde una roca a una poza mediterránea, la brutalidad del cabezazo, del tijeretazo. Mariano como una tijera cogida sólo de uno de sus dedales, que hasta suena igual.
Ponía Asensio un balón perfecto a un Modric delantero, colado entre los defensas, que no supo controlar. Se lamentaba el croata como un niño con hambre al que Toni Kroos se encargaba de alimentar. En realidad, Kroos es un camión de alimentos con forma de coche alemán elegante y fiable. Se apagaba la primera parte con una bajada de revoluciones del Madrid que permitió ver otra vez al Elche reorganizarse y suspirar.
Empezaba el Elche con su bielismo, de biela, el engranaje estudioso, metódico, con el que todo equipo español se gusta y compite. Marcelo se adelantaba y percutía, como Kroos. Había como un adelantamiento de líneas. Una nueva pujanza para evitar los suspiros y hasta los desmayos. Daba gusto ver a un Modric encajonado escaparse de los marcajes. En esos escapismos salía el sol.

La cosecha de Vini

Fidel levantaba los brazos al público como si fuera a realizar un salto de altura en vez de sacar un córner. Se olía un poco de sangre blanca y por eso la defensa se cerraba mejor que nunca sobre algunas diabluras halloweenenses: un chorro de Betadine y a seguir. Y seguían. El Madrid necesitaba recurrir al arte hasta que Raúl Guti le rebanaba los tobillos a Toni, aunque por las quejas del Elche y del propio jugador parecía que le había regalado flores. Modric parecía decirle que se peinara, además de que se marchara, después de que Alaba le explicara lo que había pasado con una serenidad pasmosa.
El Elche se quedaba con diez y el Madrid renovaba los laterales. Carvajal y Mendy por Lucas y Marcelo. Buen remate de Mariano adelantándose a su marcador tras una vuelta de Asensio en el aire y un centro de Carvajal. Se movía el Elche para poner dinamita en el área madridista.
Le faltaba el aceite que ahora hacía deslizarse al Madrid: Kroos para Modric y el croata por los medios para Vinicius marchándose por el lateral como Forrest Gump por la puerta del estadio con el balón casi en las manos. Los pies de Vini son como manos. Aguanta la carga del defensor, se apoya en ella. Una goma le ata al balón y se estira. La pelota ha desaparecido y de repente aparece, en el pie derecho, el contrario, la suerte contraria, y se eleva por encima de Casilla.
Segundo gol de la tarde, el noveno de la temporada, a golpe de actuación estelar, de alegría. Es la cosecha del joven brasileño tras la siembra paciente que el pueblo casi entero silbaba como en el duro y seco Jefferson de Faulkner. Se marchaba el héroe por Hazard y el maestro Modric por Camavinga.
Todo parecía dormido hasta el error de Casemiro en la salida con la que en el 85 el Elche se acercaba en el marcador. Courtois levantaba las alas de enfado. Se animaban para el empate los locales, pero ahí quedó todo. Nueva victoria del Madrid, que vuela impulsado por Vinicius.
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